Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DIA 6.
macilento, en razón de su prematuro nacimiento; con
todo no dejó de ejercitarle en la virtud, é instruirse en las
ciencias, especialmente sagradas, practicando desde la
edad de catorce años la vida que pudiera ct eclesiástico
mas ejemplar. Invertía lodos sus bienes en socorrer á los
pobres; amaba la castidad con particular afecto, aborreciendo
á los lascivos; guardaba un continuo ayuno, haciéndolo
á pan y aguaon todos los sábados y vigilias de las
festividades de la santísima Virgen. El papa Eugenio tercero
lo condecoro con la insignia de cardenal, pero no
epiiso admitirían suprema dignidad, confesándose indigno
de ser príncipe de la Iglesia. Acompañó á su hermano
Eduardo, que sucedió á su padre en la corona, en la espedicion
que aquél hizo conlra con los moros, siendo nombrado
general del ejército. Entregóse volunlariamenle á
los moros en rehenes, junio con algunos personajes esclarecidos
de Portugal. Murió en el cautiverio después de seis
aílos que lo estaba sufriendo, el ano 1443.
Los SANTOS MARCIANO, NICANOR, APOLONIO Y OTROS COM­
PAÑEROS, TODOS MABTIRES.—Entre las víclimas ilustres que
segó el hacha de la persecución en el Egipto, durante el
reinado de Maximiano Galerio, fueron estos santos de los
que mas se distinguieron por su heroica constancia, y por
el gozo con que so presentaron en el altar del sacrificio.
Su martirio fué seguido de una serie de portentos que refiere
un autor antiguo, en la relación que nos ha dejado de
los suírimienlos de estos santos, y de los milagros con que
el cielo alesfiguó la santidad y la gloria de sus siervos.
SVN SANCHO, MÁRTIR. —Fué discípulo de san Eulogio, y
|lió la vida gloriosamente por Jesucristo. Era noble, caló-
'Co, francés de nación, natural de Albs, cerca los Pirineos,
esdtí donde fué traído cautivo á Córdoba, Probablemente
fué Sl> cauliverio el ano 84ü, con motivo de la guerra que
AMerraman II tuvo con Carlos el Calvo, rey de Francia, Poco
después alcanzó libertad, y fué admitido en el palacio por
paje del rey. 3Ianteníasc á su sueldo, como oíros muclios
mancebos que servian en la casa real, criándose en los
ejercicios de la disciplina militar, de cuyo número fué
José, hermano menor de san Eulogio. No consta, sin embargo,
de eslos cristianos ni oíros ningunos de los que servian
á los moros, forzados de la dominación, que. ayudasen
á los reyes en sus guerras contra los cristianos, ni en
otra cosa ninguna que los hiciese reos de infidelidad á Dios
ui á su ley. El santo mozo no abusó de su libertad, ni de
las ventajas de su nobleza, ni de la renta que ponía el rey
en su mano: tenia lodo esto por lo que ello es,, fatuidad y
locura délos hombres. Sancho aspiraba solo á la libertad
del espíritu, á la hidalguía de los hijos de Dios, á los bienes
que siempre duran. Muy léjos estuvieron de él la vanidad,
la lisonja, el deseo de ser mas en el mundo, y otros
defectos, que pierden regularmente á los que se arriman
a los grandes y poderosos del siglo. A paso largo corría
cste satilo por ei camino angosto de la perfección, mirmuio
con espanto los ullrajes que se hacían á la verdad de nuesl|,a
santa fé, cuando inflamado en amor del martirio,
dentado con el ejemplo reciente de otros santos compa-
^ros suyos, confesó en público la fé de cristiano , ofre-
'•'éndose á dar la vida por ella. Sintieron el atrevimienlo
y el desprecio del sanio joven, y habiéndola preso,
lo llevaron al juez. Tratólo esle no solo de infamador de
su ley, sino también de traidor al rey, y desleal al que de
esclavo lo habia hecho libre, y de enemigo soldado de su
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guardia, y sin esperar mas formalidad, mandó que al
punto le cortasen la cabeza. Aceptó el sanio la pena como
premio de su constancia, y la sentencia se ejecutó el día 5
de junio del año 831, en la ciudad de Córdoba en España,
Pusieron sucuerpo colgado en un palo junto aldesan Isaac,
los cuales, con otros seis que murieron después, ya medio
podridos, los quemaron el día 11 de junio, y echaron sus
cenizas en el rio Guadalquivir,
Los SANTOS FLORENCIO, JULIÁN, CIRÍACO, MARCELINO T
FAUSTINO, MÁRTIRES.—No se sabe la patria de estos sanfosv
y por qué fueron companeros de una multitud de tormén
los que sufrieron juntos, todos constantes, lodos igualmente
alegres de padecer por la fé de Jesucristo. Parece fuera
de duda que acabaron su vida con el martirio en Perusa,
durante el reinado del emperador Decio, En la misma ciudad
se edificó después una iglesia en honra suya, que lleva
el nombre de San Florencio, y en la cual descansan sus
reliquias.
LAS SANTAS ZENAIDA, CIRIA, VALERIA Y MAHCTA, MÁRTI­
RES.—Eran naturales de la ciudad de Cesárea en Palestina,
y vivían en ella en tiempo de las primeras persecuciones.
Un cristiano fervoroso las instruyó en la doctrina do
Jesucristo, y luego que la conocieron, hiciéronse bautizar.
Vivían después retiradas del mundo, ocupándose en ejercicios
de santo fervor, rogando á Dios hic iese cesar la cruel
persecución que pesaba sobre el pueble cristiano, cuando
á pesar de su retiro, fueron descubiertas y llevadas al tribunal
del prefecto. Fué heroico su valor, y la intrepidez
con que dijeron, que primero renunciarídii á la vida ántes
queá la religión (jue profesaban; y no podiendo hacerlas
variar de propósito ni los halagos ni las amenazas, después
de ser afligidas con repelidos suplicios, fueron degolladas
, y sus almas volaron á imirse con su celestial
Esposo.
DIA C.
SAN NOKBERTO, ARZOBISPO Y CONFESOR.—Nació san Norberlo
en un pueblo cerca de la ciudad de Colonia llamado
Xanclis, anliguamente Troya. Su padre se llamó Heriberlo,
su madre Eduvigis, personas ilustres y ricas. Estando
su madre preñada de él, oyó en sueños una voz que le
dijo: Ten ánimo, que el hijo que tienes en tus entrañas ha
de ser arzobispo. Nació Norberlo, creció y esludió; é hizose
cortesano, primero en casa del arzobispo de Colonia Federico,
y después en la corle del emperador Enrique. Era
de todos muy amado, y bien quisto por su nobleza, riquezas,
y blanda y afable condición: y viendo que le corrian
prósperos vientos, tendió las velas y engolfóse en las vanidades
del siglo, y dióse á sus gustos y contentos, haciendo
castillos en el aire, y pensando cómo pe dia acrecentar
aquella (pie él tenia por felicidad. Pero como el
mundo sea engañoso, y la ambición no ler.ga término, y
los gustos de las cosas cu la tierra sean breves, y mez( lados,
con tantos disgustos y amarguras, no hallaba Norlvrlo
lo que buscaba, ni puerto de quietud en golfo lan bravo
y lempesluOíO. Por aquí le comenzó Dios á despertar
para que conociese que la paz de su alma estaba en solo
Dios, y la procurase buscar y hallar en él, y servirle con
fanlo y mas cuidado que ánlcs había servido al mundo.
Ordenóse de misa, dejó los vestidos ricos y regalos que
llevaba, y vistióse de un paño grosero y baslo, y dio do