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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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92 LA LEYENDA DE ORO.<br />

bir una carta tan claramente falsa ? Me publica por santo,<br />

y soy el mayor pecador <strong>de</strong>l mundo. Rasgue la carta, que<br />

con mentira quiero enviar á Ñapóles. Quedó el sacerdote<br />

pasmado , y mas <strong>de</strong>l humil<strong>de</strong> concepto que concebia Félix<br />

<strong>de</strong> sí mismo. En otra ocasión, conversando familiarmente<br />

con san Félix un confesor, le dijo : Félix , tres y cuatro<br />

veces feliz y dichoso. No permitió el siervo <strong>de</strong> Dios , que<br />

pasase mas a<strong>de</strong>lante•, antes le dijo: No me digas tres y<br />

cuatro veces feliz ; sino tres y cuatro mil veces malvado.<br />

¿ Qué diremos <strong>de</strong>l celo que tuvo Félix <strong>de</strong> la virtud <strong>de</strong> la<br />

pobreza ? Todo el discurso <strong>de</strong> su vida llevó un hábito estrecho<br />

, corto, y por <strong>de</strong>ntro y fuera remendado : si en algún<br />

rincón <strong>de</strong>l convento hallaba algún remiendo <strong>de</strong> paño<br />

viejo , lo guardaba para ponerlo en su hábito, y solia <strong>de</strong>cir,<br />

que aquellos pedazos eran sus brocados. En aquel<br />

poco tiempo <strong>de</strong> su vejez, que por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus superiores<br />

llevaba sandalias, eran tan rotas, que apenas podian <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rle<br />

sus piés. En la celda no tenia mas alhajas que<br />

una cruz <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y las alforjas pendientes <strong>de</strong> una eslaca.<br />

Al dinero tenia tal aborrecimiento, que poniéndole un<br />

dia un colegial, llamado Marino, una moneda <strong>de</strong> piala en<br />

la alforja, sin advertirlo el siervo <strong>de</strong> Dios , exclamó luego:<br />

i Jesús, Jesús, Jesús 1 La serpiente, y nó otra cosa,<br />

está en la alforja: ¡ ó qué peso! Retiróse al pórtico <strong>de</strong> la<br />

iglesia <strong>de</strong> San Eustaquio , y <strong>de</strong>scargó toda la alforja <strong>de</strong>l<br />

pan, y vista la moneda , la echó al lodo, y con el <strong>de</strong>sprecio<br />

<strong>de</strong>mostró bien el afecto que tenia á la santa pobreza.<br />

A esta virtud añadió, como á fiel compañera, la obediencia<br />

; pues apenas se vistió el santo hábito, se <strong>de</strong>snudó<br />

<strong>de</strong> su propio querer, sujetándose á la disposición <strong>de</strong><br />

los prelados, sin alegar jamás excusas, ni <strong>de</strong>mostrar repugnancias<br />

; <strong>de</strong> manera que los prelados andaban advertidos<br />

en no manifestar aun <strong>de</strong> burlas su voluntad, porque<br />

laego Félix recibia cualquier dicho <strong>de</strong> ellos, como si fuesen<br />

rigurosos preceptos. Sin el consentimiento y voluntad<br />

expresa <strong>de</strong> los superiores no obraba cosa alguna, aunque<br />

perteneciese á su ministerio, ó á la caridad <strong>de</strong> los enfermos.<br />

Era pronto en <strong>de</strong>jar su propio parecer, y no emprendía<br />

mortificación alguna, que primeramente no tuviese<br />

el mérito <strong>de</strong> la santa obediencia. Vióse ser así, cuando<br />

un guardián, para hacer mayor prueba déla virtud <strong>de</strong> Félix<br />

, le impidió los ayunos <strong>de</strong> pan y agua, que hacia todas<br />

las semanas; pues sin turbarse y rin repugnancia recibió<br />

la ór<strong>de</strong>n, y con la misma satisfacción que ántes ayunaba,<br />

comia <strong>de</strong>spués lo que le ponian <strong>de</strong>lante : y viendo entonces<br />

el prelado la obediencia y rendimiento <strong>de</strong> Félix, le dio<br />

licencia para volverá sus abstinencias acostumbradas. Or<strong>de</strong>nóle<br />

también el car<strong>de</strong>nal protector, que <strong>de</strong>jase la austeridad<br />

<strong>de</strong> andar <strong>de</strong>scalzo : ejercicio que habia practicado<br />

con consentimiento <strong>de</strong> los prelados por muchísimos años:<br />

no obstante , recibido el precepto <strong>de</strong>l eminentísimo protector<br />

, buscó sandalias para sus piés, y no hallándolas<br />

hasta la mañana, le ocurrió la duda si habia cumplido con<br />

su obligación , por la tardanza. Manifestóla á su superior,<br />

y le respondió: Cuando falta la posibilidad, basta la prontitud<br />

<strong>de</strong>l ánimo.<br />

Rrilló no ménos en el alma y cuerpo <strong>de</strong> san Félix la<br />

virtud <strong>de</strong> la castidad, mostrándose en todas sus acciones<br />

inocente y casto. Cuantos en el siglo le conocieron, fueron<br />

testimonio <strong>de</strong> su pureza. No so vió jamás que levantase<br />

los ojos para mirar el rostro <strong>de</strong> ninguna mujer. Las<br />

DIA 18.<br />

avecillas que se <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñan <strong>de</strong> andar por la tierra inmunda<br />

