Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DÍA 8. JULIO. 317
SAN ILIDIO, OBISPO.—Floreció durante los primeros siglos
del cristianismo, y elegido por el clero y el pueblo
obispo de Auvergne, gobernó santamente su Iglesia en
santidad. Su mas ardiente deseo era alcanzar la palma
del martirio ; pero á pesar de su celo é intrepidez en irapugnar
á los enemigos de la religión cristiana, tuvo que
contentarse con sufrir varias persecuciones por Jesucristo,
y murió en paz, llorado de todas sus ovejas que lo querían
como á su padre.
SAN PEDRO FOUERIO , CONFESOR.—Fué francés de nación
é bijo de padres piadosos. Su amor al retiro y su horror
al pecado, le bicieron retirarse en el sagrado del claustro,
en donde anduvo á pasos agigantados por los caminos de
la perfección. En los canónigos regulares del santísimo
Salvador, cuyo instituto habia abrazado, fué modelo de
todas las virtudes y resplandeció en el don de milagros
antes y después de su muerte. Su vida fué una continuada
serie de privaciones y penitencias, y murió santamente en
Gray de Borgofia, donde fué enterrado y se veneran todavía
sus preciosas reliquias.
SAN CÓNSUL, OBISPO Y CONFESOR.—Nació en Nusia, ciudad
déla Germania inferior. Habiendo pasado áItalia durante
el siglo V, fué tan grande la admiración y respeto
que se atrajo por sus-virtudes y su sabiduría, que cuando
vacó la silla episcopal de Como, fué elegido y consagrado
obispo. No dejó nunca de alimentar á sus ovejas con
W pan de la divina palabra y de dirigirlas por todos los
'"ediosá la vida eterna. Cuando los bárbaros invadieron la
HfllHa:, Cónsul fué mediador entre vencedores y vencidos,
Y libró á su grey de muchas calamidades. Por fin, carga-
J^0 de aflosy do merecimientos, fué llamado á la patria ceíes(¡al
y murió en Como el dia 7 de julio del aíio 493, des-
PUas de un largo pontiíicado.
DIA 8.
SANTA ISABEL, REINA DE PORTUGAL.-La santa y csclarecida
rema de Portugal dote Isabel, fué espejo de reinas y
un dechado y vivo retrato de princesas casadas; porque
supo juntar con la grandeza y majestad de su estado , la
pequenez y humildad de Cristo,y mereció por sus raras
virtudes ser tenida y reverenciada como santa, y así condene
que escribamos su vida, para que las grandes sefiorí>s
se ajusten con ella é imiten los ejemplos de sus admirables
virtudes y las mujeres de mas baja condición se
curr;iti, considerando que no hacen ellas, lo que hizo
santa Isabel, siendo reina; cuya vida, sacada de
"n libro antiguo, auténtico , y de la crónica de la Orden
del bienaventurado padre san Francisco, es de esta
"utilera.
Pué santa Isabel hija de don Pedro, tercero de este
Qttjbre , noveno i'ey de Aragón y déla reina doña Cons-
^"cia, su mvijer, hija de Manfredo, rey de Sicilia , que
J** Mío del emperador Federico, segundo de este nom-
^, e- Nació esta santa reina el año de 1271, reinando en
*fa8Wi don Jainm, llamado el Conquistador abuelo suyo,
Cu'd la crió con particular amor, hasta que falleció,dedr
8 ('0 c'ncoarios' Y e' rein0 ^ don Pedro su hijo, pai(1
de lasanta. Desde niña comenzó luego á resplandecer,
V|i,tiid) devoción y amable condición ; y de ocho años
P Zll',a Ja el oficio divino, sin dejarlo hasta que murió,
'""y compasiva, amiga de ayunar, de hacer limosna
y de remediar á los pobres en todo lo que podia. Era honestísima
y de una pureza angelical y menospreciadora
de todas las cosas caducas y transitorias. Siendo de edad
de once años la pidió á su padre por mujer don Dionisio,
rey de Portugal: y él aunque sintió mucho apartar de su
reino cosa que tanto amaba; acordó de dársela y so celebraron
las bodas. De este matrimonio nació don Alonso,
que sucedió á su padre don Dionisio en el reino de Portugal
y doña Constancia que fué reina de Castilla. No se desvaneció
santa Isabel, por verse sentada en el trono rea!,
acatada y servida de los grandes, señores y caballeros de
lodo su reino , antes reconociendo aquella grandeza del
rey soberano, y sabiendo la cuenta que le habia de dar
de ella, se humillaba mas y acrecentaba la oración y los
ejercicios de devoción, que en casa de sus padres habia
acostumbrado. Tenia sus horas repartidas paraoir misa,
rezar sus horas y las otras devociones. Ao gastaba el
tiempo en recreaciones vanas y entretenimientos supéríluos,
sino (cuando alguno le sobraba) en labrar y hacer
labrar á sus damas cosas que sirviesen para el altar. Era
muy templada en el comer, modesta en el vestir, benigna
en el conversar, y en gran manera d;ula al culto divino.
Luego por la mañana rezaba maitines y oia misa cantada
en su capilla, que tenia muy adornada de ricos y
preciosos ornamentos , y mucho mas de honestos y virtuosos
capellanes y excelentes cantores, y cada dia iba á
ofrecer en la misa al tiempo que cantaban la ofrenda y
puesta de rodillas besábala mano al sacerdote y recibía su
bendición con increíble voluntad y devoción. Acabada la
misa, rezaba las horas canónicas y las de nuestra Seilora,
y el oficio de los finados. A la tarde oia vísperas todos los
dias, y rezaba otras devociones y tenia sus horas señaladas,
en que se relraia en su oratorio, para leer algunos
libros espirituales, y darse á la contemplación y oración
mental, en la cual era muy regalada del Señor, y ella
se enternecía con él, y derramaba muchas lágrimas, pidiéndole
perdón por sus culpas y por las del rey su marido
y de su reino. Ayunaba siempre la cuaresma de nuestra
Señora, cuarenta dias antes de la fiesta de su gloriosa
asunción y luego el dia después de esta festividad comenzaba
á ayunar la cuaresma de los ángeles. Ayunaba
asimismo el adviento y ordinariamente li es dias en la semana
y muchas vigilias de santos por su devoción: los
viernes, sábados , las vigilias de nuestra Señora y de los
apóstoles, á pan y agua, y ayunara mas si el rey no le
fuera á la mano. Visitaba muchas veces á pié las iglesias
y monasterios de los religiosos y religiosas de santa vida.
Confesábase muy á menudo, y recibía el santísimo
Sacramento del altar con singular reverencia, lágrimas y
devoción. Finalmente en todo lo que locaba al gobierno de
su persona y á la aspereza de su vida y al amor y trato
familiar con Dios, mas parecía santa Isabel una religiosa
perfecta, que reina poderosa. Pero no era menor la caridad
que la santa reina tenia con los pobres y el celo del
bien de sus vasallos. Tenía mandado á su limosnero que á
ningún pobre negase limosna. Proveía cada año á tod( s
lo.- monasterios de los menores y de los predicadores y á
los de las monjas de todo el reino de Portugal, de la cantidad
de trigo que habían menester y á otros muchos fuera
del reino hacia grandes limosnas. A los pobres peregrinos
y caminantes cvlranjeros mandaba dar posada y de vestir,
cuando tenían necesidad; y eran muches lo? que ve-