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9i<br />
tener con él estrecha familiaridad; como foeron el padre<br />
Perciano Rosa, confesor <strong>de</strong> san FelipeNeri, el padre Marcelino<br />
<strong>de</strong> los franciscos observantes, famosísimo predicador<br />
y hombre <strong>de</strong> mucha virtud, y sobre todos el santo<br />
fundador <strong>de</strong> la congregación <strong>de</strong>l Oratorio, san Felipe Neri,<br />
pues mutuamente tenia con san Félix santos coloquios. Hallóse<br />
san Félix en el aposento <strong>de</strong> san Felipe, y se arrodilló á<br />
los pies <strong>de</strong> este pidiéndole la bendición , y este santo se<br />
arrodilló también á los piés <strong>de</strong> san Félix, diciendo que por<br />
esla vez queria ser <strong>de</strong> él bendito, y no queriendo ce<strong>de</strong>r<br />
el uno al otro, perseveraron arrodillados y abrazados mucho<br />
tiempo en esta humil<strong>de</strong> contienda , y merecieron ambos<br />
ser largamente benditos <strong>de</strong> Dios.<br />
En otra ocasión vio san.Félix <strong>de</strong> léjos asan Felipe,, apretó<br />
el paso , y postrándose á sus piés le besó la mano, y<br />
el santo, hecho un Etna <strong>de</strong> amor divino, le abrazó, y para<br />
mas enfervorizarse, se <strong>de</strong>cian mutuamente estas palabras:<br />
Quiera Dios te vea yo quemado; y respondía el otro:<br />
Quiera Dios te vea yo <strong>de</strong>spedazado. Ojalá te corlasen las<br />
manos. Ojalá, <strong>de</strong>cia el otro, te cortasen la cabeza. Véale<br />
yo azotado por Roma. Véale yo, respondía el otro, echado<br />
al Tíber con una rueda <strong>de</strong> molino pendiente al cuello.<br />
También otra vez encontrando san Félix á san Felipe, le<br />
preguntó si tenia sed, y le respondió que sí: Pues ahora,<br />
dijo Félix, quiero ver si sois al mundo mortificado. Sacó<br />
el frasco <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> la limosna , y se lo dió á beber. Acudió<br />
mucha gente , y mas edificados que admirados, <strong>de</strong>cian:<br />
¿No veis cómo un santo da <strong>de</strong> beber á otro santo?<br />
Después san Felipe Neri, vuelto á san Félix, le dijo: Yo<br />
también quiero hacer prueba <strong>de</strong> vos; y quitándose el<br />
sombrero se lo puso en la cabeza, or<strong>de</strong>nándole que <strong>de</strong><br />
esta manera anduviese por Roma, prosiguiendo su curso;<br />
y así fué, hasta que enviando san Felipe á uno, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> haber Félix seguido muchas calles con escarnio do los<br />
muchachos, le quitó el sombrero <strong>de</strong> la cabeza. No tanto<br />
era todo esto para <strong>de</strong>spreciar al mundo, cuanto para reducir<br />
y'convertir con el <strong>de</strong>sprecio y encendida caridad á<br />
las almas.<br />
LA LEYENDA DE OJIO.<br />
Si en Félix fué ardiente la caridad con los prójimos, convirtiendo<br />
á muchos con el ejemplo, con obras, con <strong>de</strong>sprecios<br />
y con palabras; no ménos lo fué la caridad y<br />
amor <strong>de</strong> Dios que residía en sus entrañas, pues que por<br />
ella mereció tener alguna vez al niño Jesús en sus brazos.<br />
Una vez , <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una hora <strong>de</strong> oración junto á la<br />
puerta déla iglesia, corrió al aliar mayor diciendo: ¡O<br />
Jesús mió l i O dulce amor! Y vió luego sobre la mesa á<br />
Jesús, niño; tomóle en sus brazos, apretóle en el seno <strong>de</strong><br />
su corazón, dióle afectuosísimos ósculos, vertiendo al<br />
mismo tiempo <strong>de</strong> sus ojos liernísimas lágrimas. Otra vez<br />
el venerable padre Alonso Lobo, una noche ántes <strong>de</strong>l dia<br />
<strong>de</strong>l Nacimiento <strong>de</strong> Jesús, vió á nuestro san Félix, que inflamándosele<br />
el corazón, se iba acercando al altar <strong>de</strong>l<br />
santísimo Sacramento, suplicando con eficaces instancias<br />
á la Virgen santísima, se dignase conce<strong>de</strong>rle á su santísimo<br />
Hijo, cuando <strong>de</strong> repente la misma Virgen, con roslro<br />
benigno y risueño, se lo puso en sus brazos. Y si la pia y<br />
suave afición al nombre <strong>de</strong> Jesús es también indicio <strong>de</strong>l<br />
amor <strong>de</strong> Dios, según la censura <strong>de</strong> san Bernardo, buenos<br />
indicios tenemos <strong>de</strong> este amor divino en san Félix, teniendo<br />
frecuentemente en sus labios á tan dulcísimo nombre.<br />
No habia para Félix <strong>de</strong>leite tan gran<strong>de</strong>, como pronunciar<br />
tan suave nombre, y jamás lo pronunciaba sin muchas lá-<br />
DIA 18.<br />
