Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DÍA n.
JUNIO.
Madriz, en la diócesis do su inisina patria. Fue el pi uuer
abad de esla casa, en la que hizo revivir lodo el fervor de
los antiguos solitarios. El don de milagros y de profecía
con que el cielo le enriqueció , difundieron la fama de su
santidad, y en poco tiempo vió bajo su dirección mullilud
de personas que aspiraban á la perfección cristiana. Leulf'
ido murió en paz el dia 20 de junio del año T;?8.
SAN ALBANO, MÁRTIH.—En tiempo del emperador Diocleciano,
fué este santo desde una isla vecina á Italia, y
se estableció en Milán, donde se hizo notar por su celo y
y caridad con los santos confesores que eran llevados al
martirio. Después por huir de la persecución se trasladó a
Maguncia, donde fué preso, y confesando valerosa y enérgicamente
á Jesucristo, alcanzó la palma del martirio y la
corona de la vida eterna.
SAN URSISCINO, OBISPO T CONFESOR. — Parece que fué
natural de Italia y el séptimo obispo de Pavía. Desde su
primera edad se dedicó al servicio de la Iglesia, siendo
por sus insignes costumbres y por sus aventajados conocimientos
querido y admirado de todos. Vivió en continua
penitencia y mortificación, y se esmeró tanto en el cuidado
[íSstoral de sus ovejas, que á casi todas ellas las arrancó
de las tinieblas de la idolatría, en los treinta y tre.^ años
que estuvo al frente de su rebaño. Eos pobres eran su fa-
'nilia y les daba cuanto tenia, viéndose á veces en la precisión
de mendigar para su propio sustento. Fué perfecto
en lodo , y murió saniamente el dia 21 de junio del año
2lG, en la misma ciudad de Pavía, donde está enterrado.
SHN MARTIN, OBISPO Y CONFESOR.—Estando vacantes
las sillas episcopales de Tungres y de Trcveris, fué este
8anlo elegido obispo de ambas iglesias por elección del
c|ero y del pueblo. Ya ánlcs de ser elevado á tan alta dig-
Hdad, era ilustre por su celo y por los milagros que ha-
CW. Durante su pontificado emprendió la conversión de la
Hasbania , y efeclivamonle logró desterrar de ella al error
y cimentar la religión cristiana. Granjeáronle muchos admiradores
sus virtudes, y sobre todas la caridad, con que
no solo perdonaba á sus enemigos, sino la solicitud con
que procuraba atraérselos por medio de beneficios. Llegó
á una edad muy avanzada, y murió en Tungres, el afio
Su cuerpo fué sepultado en la basílica de Santa Marta,
que él mismo habia mandado levantar, y que ha sido
teatro de muchos y grandes milagros.
Los SANTOS CiniAco v APOLINAR, MÁRTIRES.— Estos
sánlos derramaron su sangre por la fé en África, en compañía,
según parece, de oíros muchos cristianos, que fue
ron sacrificados á la brutalidad de los idólatras.
SAN RUFINO y SANTA MARCIA , MÁRTIRES.—Murieron en
Siracusa de Sicilia, por no querer abandonar la religión
^e Jesucristo. De estos santos y los anteriores nada se
Pujide saber mas que sus nombres y el lugar de su martu'io>
por no parecer las actas de su vida y muerte en nin
8üna parle
^NTA DEMETRIA, VÍRGEN Y MÁRTIR.—Natural de Ro-
^ bermana de santa Bibiana, ó hija de santa Dafrosa y
¡k san Elaviano, siguió á toda su familia en la corona de
la gloria. En tiempo de Juliano Apóstata fué presa por
no querer abjurar su fé, y no pudiendo vencerla ni con
caricias, ni amenazas, fué condenada á ser decapitada.
Ejecutóse su sentencia el (lia '21 de junio del año 362.
SAN TKRENCIO, OBISPO I MÁRTIR.—Era sobrino de san
B^'nabó, apóstol, y uno de los setenta discípulos del Sal-
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vador. Fue ordenado y consagrado por san Pedro, obispo
de Iconio en Licaonia / cuyas regiones convirtió á la fó d»
Jesucristo. Escribió una epístola á la Iglesia de Roma, en
que daba noticia de sus trabajos apostólicos, cuya epístola
se leia en los primeros tiempos como canónica. Ilustró su
apostolado con muchos milagros, y en una de las primeras
persecuciones que se levantaron coníra la Iglesia, selló
su predicación con su preciosa sangre, muriendo por los
últimos años del siglo I.
DIA 22.
SAN PAULINO , OBISPO DE NCLA. —La vida de san Paulino,
obispo de Ñola, sacada desús mismos escritos, y do
loque los santos Ambrosio, Gerónimo, Agustino y Gregorio,
papa, doctor de la Iglesia, de él escribieron, y
Uranio, que se halló en su muerte, san Severo Sulpicio, su
contemporáneo , san Givgorio Turonense y oíros santos
refieren, es de esta manera.
Fué san Paulino de nación francés: nació en la ciudad
de Burdeos, en la provincia de Gascuña : sus padres fueron
caballeros romanos muy ilustres y muy ricos, y dejaron
á su hijo grandes rentas, heredades y posesiones.
Siendo mozo, con gran cuidado se dió á las letras humanas,
y tuvo por maestro á Ausonio Galo, excelente poeta
y muy estimado en aquellos tiempos, y alcanzó tan extremada
elocuencia, elegancia y copia de palabras y sentencias
en el escribir, que san Gerónimo, habiendo leido
una oración suya que le envió en defensa del emperador
Teodosio , le alaba sobremanera, y exhorta á darse al estudio
de las divinas letras, para que juntándolas con las
humanas, venga á oscurecer á los otros escritores de la
Iglesia, con el resplandor y elegancia de su elocuencia; y
añade estas palabras: «Dichoso Teodosio, que es de tal
orador de Cristo defendido. Tú has ilustrado tu púrpura,
y la utilidad de sus leyes has consagrado á los siglos venideros.
Si ahora que eres nuevo en la guerra son tale»
tus principios , cuando serás soldado veterano, ¿qué serás?
Grande es tu ingenio é infinita la copia de tus palabras.
Ilablas fácil y puramente, y esta facilidad y pureza
están acompañadas con prudencia ; porque cuando está
sana la cabeza, lodos los sentidos tienen vigor. » Esto os
de san Gei óuimo.
Fué casado san Paulino con una señora principal llamada
Tcrasia; y fué cónsul y prefecto de la ciudad de
Roma : y lodos lenian en él puestos los ojos, así por su
sangre, riquezas y dignidad, como por sus singulares letras
y loables costumbres. No tuvo hijos de su mujer: ánles
se dieron tanto los dos al recogimiento y devoción,
que de común consentimiento determinaron apartarse y
vivir como hermanos, y entregarse totalmente al Señor,
dando de mano á lodos los deleites y gustos de la carne.
Estando en este propósito vino Paulino á España, y estuvo
algún tiempo en la ciudad de Barcelona, donde polla
grande instancia que todo el pueblo le hizo, el obispo
Lanipio, contra la voluntad del santo, le ordenó de presbítero.
Y aunque él por su humildad deseaba mas comenzar
á servir á la Iglesia de sacristán, como él mismo lo
escribe, todavía bajó ta cabeza por entender que aquella
era ordenación del SjBfior. Vino después á Italia con Tcrasia,
ya su buena hermana: y pasando por Milán, comunicó
sus deseos con san Ambrosio ; y con sus amoneslac io-