, volando por el puro elemento <strong>de</strong>l aire, se mostraban<br />

muchas veces con san Félix muy familiares. Hallándose<br />

una vez <strong>de</strong>scansando en la huerta , unas volaban al re<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> él, otras se le ponian sobre su cabeza: unas llegaban<br />

á sus hombros, otras le ro<strong>de</strong>aban el pecho, lisonjeándole<br />

con sonoro canto. Hallándose en la casa <strong>de</strong> cierta mujer<br />

<strong>de</strong>vota <strong>de</strong> la ór<strong>de</strong>n, llamada Magdalena Tilillina, tomando<br />

san Félix un pedazo <strong>de</strong> pan en sus manos, vinieron<br />

unas avecillas á cogerle las migajas que le caian do<br />

sus manos. Para conservar san Félix esta heroica virtud<br />

<strong>de</strong> la pureza, cual otra azucena , que se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> con las<br />

espinas, <strong>de</strong>fendía á su cuerpo con los abrojos <strong>de</strong> ayunos;<br />

pues observaba exactamente las siete cuaresmas <strong>de</strong> su seráfico<br />

patriarca , y sin estos hacia cada semana tres ayunos<br />

con solo pan y agua, y también en todas las vigilias<br />

<strong>de</strong> la Virgen santísima y en los tres últimos dias <strong>de</strong> la semana<br />

santa. Poquísimas veces comia carne, ni bebia vino:<br />

y cuando era constreñido á subvenir la necesidad <strong>de</strong>l<br />

cuerpo, echaba agua ó ceniza en la comida, y siempre<br />

tomaba los mendrugos ó zoquetes <strong>de</strong> pan mas duro, teniéndolos<br />

aun como á regalo. Persuadiéronle los religiosos,<br />

movidos <strong>de</strong> caridad, que comiera un poco <strong>de</strong> pan mas<br />

tierno; pero nunca, aunque viejo, con<strong>de</strong>scendió, diciendo<br />

que era sobrado regalo, y que el pan duro y negro era<br />

mejor para los religiosos, y el pan tierno y blando se administra<br />

en las mesas <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s. Con lo erizado <strong>de</strong>l<br />

invierno se le abrían los talones <strong>de</strong> sus piés, sacando <strong>de</strong><br />

ellos mucha sangre ; y la medicina que aplicaba, era coser<br />

las extremida<strong>de</strong>s con un cor<strong>de</strong>l, con cuyo remedio m-.s<br />

acrecentaba el dolor que curaba la llaga. El sueño que tomaba<br />

era tan breve que no pasaba do dos horas, y tan<br />

incomodado, que dormia sin exten<strong>de</strong>r el cuerpo , teniendo<br />

por almohada un ma<strong>de</strong>ro , ó unos sarmientos, y unas<br />

tablas por <strong>de</strong>scanso, pero llegando á la ancianidad, puso<br />

por obediencia sobre ellos un poco <strong>de</strong> paja. ¿Qué diré <strong>de</strong>l<br />

rigor <strong>de</strong> sus disciplinas? Tres veces <strong>de</strong> dia y otras tantas<br />

<strong>de</strong> noche las tomaba en la bóveda <strong>de</strong> los difuntos , ó en<br />

la iglesia, y se encarnizaba con tanto rigor contra el cuerpo,<br />

que quitándose el hábito no <strong>de</strong>jaba en él parle sana.<br />

Fué esto una vez observado <strong>de</strong> fray Anselmo, que escondido<br />

en lugar secreto, para esplorar los rigores <strong>de</strong> sus<br />

disciplinas , le vió entrar ántes <strong>de</strong> los maitines en la bóveda,<br />

y <strong>de</strong>snudándose el hábito, daba profundos suspiros<br />

, y hablando con los difuntos hermanos allí sepultados,<br />

les <strong>de</strong>cia: Vosotros habéis corrido ya vuestra carrera y<br />

hecho vuestro <strong>de</strong>ber; la imitación <strong>de</strong> vuestros rigores queda<br />

á mi cargo. En otra ocasión el padre Alonso Lobo, varon<br />

insigne en letras y en virtud, cuyo cuerpo quedó <strong>de</strong>spués<br />

sepultado en el convento <strong>de</strong> capuchinos <strong>de</strong> Barcelona,<br />

llamado Monte Calvario, queriendo certificarse <strong>de</strong> los sangrientos<br />

ejercicios que hacia san Félix por la noche en la<br />

iglesia , se escondió <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pulpito, y vió que Félix se<br />

postraba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l altar mayor, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> unos <strong>de</strong>votos<br />

y fervorosos coloquios acompañados <strong>de</strong> suspiros, se<br />

<strong>de</strong>spojó el hábito con tanto fervor, que por largo espacio<br />

<strong>de</strong>scargó sobre sus carnes fuertes golpes con una áspera<br />

disciplina; tanto, que no pudiendo el corazón <strong>de</strong>l venerable<br />

Alonso sufrir tan cruel <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> disciplinas, levantó<br />

la voz y dijo: Basta, basta, fray Félix, no mas, no mas.<br />

Quedó el siervo <strong>de</strong> Dios afligido <strong>de</strong> verse <strong>de</strong>scubierto, y<br />

conociendo por la voz que era el padre Lobo, le dijo:

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