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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DIA 10.<br />

en darle nuevos torraenlos: y para esto mandó traer ante<br />

su tribunal todos los géneros <strong>de</strong>instrumeiilos con que solían<br />

atormentar á los santos mártires, para emplearlos en aquel<br />

santo diácono, que ya estaba <strong>de</strong>spedazado y consumido.<br />

Sentado, pues, el inicuo juez en el tribunal, preguntó á san<br />

Lorenzo, ¿<strong>de</strong> qué linaje era? Y él respondió; Cuanto al<br />

linaje yo soy español, criado en Roma <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pequeño ¡ y<br />

fui bautizado y ensenado en la ley santa y divina. ¿Divina<br />

llamas la ley (dijo el juez) que te enseña á burlarte<strong>de</strong> los<br />

dioses y á no hacer caso <strong>de</strong> los tormentos? Y el santo respondió:<br />

En el nombre <strong>de</strong> mi Señor Jesucristo, yo no temo<br />

lus tormentos. Y como el tirano le dijese, que si no sacrificaba<br />

á los dioses, toda aquella noche gastaría en atormentarle<br />

, dijo el bienaventurado mártir: Si así es, esta noche<br />

será clara y llena <strong>de</strong> alegría para mí, y no tendrá oscuridad<br />

alguna. Finalmente mandó el tirano aparejar un lecho<br />

<strong>de</strong> hierro, á manera <strong>de</strong> parrillas, tan gran<strong>de</strong>s , que pudiesen<br />

sustentar el cuerpo <strong>de</strong>l santo, y <strong>de</strong>bajo poner fuego<br />

manso , para que poco á poco se fuese quemando, y<br />

la muerte fuese tanto mas cruel, cuanto era mas prolija.<br />

<strong>Los</strong> verdugos con gran presteza y solicitud aparejaron<br />

aquella dura cama : hicieron el fuego: <strong>de</strong>snudaron al santo<br />

levita con gran furia; y <strong>de</strong>scubrieron aquel sagrado<br />

cuerpo , que <strong>de</strong> los tormentos pasados estaba abierto y<br />

llagado, y le tendieron sobre las parrillas. Estaba el tirano<br />

con los ojos encarnizados y con la cara turbada , dando<br />

bramidos y echando espumarajos por la boca <strong>de</strong> rabia y<br />

furor: los sayones atizando el fuego : los circunstantes<br />

atónitos y pasmados; los ángeles <strong>de</strong>l ciclo mirando csíe<br />

espectáculo ; y el corazón <strong>de</strong> Lorenzo, blando y amoroso,<br />

se regalaba con el Señor, y le <strong>de</strong>cia: Recibid, Señor, este<br />

mi sacrificio en el olor <strong>de</strong> suavidad: y Dios, que es fiel,<br />

esforzaba á su soldado para que su virtud pelease con la<br />

violencia <strong>de</strong>l tirano, la flaqueza <strong>de</strong> la carne <strong>de</strong> Lorenzo con<br />

la terribilidad <strong>de</strong> aquel tormento, la vida con la muerte,<br />

y la fé <strong>de</strong> Jesucristo triunfase <strong>de</strong> todo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l infierno.<br />

No parecía que estaba Lorenzo en aquella cama <strong>de</strong> hierro<br />

y fuego, sino en una cama blanda y regalada , entretenido<br />

con suavísimos <strong>de</strong>leites : porque volviendo los ojos al<br />

tirano , con gran constancia y valor divino, le dijo: Mira,<br />

miserable, que ya está asada una parle <strong>de</strong> mi cuerpo:<br />

vuélvela para que se ase la otra ; y tú pue<strong>de</strong>s comer <strong>de</strong><br />

miscarnes sazonadas , y no <strong>de</strong> las riquezas <strong>de</strong> la Iglesia,<br />

que ya están guardadas en el tesoro <strong>de</strong>l cíelo , adon<strong>de</strong> las<br />

manos <strong>de</strong> los pobres las llevaron. ¡O glorioso Lorenzo! ¡ó<br />

valeroso ó invencible soldado <strong>de</strong> Jesucristo! ¿ son vues-<br />

^as carnes <strong>de</strong> hierro ó <strong>de</strong> metal ? ¿Sois vos <strong>de</strong> piedra ?<br />

¿Habéis perdido los sentidos? ¿Sois exento <strong>de</strong> pena y dolor?<br />

Nó cierto, nó ; porque muy bien sentía<strong>de</strong>s las uñas<br />

que <strong>de</strong>sgarraban vuestro sagrado cuerpo, y las hachas encondidas<br />

que le quemaban, y el fuego lento que le consumía,<br />

mas era tan encendido el amorqne teníadcs á vuestro<br />

capitán y maestro, y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> morir por el que ta-<br />

^'¡Í muerto por vos, que los tormentos os eran <strong>de</strong>leites, y<br />

en la muerte hallába<strong>de</strong>s vida : porque con la lumbre <strong>de</strong> la<br />

^ veía<strong>de</strong>s aquella bienaventurada y eterna vida que os<br />

guardaba ; y abrazado ya con vuestro dulce Esposo, no<br />

^•(iría<strong>de</strong>s soltar la presa que tenfa<strong>de</strong>s tan asida y aprcta-<br />

Esta luz os esforzó : este amor os arrebató, y trasportó<br />

^•os <strong>de</strong> tal manera, que con la plenitud <strong>de</strong>l gozo inefable<br />

^"6 poseía vuestra alma, se agotaban , aniquilaban y <strong>de</strong>sparecían<br />

los dolores <strong>de</strong> vuestros <strong>de</strong>licados míemliro>.<br />

