Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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Norberto, y para esto fué á Italia, y con su consejo y autoridad
sirvió en aquella ocasión tan peligrosa á Inocencio,
hasta dejarle asentado en Roma en su silla. Y habiendo
acabado felizmente esta jornada, volvióá su Iglesia, donde
Dios nuestro Señor le dió una larga enfermedad de cuatro
meses: y babiéndola gobernado santamente ocho años,
Heno de merecimientos y de virtudes, con grande sosiego
y quietud de su espíritu, dió la bendición á los que estaban
presentes, y su almaá su Criador, á los 6 de junio del
año del Señor de 1134. Enterráronlo con mucha solemnidad
en la iglesia de Santa María, que era monasterio de
su orden: y aunque el clero pretendió, que se debia sepultar
en la iglesia catedral donde habia sido obispo; mas el
emperador Lolario mandó que se enterrase en el monastei
io, por haber ordenado el santo en vida que asi se hiciese.
Apareció después de muerto á algunos de sus frailes, y
hubo revelaciones de su gloria.
La vida de san Norberto escribió un autor grave de su
mismo tiempo : tráela el P. Lorenzo Snrioen su tercer tomo.
Hace mención de él el Martirologio romano, y el cardenal
Baronio en sus anotaciones á los 6 de jimio ; y san
Antonino en la segunda parte, tít. xv, cap. 10, lít. xvn,
rap. 1, g. 3, y Segisberto en la Crónica, año 1134. Paulo
Morigia, en la historia del origen de las religiones, capitulo
5T, dice : que la religión premonstralenso creció
tanto que tenia trcinla provincias, y en ellns mas do
mil y trescientos monasterios y cuatrocientos de monjas.
Entre las otras alabanzas que se pueden dar á su órden,
es haber lomado de ella el gran patriarca santo Domingo
algunas ceremonias y ordenanzas para la suya, que es señal
que en su tiempo florecía mucho y era muy rigurosa,
como lo dice el P. Fr. Hernando del Castillo, y nosotros á
los 4 de agosto lo escribimos en su vida; porque el no comer
carne perpetuamente, el ayuno continuo de muchos
meses, no vestir lienzo y no dormir en él, y otras cosas
de mucha importancia, todas se tomaron de aquella religión,
como lo escribió Fr. Humberto de Romanis, que
alcanzó santo Domingo y fué general de su órden.
* SAN AMEMIO, SAJSTACÁNDIDA Y SANTAPAULIXA,MÁRTIRES.
—En tiempo del emperador Dioclccianovivian en Roma estos
sanios, de los cuales los dos primeros eran esposos y Paulina
hija leg tima de ellos. A la predicación y milagros de
san Pedro, exorcista, se debe el que Arlemio junto con su
familia creyeran en Jesucristo, y fueran bautizados por el
presbítero Marcelino. Acusado Artemio de cristiano fué llevado
á la presencia del juez Sereno, quien mandó azotarlo
con cordeles emplomados y después degollarlo. Los
verdugos llevaron á su mujer y á su hija á una cueva
donde las hundieron con piedras y escombros, recibiendo
de este modo la palma del martirio.
VEINTE SANTOS MÁRTIUES DE TARSO tul CiLIGIA.—Por los
años de 290 murieron estos gloriosos santos en la dicha
ciudad de Tarso, por negarse á ofrecer incienso á las deidades
de los paganos. Eljucz Simpliciano, que los condenú,
so gozó en hacerles prolongar su martirio por medio
dc'oxquisitos suplicios; pero habiéndolos soportado todos
con constanciü , alcanzaron el premio de la vida
eterna.
SAN AMANCIO, SAN ALEJANDRO Y SLS COMPASEUOS MÁRTI­
RES.—Derramaron su sangre por la fé en Noyon de Francia,
y se ignora la época de su muerte, como asimismo las
particularidades de su vida.
LA LEYENDA DE ORO.
