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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DIA 18.<br />

se <strong>de</strong> ser socorrido, hasta privarse <strong>de</strong> las cosas mas necesarias.<br />

En efecto, llegó á <strong>de</strong>spojar las estancias <strong>de</strong> su palacio<br />

episcopal <strong>de</strong> las alhajas y colgaduras con que estaban adornadas,<br />

para emplear el precio que se sacó <strong>de</strong> su venta, en<br />

socorro <strong>de</strong> las personas necesitadas. Uabióndosele una vez<br />

expuesto, que dos doncellas estaban en gran<strong>de</strong> peligro do<br />

pa<strong>de</strong>cer el mas triste nauíragio <strong>de</strong> su honestidad, mandó<br />

que se vendiesen al instante los caballos do su carroza, y<br />

su valor sirvió para competente dote á aquellas pobres doncellas<br />

para colocarlas en un honesto inatiimomo. Otra vez<br />

andando <strong>de</strong> Padua á Venecia, encontró un pobre medio<br />

<strong>de</strong>snudo y tiritando <strong>de</strong> frió; asemejante espectáculo movióse<br />

á compasión el santo prelado, quitóse el manteo y<br />

cubrió con él la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z <strong>de</strong> aquel pohrecilo, ó por mejor<br />

<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> su Salvador, que con los ojos <strong>de</strong> la fé reconocia en<br />

la persona <strong>de</strong> aquel miserable. Asomándose otro dia á la<br />

ventana, y viendo en la calle un mendigo cubierto do andrajos<br />

y muy asqueroso, le llamó, y <strong>de</strong>snudándose sus<br />

vestidos interiores, vistió con ellos aquel infeliz, y por una<br />

escalera escusada hízolo salir <strong>de</strong> su palacio, con expreso<br />

mandato <strong>de</strong> no hablar á persona alguna <strong>de</strong> lo sucedido, con<br />

el fin <strong>de</strong> apartar <strong>de</strong> sí ol peligro <strong>de</strong> vanagloria, la cual los<br />

sanios siempre han temido. Tenia dado ór<strong>de</strong>n el beato<br />

(Jregorio á sus párrocos, que en los casos <strong>de</strong> urgentes necesida<strong>de</strong>s<br />

recurrieran á él, que procuraria darles el conveniente<br />

socorro, como á la verdad ellos lo hacian con<br />

plena libertad, y eran siempre recibidos con alegre semblante<br />

por el cai'itativo obispo, experimentando su lihiTa-<br />

Wtted, pues llevaban socorros mas abundantes <strong>de</strong> los que<br />

j^'ian. Sucedió pues, en una ocasión, que un párroco que<br />

"«ihía acudido en poco tiempo muchas veces al santo pi'e-<br />

'adoporel alivio do diferentes necesida<strong>de</strong>s, presentóse al<br />

cabo <strong>de</strong> pocos días con algún empacho, y rogóle le perdonase<br />

su impoitunidad y las frecuentes molestias que le<br />

causaba; entonces el beato car<strong>de</strong>nal abrazándole le dijo:<br />

No lemas, hijo, <strong>de</strong> serme molesto é importuno : sepas que<br />

nadie es tanto <strong>de</strong> mi agrado como el que me pi<strong>de</strong> alguna<br />

cosa á favor <strong>de</strong> los pobres: cuando no hubiese otra "cosa<br />

que dar, este mi anillo episcopal serviría para uso y alivio<br />

<strong>de</strong> los pobres. Ni sus limosnas eran en pequeña suma,<br />

pues algunas veces subían á centenares y millares <strong>de</strong> escudos<br />

los que suministrabaá una sola persona, según la<br />

urgencia <strong>de</strong> la necesidad. Se arrojó á sus piós una pobre<br />

señora, á la cual poco tiempo habia se le había muerto el<br />

mrrido, y mas con lágrimas que con palabras le representó<br />

que se hallaba molestada <strong>de</strong> un acreedor <strong>de</strong> su difunto<br />

marido, quien queria forzarla á que <strong>de</strong> contado le pagase<br />

lodo su crédito; cuyo pago la reduciría á la mayor<br />

miseria, ó tal vez la expondría á hacer una vergonzosa<br />

Venta <strong>de</strong> su honestidad; el beato car<strong>de</strong>nal, consolando á<br />

^'cha señora con paternal benignidad, la pidió el nombre<br />

l acreedor y la suma <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda, que entendió snhia á<br />

a cantidad <strong>de</strong> cuatro mil escudos. Eslad <strong>de</strong> buen ánimo,<br />

a dijo con rostro tranquilo, que no seréis molestada mas<br />

^c este acreedor. Inmediatamente pidió á su mayordomo<br />

'os cuatro mil escudos, la cual cantidad por medio <strong>de</strong> un<br />

sllge!o <strong>de</strong> confianza hizo entregar al acreedor á cuenta<br />

^e aquella dama, la cual por la caridad <strong>de</strong> su santo pas-<br />

,or, quedó libre <strong>de</strong> la miseria y peligro <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r su honestidad.<br />