AGOSTO. 497<br />

Consi<strong>de</strong>rando esto el glorioso padre saa Agustín, y admirado<br />

<strong>de</strong> este espíritu y conítancía <strong>de</strong> san Lorenzjo, dice<br />

estas palabras: «Ardía en el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Cristo Lorenzo,; y<br />

por eso no sintió la pena <strong>de</strong>l porseguidor: porque cuanto<br />

os mayor el fervor <strong>de</strong> la fé, lanío mas se acaba la llama<br />

<strong>de</strong>l suplicio. Quemaba el fuego corporal al cuerpo <strong>de</strong>l bienal<br />

enturado Lorenzo; mas el amor entrañable <strong>de</strong>l Salvador<br />

, que abrasaba su corazón, apagó el furor <strong>de</strong> aquellas<br />

llamas: porque aunque los miembros se <strong>de</strong>shagan en ceniza<br />

, no se <strong>de</strong>shace ni menoscaba la fortaleza <strong>de</strong> la fé.»<br />

Esto es <strong>de</strong> san Agustín, y lo mismo dice san Ambrosio por<br />

estas palabras : «Ardía el bienaventurado mártir exteriormente<br />

con las llamas <strong>de</strong>l cruel tirano; mas mucho mayor<br />

era la llama <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Cristo que interiormente le abrasaba<br />

su corazón. Y puesto caso que el rey mandaba añadir<br />

lefia y acrecentar el fuego; san Lorenzo, abrasado <strong>de</strong> otro<br />

mayor incendio <strong>de</strong> la fé, no sentía aquellas llamas; y pensando<br />

en lo que Dios mandaba, todos los tormentos que<br />

pa<strong>de</strong>cía eran refrigerio y regalo para él.» Hasta aquí es<br />

<strong>de</strong> san Ambrosio. Mas siendo ya llegado el plazo que el<br />

Señor había <strong>de</strong>terminado para coronarle, y habiendo dado<br />

tan excelente victoria á un soldado, volvió Lorenzo á<br />

alabar á Jesucristo y regalarse con él, y le dijo i Gracias<br />

te doy, Señor mío y Dios mió, que ya he merecido entrar<br />

por las puertas <strong>de</strong> tu bienaventuranza; y diciendo esto<br />

acabó la vida y espiró, enviando su alma vencedora á ser<br />

dignamente coronada en el cíelo, don<strong>de</strong> resplan<strong>de</strong>ce con<br />

mas claro resplandor que las llamas <strong>de</strong> fuego con que su<br />

santo cuerpo fué abrasado. Venida la mañana, Hipólito y<br />

Justino, presbítero, tomaron el santo cuerpo y le sepultaron<br />

en una heredad <strong>de</strong> Ciriaca la viuda, que él había sanado,<br />

en el camino que va á Tívoli. Juntáronse con ellos<br />

otros crislianos, y estuvieron allí tres días ayunando y velando<br />

las noches, y <strong>de</strong>rramando lágrimas al sepulcro <strong>de</strong>l<br />

santo Arcediano que tanto bien les hacia. Al cabo <strong>de</strong> tres<br />

días celebró misa Justino, y comulgó á los presentes : y<br />

con esto se apartaron unos <strong>de</strong> otros, porque ya se divulgaba<br />

el caso.<br />

Este es el martirio <strong>de</strong> san Lorenzo, que fué tan esclarecido,<br />

que bastó para alumbrar é inflamar al mundo, para<br />

<strong>de</strong>jar en la Iglesia católica ilustrísiraos triunfos y nobilísimos<br />

trofeos <strong>de</strong> su gloria, y para que todos los fieles tengan<br />

en él un vivo y perfectísimo retrato <strong>de</strong> todas las virtu<strong>de</strong>s<br />

que imitar: porque, ¿cuánta y cuán admirable fué<br />

la castidad <strong>de</strong> este santísimo levita, pues en su mocedad<br />

mereció por ella ser or<strong>de</strong>nado <strong>de</strong> arcediano <strong>de</strong> Roma, dispensador<br />

<strong>de</strong>, la sangre <strong>de</strong> Cristo y repartidor <strong>de</strong> los bienes<br />

<strong>de</strong> la Iglesia ? ¿ Cuán excelente fué su fi<strong>de</strong>lidad en dar á<br />

los pobres los tesoros que le habían encomendado? ¿ Cuán<br />

maravillosa fué su pru<strong>de</strong>ncia en <strong>de</strong>sengañar al tirano, y<br />

darle á enten<strong>de</strong>r que los tesoros <strong>de</strong> Cristo no son el oro y<br />

plata y piedras preciosas, sino las almas <strong>de</strong> sus siervos en<br />

que él habita? ¡ Qué <strong>de</strong>seos tan encendidos <strong>de</strong> morir por<br />

su Señor! ¡ Qué lágrimas tan copiosas y tiernas porque lo<br />

<strong>de</strong>jaba san Sixto, y no moría con él! ¡ Qué humildad tan<br />

profunda en lavar y besar los piés <strong>de</strong> los pobres! ¡Qué fé<br />

tan cierta para alumbrar á los ciegos, y dar vista á los que<br />

no veían! ¡ Qué esperanza tan segura, y que prendas (an<br />

firmes <strong>de</strong> la vida eterna! ¡Qué pacienda en sus penas!<br />

¡Qué fortaleza en sus tormentos! ¡ Qué alegría en los suplicios!<br />

¡ Qué menosprecio en todo lo <strong>de</strong> la tierra, y qu«<br />

aprecio y ansia por lo <strong>de</strong>l cíelo! ¡Quéamor tan cordial y<br />

TOMO II.<br />

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