Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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gana confesaba era Iratándolas con aspereza y rigor, pero
para que pudiese hacer igual frulo en ellas qne en los
hombres, le desahogó el mismo Scfior que le habia escogido
para bien de todos , comunicándole un singular don
de castidad : k» cual fué desde una gran victoria, que alcanzó
este siervo de Dios del enemigo común ; y sucedió
de esta manera. Estando una dama de Roma muy hermosa
hablando con su amigo, que no estaba bien con elsantó
por ser contrario á sus costumbres, le dijo , que ella se
sentía con ánimo y determinación de vencer aquel sacerdote
y hacerle caer con ella en pecado. El amigo se holgó
mucho, y la prometió si lo hacia, de darle una gran suma
de dineros. Para ejecución de esta infernal resolución , se
fingió enferma aquella mujer, y envió á llamar al santo,
diciendo que estaba muy mala y arrepentida de su vida
escandalosa, y le suplicaba quisiese venir á consolarla y
remediar su alma. El siervo de Dios, con el encendido
celo que tenia, al puntó fué allá: mas cuando estuvo en
su sala, salióle á recibir aquel lazo de Satanás con solo un
vestido de volante tan sutil, que ninguna parte de su cuerpo
se encubría. El santo conociendo luego las asechanzas
del demonio, sin responder palabra á los halagos con que
le provocaba la mujer, volvió las espaldas y se fué escalera
abajo. Ella fué tras él, y viendo que se escapaba,
llena de rabiosa furia, cogió un banquillo, que fué lo
primero que encontró, y lo arrojó tras el siervo de
Dios con gran fuerza para matarle ó descalabrarle malamente
; pero quiso Dios que no recibiese daño alguno.
Agradó tanto al Señor es e hecho de san Felipe, que desde
entonces hasta el fin de su vida, que fueron cosa de cuarenta
años, no sintió movimiento alguno sensual ni ilusión
natural, quedando insensible como si fuera piedra para
todas tas blanduras y violencias de la carne. Con esto no
excluyó san Felipe á ningún género de gente de su doctrina
y santa comunicación: con que fué increíble el fruto
que hizo en innumerables almas, así de los que ge quedaron
en el siglo, pero con grande perfección de vida, como
de los que entraron en religión por su consejo.
Florecia en este mismo tiempo en Roma el glorioso patriarca
san Ignacio de Loyola, que poco antes habia fundado
la Compañía de Jesús, de quien fué muy familiar san
Felipe: san Ignacio estimaba también su santidad y celo,
on que eran muy parecidos los dos santos. Solia llamar
san Ignacio á san Felipe la Campana, por los muchos
que por su medio llamó Dios á las religiones. El mismo
san Felipe maravillado de la santidad de san Ignacio porque
visiblemente le veia con grandes rayos de luz que
cebaba de su rostro , y considerando el buen ejemplo y
celo de las almas do los primeros padres de la Compañía
de Jesús, le pidió le admitiese en la Compañía como el
mismo san Felipe lo contó á dos cardenales; pero san Ignacio,
ilustrado de Dios no lo quiso hacer porque el Señor
tenia guardado á san Felipe para fundador de otro sanio
instituto, que fué la Congregación del Oratorio, que ha sido
para tanta gloria de Dios: y también porque le pareció
qne no era bien interrumpiese ó dejase los santos empleos
en que se ocupaba con fi uto (an notorio ; porque los santos
no tienen otra mira sino la mayor gloria divina. Con
esto prosiguió san Felipe con mas fervor en su modo de
vida, en la cual también se coniirmó con otra respuesta
que tuvo del cielo para que continuase lo comenzado; porque
con el trato que tenia el santo con los religiosos de la
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Compañía, Je comunicaron las carias délos padres que estaban
en las Indias, las cuales hacia leer san Felipe á sus
discípulos, y él so encendió tanto en deseos de imitarlos,
empleándose en la conversión de la gentilidad, que quiso
irse á las Indias. Mas un gran siervo de Dios, religioso de
san Bernardo, llamado Fr. Agustín Crhetini, abad del monasterio
de las Tres Fontanas, á quien pidió el santo le encomendase
á Dios y diese su consejo, lo contó como san
Juan Evangelista se le habia aparecido, y habia dicho que
las Indias de Felipe hablan de ser Rema , y que en ella
queria Dios servirse de su persona.
Pero así como Dios se agradaba en las santas obras de
este siervo suyo ; así el demonio las senlia mucho, y
procuró con todas sus fuerzas y artes estorbarlo. Para esto
lomó por instrumento á un diputado de la iglesia de
San Gerónimo de la Caridad, en donde confesaba esto
santo y otros dos malos sacerdotes; todos tres seconfederaron
para perseguir á san Felipe y echarle de aquella
glesia : murmuraban de él continuamente y escarnecíanle
diciendo mil oprobios, echándole maldiciones y haciéndole
muchas vejaciones. Cuando iba á deeir misa, unas
veces le daban con la puerta de la sacristía en los ojos y
no le dejaban entrar: otras le hacían esperar y escondían
el cáliz, y por lo menos le daban mal recado. Algunas veces
estando revestid o, le mandaban desnudar: aun después
de haber salido á decir misa, leechaban de un altar á
otro; y á veces le hacían (ornar á la sacristía, y que se
volviese á desnudar sin dejarle decir misa. Fué terrible y
prolija esta persecución, y el santo se volvió con ella muy
afligido, de manera que estando una vez diciendo misa,
dijo afectuosamente á Dios: O buen Jesús, ¿por qué no
me oís? ¿Qué es esto, Señor, que habiendo yo pedido á
vueslra divina Majestad, tanto tiempo y con tanta instancía,
el don de paciencia para rebatir la violencia de tantas
adversidades, no me habéis oido ? Oyó entonces la
voz del Señor, que claramente le respondió : Felipe, ¿no
me pides paciencia ? Pues advierte qne quiero dártela,
con tal que lú mismo, si de corazón la deseas , te la procures
y ganes cenias persecuciones y trabajos qne ahora
padeces. Con este favor quedó animado para sufrir mucho
por Jesucristo , deseando padecer mas por tan buen
Señor. Al fin de dos años de persecución, gozó el fruto
de su paciencia , triunfando con bondad de la malicia de
sus contrarios; porque estando uno de los sacerdotes quo
le perseguían diciendo al siervo de Dios muchos oprobios
y escarnios, con palabras muy injuriosas, y gran cólera:
el otro lo estaba viendo ; y considerando la invencible
paciencia de san Felipe, tuvo de él gran compasión y
le pareció tan mal lo que hacia su companero, que arreraentiendo
á él, quiso ahogarle; y lo hiciera, porque le
apretó la garganta, de suerte, que si el mismo san Felipe
no se lo impidiera , lo dejara allí muerto por falta de respiración.
Después, confuso de lo que él había usado con
el mismo santo, le pidió perdón, y se confesó con él, poniéndose
totalmente en sus manos, que fueron el remedio
de su alma perdida. También el diputado de la iglesia,
que habia sido la principal causa de aquella vejación, se
postró á los piés de san Felipe, en presencia de muchos,
pidiéndole perdón, muy arrepentido de su yerro. Confesóse
con él, quedando por uno de sus hijos espirituales, y
mas aficionados del siervo de Dios, con notable mudanza
de vida, y aprovechamiento de su espíritu.