Seria nunca acabar si quisiéramos contar por menudo<br />

JUNIO. 221)<br />

las copiosísimas limosnas que hizo el beato Gregorio en ej<br />

espacio <strong>de</strong> treinta y tres aftos que gobernó la Iglesia <strong>de</strong> Padua.<br />

Basta <strong>de</strong>cir, que según consta <strong>de</strong> los libros en que<br />

sus mayordomos escribían las cuentas, habia expendido durante<br />

su obispado en limosnas y otras obras pias, la consi<strong>de</strong>rable<br />

suma <strong>de</strong> ochocientos mil ducados; porque él justamente<br />

se consi<strong>de</strong>raba, nó ya como dueño, sino como<br />

simple administrador <strong>de</strong> las pingües rentas <strong>de</strong> su Iglesia;<br />

las que nunca llamaba con otro nombre, que con el da<br />

«patrimonio <strong>de</strong> los pobres,» según el lenguaje y el espíritu<br />

<strong>de</strong> los cánones <strong>de</strong> la Iglesia. Por lo que, si algunas<br />

veces acontecía oir las voces <strong>de</strong> los pobres, que níabando<br />

su caridad le llamaban su amantísimo padre, sonriéndose<br />

solía <strong>de</strong>cir á los circunstantes: ¡Oh, qué bella alabanza<br />

es esla! alabar al obispo porque no es un ladrón.<br />

Tanto estaba persuadido <strong>de</strong> aquella máxima <strong>de</strong> san Bernardo,<br />

ser una especie <strong>de</strong> hurto sacrilego aquello que los<br />

eclesiásticos <strong>de</strong> los frutos <strong>de</strong> sus beneficios, á mas <strong>de</strong> su<br />

necesario sustento, tienen para sí ó para sus parientes, ó<br />

bien emplean en usos profanos. De aquí provenia el ser<br />

muy parco y muy escaso en todo lo que locaba á su persona<br />

: Yo vivo, <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>l patrimonio <strong>de</strong> los pobres ; y así<br />

iba muy cantenido, no solo en no hacer expensas supérfluas,<br />

sino que á menudo ahorraba aun <strong>de</strong> lo que era necesario.<br />

Su mesa era parca y frugal como la <strong>de</strong> los religiosos;<br />

su vestido interior <strong>de</strong> ropa vil y <strong>de</strong> poco precio, y<br />

con dificultad se le podía inducir á que llevase vestidos<br />

nuevos, contentándose con los Viejos aunque fuesen usados,<br />

rotos y casi <strong>de</strong>spedazados: los muebles <strong>de</strong> sus aposentos<br />

oran <strong>de</strong> poco valor, no queriendo como <strong>de</strong>cía, adornar<br />

su persona ó la habítocion <strong>de</strong> su palacio con la sustancia<br />

<strong>de</strong> los pobres. En suma, todo respiraba pobreza en el<br />

santo prelado, que gustaba <strong>de</strong> tratarse como pobre, á fin<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r socorrer con mayor abundancia las ajenas miserias<br />

á ejemplo <strong>de</strong>l divino Pastor: el cual siendo rico, por<br />

amor nuestro se hizo pobre para enriquecernos á lodos con<br />

su pobreza. De aquí también S2 seguía, que aunque el<br />

beato car<strong>de</strong>nal amase con sincero y afectuoso amor á sus<br />

uaijentés, y en particular á su padi e, á su hermano y á sus<br />

sobrinos, con todo jamás les dió cosa alguna, ni les hizo<br />

el menor regalo, porque hubiera creído que quitaba á los<br />

pobres lodo Jo que daba á sus parientes, á quienes solía <strong>de</strong>cir:<br />

Mucho os <strong>de</strong>jaré á la hora <strong>de</strong> mi muerte, si no os <strong>de</strong>jo<br />

ni os doy nada: pues que los bienes <strong>de</strong> la Iglcsiason gusano<br />

que roe y consume los bienes propios y ocasiona la ruina<br />

<strong>de</strong> las casas. Habiendo enviado su hermano, el senador<br />

Antonio Barbarigo, á Padua sus hijos, para quebajo su cuidado<br />

y disciplina fuesen educados en las letras y en la<br />

piedad, los puso el santo obispo en su seminario, y quiso<br />

que su hermano pagase la pensión que pagaban los <strong>de</strong>más<br />

colegiales que nocían pobres, y que fuesen provistos <strong>de</strong>lodolo<br />

necesario á expensas <strong>de</strong> su padre. Eran los sobrinos<br />

<strong>de</strong> Gregorio <strong>de</strong> muy buena índole y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s esperanzas,<br />

pero no por esto les confirió algún beneficio eclesiástico,<br />

ni renunció á su favor alguna <strong>de</strong> las abadías que poseía<br />

para acudir á las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su Iglesia, ni los<br />

procuró jamás un temporal acomodo; tanto lemia ser<br />

arrastrado y vencido <strong>de</strong>l afecto <strong>de</strong> carne y sangre, el<br />

cual suele tener una gran fuerza, para seducir y <strong>de</strong>slumhrar<br />

aun las personas piadosas, si no andan con grao<br />

tiento y vigilancia sobre si mismas.<br />

Pero en lo que mas sobresalió el siervo <strong>de</strong> Dios fu»

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