grimas que sallan <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción. Era un nombre en su estimación<br />
y en su voluntad, amable sobre todas las cosas;<br />
en su boca era una miel, en sus oídos un sonoro canto,<br />
en su corazón un celestial néctar; por esto , en hallando<br />
muchachos, ó ya en las calles , ó ya en las casas, les enseñaba<br />
á <strong>de</strong>cir á voces este nombre Jesús, y en oyéndole,<br />
sentía en su pecho el mismo afecto y el mismo ardor que<br />
percibía al pronunciarle. Llevado <strong>de</strong> tan dulce afición, había<br />
compuesto unos versos en metro rudo, sin medida ni<br />
arte, pero llenos <strong>de</strong> espíritu, los cuales, ó cantaba él solo,<br />
ó los daba á las doncellas que solia hallar en las casas <strong>de</strong><br />
los caballeros, ensayándose á tocar clavicordios.<br />
Así <strong>de</strong>sahogaba Félix los incendios gran<strong>de</strong>s con que<br />
se abrasaba su corazón , y <strong>de</strong> este amor le nacían los<br />
continuos éxtasis y arrobamientos que pa<strong>de</strong>cía, y fueron<br />
testigos <strong>de</strong> ellos varias personas, oyéndole al mismo tiempo<br />
suaves palabras que <strong>de</strong>cían: ¡ O Jesús mió! O dulce<br />
amor! Al fin, si habíamos <strong>de</strong> referir todas las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
este santo , podríamos formar un libro muy voluminoso;<br />
quien quiera verlas y saberlas, acuda á los Anales <strong>de</strong>l padre<br />
Zacarías Boverío, pues sin las que aquí sucintamente se<br />
refieren, hallará olí as muy difusas como la gran<strong>de</strong> paciencia<br />
en los trabajos, el fruto admirable que hizo en las almas,<br />
la poca familiaridad que tenia con parientes y extraños<br />
, la oración continua y el espíritu <strong>de</strong> profecía con que<br />
penetró los sucesos mas ocultos. Viendo el Señor á Félix<br />
adornado con tañías virtu<strong>de</strong>s, le honró haciendo por él<br />
muchos milagros <strong>de</strong> diferentes clases, aun viviendo. Referiré<br />
aquí algunos. Ana Borromea, madre <strong>de</strong>l gran maestre<br />
<strong>de</strong> campo Colona, que pa<strong>de</strong>cia un vehemente dolor <strong>de</strong><br />
cabeza, haciéndolo la señal <strong>de</strong> la cruz, al momento la<br />
curó. A la marquesa <strong>de</strong>l Valle que pa<strong>de</strong>cía un dolor <strong>de</strong><br />
costado, aplicándole la cruz <strong>de</strong> su rosario, al puntó sanó.<br />
A Fulvio Prisco, muchacho <strong>de</strong> siete años, á quien un<br />
humor copioso corrido á los ojos tenia totalmente ciego,<br />
confiando que Fr. Félix, capuchino, le habia <strong>de</strong> restituir<br />
la vista, lo llamó, y acudiendo, le dijo: ¿Crees, hijo, que<br />
la señal <strong>de</strong> la cruz te pue<strong>de</strong> librar <strong>de</strong> lu ceguera? Respondió<br />
el muchacho : Creo. Tocóle los ojos cen sus<br />
manos, formó sobre ellos la señal <strong>de</strong> la cruz, y luego vió.<br />
Julio Jacomello, enfermo <strong>de</strong> una calentura ardiente, con<br />
un dolor <strong>de</strong> costado, fué curado, poniéndole el sanio varon<br />
la mano sobre el lado izquierdo. Yendo el siervo do<br />
Dios con su compañero pidiendo limosna, llegó á una casa<br />
don<strong>de</strong> se oían gran<strong>de</strong>s llantos; y preguntando la causa <strong>de</strong><br />
ellos, salió una mujer llena <strong>de</strong> lágrimas, y le dijo: ¡ Ay<br />
<strong>de</strong> mí, Fr. Félix! á mi hijo he ahogado esta noche impru<strong>de</strong>ntemente<br />
en la cama: mí marido ha <strong>de</strong> matarme. Compa<strong>de</strong>cióse<br />
el santo varón <strong>de</strong>l sentimiento y <strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong><br />
la muerte <strong>de</strong> la mujer, y le preguntó: ¿Dón<strong>de</strong> está lu<br />
hijo? Ven , le respondió, que lo verás sobre una mesa.<br />
Viólo, y luego dijo; No está muerto, sino durmiendo.<br />
Tomóle ambas manos : dióle un bofetón : abrió los ojos el<br />
muchacho, y lo entregó vivo y alegre á su madre. Salióse<br />
san Félix <strong>de</strong> la casa, cerrando la puerta, porque nadie por<br />
entonces saliese á publicar el caso.<br />
Ya el bienaventurado san Félix habia llenado <strong>de</strong> merecimientos<br />
sus dias en los setenta y cuatro años <strong>de</strong> edad<br />
que corría; y la bondad inmensa <strong>de</strong> Dios, queriendo que<br />
tuviesen fin sus penalida<strong>de</strong>s, sus virtu<strong>de</strong>s el premio, j su<br />
bienaventuranza el principio, le manifestó en la oración<br />
i <strong>de</strong> Ui mañana la hora <strong>de</strong> su li áusito <strong>de</strong> esla vida, y psuebas