DIA G.
SAN ALEJANDRO, OBISPO y MÁRTIR.—Nació en Fiésoli de
Toscana, decuya ciudadfné después obispo. Anduvo siempre
por las vías de la verdad, y fué de singular virtud.
Muchas veces espuso su vida por los intereses de la religión,
de los cuales fué tan acérrimo defensor, que se privaba
hasta del preciso descanso que exige la naturaleza,
para ocuparse de continuo en promoverlos y guardarlos.
A este fin trabó estrecha amistad con Atarlo rey de los
longobardos, y convirtióle á él y á toda su familia á la religión
cristiana, familia que hizo luego importantes beneficios
á la Iglesia, Iba una vez el santoá una misión que le
habia confiado este rey, y estando cerca de Bolonia, al pasar
por un despoblado, le acometieron los enemigos de la
religión y le arrojaron al rio, donde pereció ahogado glorificando
á Dios, el dia 0 de junio del año 841. Su sagrado
cuerpo apareció al dia siguiente sobre la orilla, y sus
discípulos lo recogieron y lo llevaron á Fiésoli, donde obró
muchos prodigios, y después se colocó en un suntuoso sepulcro,
hasta que fué trasladado á otra iglesia, que se erigió
en honor suyo.
SAN EUSTORGIO, OBISPO, Y CONFESOR.—Fué el segundo do
su nombre en la sucesión délos prelados de la Iglesia de
Milán. Varón de portentoso ingenio, de vasto saber y do
celo ilustrado, juntó á estas calidades virtudes tan ilustres,
que en su tiempo fué la mas brillante lumbrera de
la Iglesia. Defendió yaumentó considerablemente los bienes
dé la Iglesia, y dotó á su catedral con dádivas magníficas.
Asistió á varios concilios, publicó varios tratados contra
los herejes de su tiempo, hizo dos viajes á Roma para consultar
con la santa sede, y por fin lleno de merecimientos y
de virtudes, dotado con la gracia dehacer milagros, y con
espíritu profético, murió en el Señor el dia 6 de junio del
ano 518.
SAN JUAN, OBISPO Y CONFESOR,—Entre los prelados que
mas ilustraron la silla episcopal de Verona en Italia, fué
uno san Juan, hombre de gran caridad con los pobres y
de una humildad tan profunda, que en todos los actos públicos
aparecía como la última de sus ovejas. Floreció
durante el siglo IV, ilustró la Iglesia con su doctrina y sus
ejemplos, y murió santamente llorado de su rebano, pon»!
cual habia hecho el santo toda clase de sacrificios. Sus
restos fueron desenterrados el siglo XVI, y al abrir la «rna
dynde estaban depositados, se sintió un olor tan agradable,
que todos los circunstantes reconocieron en ellos la
virtud de Dios.
SAN CLAUDIO, OBISPO.—Nació en las Galias de noble familia
á fines del siglo V. Su educación fué esmerada, cual
convenia á la elevación de su cuna; y cuando le esperaba
en el mundo un porvenir dichoso y brillante, lo renunció
todo para abrazarla vida cenobítica. Tomó el hábito en el
monasterio Júrense, célebre plantel de santos en los primitivos
tiempos, y dentro de poco aventajó Claudio á lodos
sus hermanos en los caminos de la perfección, Al poco
tiempo fué elegido abad de aquella casa, y fué tanta la sabiduría
y prudencia con que gobernó, que vacando la silla
episcopal de Besanzon, el clero y el pueblo le aclamaron
unánimemente por su pastor. Lejos de mitigar los ardores
de Claudio el nuevo peso que se le imponía, tomó nuevos
bríos su espíritu, y se dejó ver en el desempeño de su cargo
como un atleta vigoroso, dispuesto siempre á contener
al vicio y al error en sus trincheras, y fomentando con su
ilustrado celo todos los intereses de la religión. Temperó