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jiirndo; \m'0 si simios uno y dices olro, y con todo e?o has<br />
jurado, Dios le con<strong>de</strong>ne por el juramenlo que has hecho<br />
Después <strong>de</strong> eslo procuró Arrio con increíble fuerza é instancia<br />
ser admitido <strong>de</strong>l santo obispo <strong>de</strong> Constantinopla,<br />
Alejandro, á la coiminion <strong>de</strong> la fé católica; para lo cual se<br />
valió <strong>de</strong> la autoridad <strong>de</strong>l emperador y <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong> sus<br />
soldados, <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> los obispos arrianos y <strong>de</strong> gran parte<br />
<strong>de</strong>l pueblo que los seguia. Mas el santo prelado Alejandro,<br />
como sabia la verdad, y que Arrio no era oveja <strong>de</strong>l<br />
Sefior, sino lobo carnicero y cruel que le quería <strong>de</strong>spedazar,<br />
se <strong>de</strong>terminó á morir mil muertes ánles que darle entrada<br />
en la Iglesia; y <strong>de</strong>jando aparto los libros y argumentos,<br />
las armas y todos los otros medios humanos, acudió<br />
á Dios, como á <strong>de</strong>fensor y protector <strong>de</strong> su Iglesia, diese<br />
á penitencia y oración, encerróse en un templo que se llamaba<br />
<strong>de</strong> la Paz, postróse <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l altar, y con el rostro<br />
en el suelo, <strong>de</strong>rramando muchas lágrimas, perseveró muchos<br />
días y noches en oración, y dijo á Dios estas palabras<br />
: Señor mió , olorgadme que si la íé (pie yo tengo es<br />
verda<strong>de</strong>ra, como es Arrio autor <strong>de</strong> todos estos males, pague<br />
con la pena su mal. Con esta oración, y con la ¡pie hizo<br />
todo el pueblo católico, y ayunando siete días continuos<br />
por consejo <strong>de</strong> aquel gran patriarca Jacobo, obispo <strong>de</strong> Nicebis,<br />
que á la sazón se halló en Constantinopla, Dios visiblemente<br />
castigó á Arrio con un vergonzoso y horrible<br />
castigo, porque yendo una mañana armado y acompañado<br />
<strong>de</strong> mucha gente para entrar en la iglesia con violencia,<br />
queriendo satisfacer á una necesidad natural que le apretó,<br />
echó las entrañas como otro Judas, y dió su infeliz alma á<br />
Satanás, quedando atónitos y confusos los herejes que le<br />
acompañaban, y los católicos admirados y animados con<br />
esta tau particuíar provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Señor; y <strong>de</strong>jando en el<br />
mundo la semilla <strong>de</strong> sus errores y un incendio tan lastimoso,<br />
que con muchos rios <strong>de</strong> lágrimas y <strong>de</strong> sangre apenas<br />
se pudo apagar. Poco <strong>de</strong>spués murió el emperador<br />
Constantino, y tratóse <strong>de</strong> restiluir á san Atanasio, el cual,<br />
habiendo estado en su <strong>de</strong>stierro dos aüos y cuatro meses,<br />
volvió á su iglesia con cartas muy honoríficas <strong>de</strong> Constan <br />
tino, el Mozo, que gobernaba aquella provincia <strong>de</strong> Francia,<br />
y había sucedido con sus dos hermanos, Constantino y<br />
Constante, en el imperio á su padre.<br />
Esto es en suma lo que sucedió á Atanasio en tiempo <strong>de</strong>l<br />
gran Constantino, el cual fué engañado y se <strong>de</strong>jó llevar<br />
<strong>de</strong> los obispos arrianos en la con<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> Atanasio, pensando<br />
que con ella se sosegara aquella tempestad y tuviera<br />
paz la Iglesia; todavía, como era príncipe católico y celoso<br />
<strong>de</strong> nuestra santa religión, no tuvieron mano en su tiempo<br />
jos herejes, para hacer contra ella lo que <strong>de</strong>seaban, como<br />
la tuvieron en tiempo <strong>de</strong> Constancio, su hijo, que era, como<br />
dijimos, tocado ya <strong>de</strong> aquella pestilencia, y <strong>de</strong>scubiertamente<br />
la favoreció, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> sus dos<br />
hermanos, Constantino y Constante, quedó con todo el imperio<br />
y afligió á la Iglesia católica sobremanera. Y puesto<br />
caso que <strong>de</strong>seaba echar <strong>de</strong> Alejandría á Atanasio, por ser<br />
tan contrario 'á sus intentos, no se atrevió á hacerlo por<br />
razón <strong>de</strong> estado; porque habia venido á ella con cartas <strong>de</strong><br />
Constantino, su hermano mayor, á quien tenia respeto y<br />
no quería darle ocasión <strong>de</strong> disgusto, reservando el hacerlo<br />
á su tiempo. Pero como los enemigos <strong>de</strong> Atanasio eran tan<br />
furiosos y violentos, y no podían sufrir lauta dilación para<br />
<strong>de</strong>spojarle <strong>de</strong> su dignidad é iglesia, enviaron sus embajadores<br />
al romano pontífice Julio y á los emperadores Cons-<br />
