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108 LA LlíYKNDA DE ORO<br />
ñor, le vino gana <strong>de</strong> enlrarse mas a<strong>de</strong>ntro por aquellos <strong>de</strong>siertos,<br />
para conocer y tratar los varones santos que había<br />
en ellos: y <strong>de</strong>spués do haber caminado algunos días<br />
y vencido gran<strong>de</strong>s dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cansancio, hambre y<br />
sed, y hallando en una cueva nn santo muerto y á otro lloroso<br />
y penitente; finalmente vió venir <strong>de</strong> léjos un hombre<br />
<strong>de</strong>snudo, cubierto <strong>de</strong> cerdas, al modo <strong>de</strong> una espantosa<br />
llera, y ceñido con «na cinta hecha <strong>de</strong> hojas <strong>de</strong> árboles.<br />
Asombróse Pafnucio, y viendo que venia para él, <strong>de</strong>spavorido<br />
y temblando, huyó y se" subió á un monte; y el<br />
hombre <strong>de</strong>snudo le siguió hasta la falda <strong>de</strong>l monte, y se<br />
<strong>de</strong>jó caer en tierra á una sombra, y alzando como pudo la<br />
voz le comenzóá hablar <strong>de</strong>esta manera: Varón santo, <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>,<br />
que hombre soy mortal que vivo en este <strong>de</strong>sierto.<br />
Oyendo estas palabras, hiego bajó Pafnucio y so echó á<br />
sus piés, y él lo hizo levantar y sentar junto así. Preguntóle<br />
por su nombre Pafnucio, y él respondió que se llamaba<br />
Onofre, y que habla sesenta años que vivia en aquella<br />
soledad, y que en todo esle tiempo nunca había visto otro<br />
hombre sino á él; porque siendo mozo y monge en el<br />
monasterio llamado Erico, en Tebas (don<strong>de</strong> habiíaltan cien<br />
monges, gran<strong>de</strong>s siervos <strong>de</strong> Dios y muy un idos en la fé misma<br />
ycaridad), y habiendooido<strong>de</strong>cir déla vida que hizo el profeta<br />
Elias y san Juan Bautista en el <strong>de</strong>sierto, y que era cosa<br />
mas perfecta vivir en soledad, apartado <strong>de</strong> los hombres y<br />
pendiente <strong>de</strong> sola la provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios, que nó en la comunidad<br />
don<strong>de</strong> hay tantas ayudas y socorros; se <strong>de</strong>terminó<br />
á seguir lo que le <strong>de</strong>cian que era mas perfecto, y tomando<br />
algunos pocos panes que le podían bastar para<br />
cuatro dias, salió <strong>de</strong>l monasterio y entró en el <strong>de</strong>sierto, y<br />
vió una luz que iba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él guiándole, <strong>de</strong> que quedó<br />
algo turbado, no sabiendo lo qué era ni lo qué baria; y<br />
que estando en esto, había oido una voz que le dijo, que<br />
no temiese, porque era el ángel <strong>de</strong> su guarda que venia á<br />
guiarle en aquella jornada, la cual era muy agradable á<br />
Dios nuestro Señor. Dijo mas: que animado con aquella<br />
voz y con tan buena compañía, caminó por aquella soledad,<br />
como siete millas, hasta que llegó á una cueva : y<br />
queriendo saber si vívia allí algun solitario, llamó á la<br />
puerta, pidiendo que le bendijese el que estaba <strong>de</strong>ntro, y<br />
que habla salido <strong>de</strong> ella un venerable viejo en traje <strong>de</strong> ermitaño,<br />
con un rostro <strong>de</strong> mucha gracia y gravedad, y que<br />
cuando le vió se <strong>de</strong>rribó á sus piés haciéndole !a <strong>de</strong>bida<br />
reverencia; mas que el santo viejo le levantó <strong>de</strong> la mano<br />
diciendole: Tú eres Onofre, mi huésped é imitador: entra<br />
hijo, y persevera en lo que has comenzado, que Dios te<br />
ayudará: y que había entrado en la cueva y estado en<br />
compañía <strong>de</strong>l viejo algunos dias, aprendiendo <strong>de</strong> él la vida<br />
é instituto <strong>de</strong> les ermitaños; y cuando le pareció que ya<br />
oslaba bien ins'ruido, le dijo, que le quería llevar á otra<br />
cueva mas apartada en que habítase solo; porque esta era<br />
la voluntad <strong>de</strong> Dios, y así le llevó mas a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto<br />
cuatro dias <strong>de</strong> camino, don<strong>de</strong> hallando una palma cerca<br />
<strong>de</strong> una pobre choza, le dijo, que aquél era el lugar que<br />
Dios le tenia aparejado; y que estuvo treinta#anos con él,<br />
y cada año se veían una vez hasta que murió, y enterró<br />
su cuerpo allí junto á la choza en que vivía. Todo esto dijo<br />
el s:u!lo viejo Onofre á Pafnucio con particular instinto <strong>de</strong>l<br />
Señor para su edificación, y <strong>de</strong> oíros que <strong>de</strong> él 1Q oyesen,<br />
y porque sabia el fin para que Dios le había traído á aquella<br />
soledad; Admirado Pafnucio <strong>de</strong> la narración <strong>de</strong> Onofre,<br />
