Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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para la acción y no falle para la oración. Los varones se
pueden confundir, viendo que se les adelanta una virgen
que sabe vencer al mundo, al demonio y á la carne, y
finalíbaate á sí misma ; cuando ellos se dejan vencer de
sus deseos y pasiones, como cobardes, perdiendo la corona
y el cielo, que arrebatan los esforzados y valerosos
que saben hacerse fuerza. Válganse los pecadores de la
intercesión de esta santa para salir de sus culpas, y los
justos para crecer en la justicia y santidad: y alabemos
lodos á Dios que se muestra tan admirable en sus sanios,
y adornó á Rosa de tantos dones, pidiéndole que por sus
merecimientos nos baga en esta vida imitadores de sus
virtudes, y en la otra participantes de su gloria. Amen.
Escribió la vida de esta santa virgen en lengua castellana
el muy reverendo padre presentado Fr. Andrés Ferrer
de Valdccebro: y en lengua latina el padre maestro
Fr. Leonardo de Ilanse, la cual tradujo on español el
padre maestro Fr. Jacinto de Parra : lodos religiosos de la
sagrada orden de Predicadores.
* S\N FIAGUIO, ANACORETA Y coNPEsoíi.—Un obispo de las
islas occidentales cuidó de la educación de este santo, que
descendia de una ¡lustre familia do Irlanda. Todo cuanto
podia esperar del mundo lo despreció, y queriendo junto
con oíros compañeros consagrarse á Dios, se dirigió á
Francia para vivir on un desierto. Llegado á ta diócesis
de Meaux se dirigió á su obispo, y este le designó para su
inorada un escarpado lugar en un bosque á dos leguas
do Meaux. El santo construyó allí una celdila y un oratorio
en honor de la madre de Dios, teniendo á su alderredor
un luierlo que cultivaba él mismo. Dedicado conlinuamente
á la oración y contemplación, llevaba una vida
muy austera; el escaso fruto de su trabajo lo reparlia
entre los pobres, y como muchas personas acudiesen á
cinisullarle, editicó á cierta distancia de su celda una
espocie de hospedería para los forasteros. Los pobres encontraban
en él un verdadero padre, y muchos alcanzaban
salud por medio de sus oraciones.
Por consejo de un señor irlandés, pariente suyo, y que
viniendo de Roma pasó algún tiempo en su compañía,
predicóFiacrio el Evangelio en la diócesisde Meaux y otros
obispados bajo la dirección de sus respectivos obispos,
dando su predicación admirables frutos, espocialmenle en
la diócesis de Arras, donde es celebrado como apóstol.
Algunos escritores pretenden que Fjacrio era hijo primogénito
de un rey de Escocia, contemporáneo del rey de
Francia Glotario segundo; y habiéndole los escoceses enviado
embajadores ofreciéndole la corona, la renunció el
sanio, diciéndoles habia despreciado lodos los bienes terrenos,
para así mejor asegurar la corona de la inmortalidad.
Este santo vivió como un ángel en medio del mundo,
dotado del don de profecía y milagros, basta que murió
santamente en treinta do agosto del año 670. El mismo
oratorio (pie en vida habia sido su deliciosa mansión, fué
el lugar en donde fué depositado su cuerpo, y el Señor
hizo glorioso su sepulcro, acudiendo los fieles de lodos los
punios de la Francia, para venerarlo y alcanzar del Señor
por su mediación grandes beneficios.
SANTA GAUDENCIA, VÍUGEN Y SIÁUTIR.—Nació y murió
mártir en Roma, cu tiempo de los emperadores gentiles.
Fl Martirologio dice que alcanzóla victoria en compañía de
otros tres cristianos que también fueron coronados con la
palma del martirio.
LA LEYKNDA DE ORO. DÍA 30.
SESENTA SANTOS MÁIITIUES, AFRICANOS.—En tiempo del
emperador Honorio se dió un edicto para que lodos los simulacros
délos dioses del paganismo fuesen rotos y quemados.
Aconteció entonces en Suífétula, colonia romana
en África, el siguiente hecho que cuenta y deplora san
Agustin en su carta 367. Viendo los gentiles que se les
habia destruido una estatua de bronce que representaba á
Hércules, á quien adoraban, se armaron de instrumentos
de guerra, y embistiendo á una porción de cristianos
que estaban celebrando los santos misterios, malaron
á sesenta de ellos, é hirieron á otros muchos. La
Iglesia los ha venerado desde entonces en el número de
les mártires, y su memoria está consignada en el Martirologio.
SAN BONIFACIO Y SANTA TECLA, ESPOSOS.—Mientras el furor
del emperador Maximiano oprimia en Europa y Asia á
todos los fieles, las regiones de Africa ocultaban gran multitud
de cristianos que so disponían fervorosamente para
derramar también en caso necesario su sangro por Jesús.
Entre ellos son muy distinguidos los santos esposos líonifacio
y Tecla, habitantes en la ciudad de Adrumeto, que
lenian doce hijos, á los cuales preparaban incesantemenlo
para ser víctimas agradables á Dios. Sus oraciones, lodos
sus afectos los dirigían siempre los padres al cielo para
el aprovechamienlo espiritual de sus hijos, y efectivamente
sus ruegos fueron oidos, y los doce hermanos llegaron
á ser no solo la corona de sus padres, sino la gloria de la
Iglesia africana, como puede verse en su vida continuada
en el dia 1.0 de setiembre, ignórase si los dichosos padres
alcanzaron tamhien la corona del martirio.
SAN FANTINO, CONFESOR.—Fué oriundo de la Calabria,
consagrado á Dios desde su nacimiento, y entró en un
monasterio á ¡a edad do ocho años. Desapegado de todas
las vanidades de la tierra, adelantó en gran virtud hasta
llegar á estar veinte dias seguidos absorto en divina contemplación
sin lomar alimento alguno. Con frecuencia so
retiraba á los montes y asperezas para entregarse allí con
mas libertad á sus ejercicios de oración, mortificación y
penitencia. Habiendo llegado ya á la edad de sesenta años
se fué con dos compañeros y discípulos suyos al Peloponeso,
á Corinto y Atenas para predicar á los mahometanos
las verdades do la fé. Después pasó á Tesalónica donde
obró grandes milagros, y al cabo de ocho años de estar
en ella, murió santamente el dia 30 de agosto del
año 870.
SAN PEDRO, CONFESOR.—Floreció desde principios hasta
mediados del siglo XI en Trevis, en Italia, cuya ciudad
ilustró con su vida, sus eminentes virtudes y sus muchos
milagros, y después con su dichosa muerte, sucedida el
año 1052.
SAN BONONIO, ABAD.—Nació en Bolonia, donde abrazó la
vida religioisa, siendo todavía muy niño. El monasterio de
San Esteban déla misma ciudad le vió crecer y adelantar
en la virtud á pasos tan agigantados que muy pronto fué
elegido su superior. En este estado brilló como una estrella
que ha de guiar á los mortales por un sendero desconocido.
Sus predicaciones, sus trabajos, sus incesantes
desvelos, reformaron no solo la disciplina de su monasterio,
sino de la ciudad y comarcas vecinas, y bien pronto
siendo aquel campo estrecho para el celo del digno abad,
empezó á viajar por varias regiones de Europa, llegó hasta
el Oriente, pasó al Egipto, y después de haber con-