LA LEYENDA DE ORO. PÍA $1<br />
tanlino y Constante, contra Atanasio, pensando que por<br />
estar lejos no sabrían la verdad <strong>de</strong> lo que pasaba, y podrían<br />
mas fácilmente persuadirles contra el santo sus calumnias<br />
y mentiras. Mas ellos fueron <strong>de</strong>sechados <strong>de</strong> los<br />
emperadores como merecían; y el papa Julio, aunque estaba<br />
enterado <strong>de</strong> la verdad , para averiguarla mejor convocó<br />
un concilio (como los embajadores se lo habían suplicado,<br />
pensando no lo hiciera), y mandó que los acusadores<br />
y Atanasio viniesen á Roma. Vino Atanasio luego<br />
para dar razón <strong>de</strong> sí, y estuvo en Roma año y medio aguardando<br />
que los acusadores viniesen, ios cuales, sabiendo el<br />
mal pleito que tenían, no osaron venir; y vistas y examinadas<br />
(odas las cosas por menudo en el concilio <strong>de</strong> cincuenta<br />
obispos católicos que se juntaron en Roma, y leídas<br />
]as carias que otro concilio <strong>de</strong> los dos obispos católicos <strong>de</strong><br />
Alejandría escribió al papa Julio, informándole enteramente<br />
<strong>de</strong> la verdad; pronunció el sumo ponlítice sentencia en favor<br />
<strong>de</strong> Atanasio, <strong>de</strong>clarando que era inocente y sin culpa,<br />
y valeroso <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la fé católica, y con<strong>de</strong>nando á sus<br />
conlrarios. En este tiempo que estuvo en Roma Alamisio,<br />
escribió el símbolo que llaman <strong>de</strong> Atanasio, para dar razón<br />
<strong>de</strong> su fé, el cual como cosa venida <strong>de</strong>l cielo y regla certísima<br />
<strong>de</strong> nuestra sania fé, ha sido recibido y usado <strong>de</strong> (oda<br />
la Iglesia católica. Trajoland)ien san Atanasio, cuando vino<br />
á aquella ciudad, la vida que él mismo habia escrito <strong>de</strong><br />
san Antonio abad, que aun vivía ; y fué tanto lo que leyéndola<br />
se movieron muchos caballeros y señores principales<br />
, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces comenzaron á dar libelo <strong>de</strong> repudio<br />
á todas las cosas <strong>de</strong>l siglo, con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> imitarle y <strong>de</strong><br />
servir perfectamente á Jesucristo; y el nombre <strong>de</strong> los mongos<br />
comenzó á florecer y á ser estimado en toda Italia y las<br />
partes <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte; que el instituto y forma do vivir <strong>de</strong><br />
ellos ya mucho tiempo ántes lo era. Con la sentencia <strong>de</strong>l<br />
sumo pontííice Julio, volvió Atanasio la segunda vez á su<br />
Iglesia; pero los herejes, gente perniciosa y diabólica,<br />
como tenían tan <strong>de</strong> su mano á Consíancio, procuraron que<br />
se hiciese un/concilio en Antioquia, en el cual se halló el<br />
mismo emperador, y en él con<strong>de</strong>naron <strong>de</strong> nuevo á Atanasio,<br />
echándole, entre otras cosas, que habiendo sido <strong>de</strong>puesto<br />
por el concilio <strong>de</strong> Tiro habia vuelto á su lp;!esia sin<br />
autoridad <strong>de</strong>l mismo concilio que le habia con<strong>de</strong>nado.<br />
Nombraron á un Gregorio, que era <strong>de</strong> Gapadocia, hombro<br />
facineroso , hereje, insólenle y atrevido , por obispo <strong>de</strong><br />
Alejandría, para que se sentase en la silla <strong>de</strong> Atanasio; y<br />
él íuo á tomar la posesión <strong>de</strong> ella, acompañado <strong>de</strong>l prefecto<br />
<strong>de</strong> Egipto, llamado Filagrio, apóstata <strong>de</strong> nuosli a sania religión<br />
, y <strong>de</strong> gente <strong>de</strong> guerra y bárbara, é hizo un estrago<br />
en toda aquella ciudad tan extraño y lastimoso amo si<br />
fuera un ejército <strong>de</strong> enemigos que la iba á asolar; no perdonó<br />
á doncellas ni casadas; nó á viejos ni á niños; nó á<br />
seglares ni eclesiásticos; nó ú cosa sagrada ni profana, ni<br />
divina ni humana, con tan gran<strong>de</strong> impiedad y fuerza que<br />
no se pue<strong>de</strong> explicar. Y viendo san Atanasio esta calamidad<br />
tan lastimosa, se salió á escondidas <strong>de</strong> la ciudad, para<br />
que sabiéndose que no estaba en ella , el furor <strong>de</strong> los enemigos<br />
en alguna manera se mitigase; mas ánles <strong>de</strong>salíe<br />
escribió á los fieles, animándolos y exhortándolos á la constancia<br />
y perseverancia en la fé católica, y á morir mil veces<br />
ántes que comunicar con los herejes , ni dar ni tomar<br />
con ellos, porque eran crueles enemigos <strong>de</strong> Jesucristo y <strong>de</strong><br />
toda la religión. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho con sus ovejas<br />
este oficio tan digno do buen pastor, vino la segunda