le preguntó; si en los principios , cuando comenzó aquella<br />
DIA 12.<br />
vida, había pa<strong>de</strong>cido gran<strong>de</strong>s molestias y dificulta<strong>de</strong>s;<br />
y el le respondió,- que habían sido tantas y tan terribles,<br />
que muchas veces había pensado perecer <strong>de</strong> hambre y do<br />
sed, y <strong>de</strong> frío y <strong>de</strong> calor; pero que viendo nuestro Señor<br />
su paciencia y sus ayunos y penitencia, le había enviado<br />
<strong>de</strong>spués su santo ángel que le traía el sustento cotidiano y<br />
un poco <strong>de</strong> agua: y que también aquella palma le daba al<br />
año doce racimos <strong>de</strong> dátiles, uno para cada mes: ¡os cuales,<br />
y algunas yerbas que comía, leperecian mas sabrosas<br />
y mas dulces que la miel. Todo esto tralaron los santos<br />
al pié <strong>de</strong>l monte don<strong>de</strong> se encontraron, y Pafnucio estaba<br />
contentísimo y olvidado <strong>de</strong>l trabajo que habia tenido en<br />
aquel camino por haber hallado á tan santo varón. Levantóse<br />
el santo viejo y díjole que se fuésecon él. Llevoleá BU<br />
choza ó cueva don<strong>de</strong> oslaba la palma, y vieron en medio<br />
<strong>de</strong> ella pan y agua. Dieron gracias á Dios y comieron siendo<br />
ya puesto el so!, y pasaron la noche en oración, aparlado<br />
el uno<strong>de</strong>l otro. Amaneció el día siguiente, y mirando<br />
Pafnucio el rostro <strong>de</strong> Onofre, le vió muy trocado <strong>de</strong> color<br />
y turbóse. Notó esto el santo viejo y díjole: Hermano Pafnucio<br />
no temas; porque el Señor que es misericordioso te<br />
ha enviado aquí para que entierres mi cuerpo; porque hoy<br />
acabo mi peregrinación y me voy al lugar <strong>de</strong> mí <strong>de</strong>scanso.<br />
Y si fuéres á Egipto dá cuenta á los monges <strong>de</strong> lo quo<br />
le he dicho, y <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s misericordias que he recibido<br />
<strong>de</strong> Dios, en cuya bondad confio hará muchas merce<strong>de</strong>s<br />
á los que se encomendaren á él, tomándome por su<br />
intercesor, porque así lo he pedido y suplicado. Díjole<br />
Pafnucio, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ser él muerto <strong>de</strong>seaba quedarse<br />
allí para vivir en aquel lugar; mas el santo viejo no vino<br />
en ello, diciendole que no era aquella la voluntad <strong>de</strong> Dios,<br />
sino que se informase <strong>de</strong> las vidas y ejemplos <strong>de</strong> los sanios<br />
que moraban por aquellos <strong>de</strong>siertos, y los narrase á<br />
los otros monges <strong>de</strong> Egipto para edificación, y que así se<br />
volviese á su primera habitación. Echóse Pafnucio á los<br />
piés <strong>de</strong>l santo viejo Onofre, y pidióle que le bendijese, y<br />
que suplícase' á nuestro Señor, que como se le había <strong>de</strong>jado<br />
ver en la tierra en carne mortal, se le <strong>de</strong>jase ver<br />
inmortal en el cielo. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberle dado Onofre su<br />
bendición, se puso do rodillas é hizo oración con ÜÍIÍÍJÍMI<br />
lágrimas y gemidos, ycayó en tierra su cansado cuerpo y<br />
diósu bienaventurado espíritu con gran<strong>de</strong> alegría á Dios.<br />
Oyéronse luego cantares <strong>de</strong> ángeles que alababan al Señor.<br />
Pafnucio hizo dos parles <strong>de</strong> su hábito, y con la una<br />
cubrió el cuerpo <strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> Onofre que tanto habia pa<strong>de</strong>cido<br />
y tan buen compañero habia sido <strong>de</strong> su dondita alma,<br />
y púsole en una piedra cavada á manera <strong>de</strong> cisterna y muchas<br />
piedras á la boca: y <strong>de</strong>seando quedarse allí y hacer<br />
su vida, don<strong>de</strong> san Onofre habia vivido, vió que en aquel<br />
mismo punto se había caido aquella pobre casilla en qm<br />
moraba o! sanio viejo y arrancado la-palma dé que comía:<br />
y así entendió que no era la voluntad <strong>de</strong> Dios que alií permaneciese.<br />
La muerte <strong>de</strong> san Onofre fué á los 12 <strong>de</strong>jnnio,<br />
y en este día le pone el Martirologio romano, y el Monoiogío<br />
<strong>de</strong> los griegos, y el libro <strong>de</strong> las vidas <strong>de</strong> los sanios<br />
padres, capítulo 32; y el car<strong>de</strong>nal Baronío en las anotaciones<br />
<strong>de</strong>l Martirologio hace mención <strong>de</strong> él. El tiempo que<br />
vivió, no sabemos cierto, ni quién fué cslePafnudo á quien<br />
el santo contó su vida, y le enterró; porque ha habido diversos<br />
Pafnucíos, y algunos <strong>de</strong> ellos mártires, y un insigne<br />
monge que vivió en tiempo <strong>de</strong> san AntonioAbad, y <strong>de</strong><br />
él hace mención t-an Atr.nasio en su vida, y <strong>de</strong>spués fué