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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DIA 31.<br />

Uándoso <strong>de</strong> repente con hábiles <strong>de</strong> cosas, que nunca habia<br />

(jerciládo. Fué en París h visitar un doctor teólogo para<br />

ganarle para Dios, y hallóle jugando á los trucos quien<br />

viendo á san Ignacio, por excusar su acción le importunó<br />

que jugase con él : el santo resistió un poco; pero al fin<br />

con<strong>de</strong>scendió con esta condición, qué el que perdiese hiciese<br />

treinta dias lo que el otro dijese. Vino el doctor en<br />

ello: y con ser muy diestro, y san Ignacio no haber lomado<br />

en su vida taco en la mano , jugó tan diestramente<br />

que no le <strong>de</strong>jó ganar mano alguna, <strong>de</strong> modo que el doctor<br />

conoció el milagro, y se sujetó al santo para que hiciera<br />

<strong>de</strong> él lo que quisiere: el cual le hizo hacer treinta dias <strong>de</strong><br />

ejercicios , <strong>de</strong> que salió olro hombre y <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> servir á<br />

Dios muy <strong>de</strong> veras. Guando estuvo un poco <strong>de</strong> tiempo enfermo<br />

en su tierra y muy flaco, hizo algunos sermones en<br />

los campos, por la mucha gente que le venia á oir, y con<br />

no po<strong>de</strong>r echar recio la voz <strong>de</strong>l cuerpo por su gran flaqueza<br />

, lo oian todos claramente aunque estaban muchos<br />

apartados <strong>de</strong> él mas <strong>de</strong> trescientos pasos. Una mujer que<br />

lenin un brazo seco y muerto, con solo lavar la ropa <strong>de</strong><br />

san Ignacio sanó. Con solo visitar á Alejandro l'etronio<br />

le dió salud, viendo el enfermo al santo que echaba <strong>de</strong> sí<br />

rayos <strong>de</strong> gran claridad , con que se ilustró el aposento que<br />

estaba antes oscuro como si entrara el sol. A un judío llamado<br />

Isaac, <strong>de</strong> un corazón empe<strong>de</strong>rnido y que quería volverse<br />

al judaismo , no aprovechando ruegos ni promesas,<br />

ni otro remedio alguno, con solo que le dijo san Ignacio:<br />

Quedaos con nosotros Isaac; <strong>de</strong> repente se aplacó é hizo<br />

lo que el santo le raíuidó, bautizándose luego. Hallábase<br />

un padre muy afligido con un grandísimo enfado é insufrible<br />

á todos los ejercicios religiosos: fué cosa singular<br />

, y con solo una palabra que le dijo san Ignacio,<br />

le libró para siempre <strong>de</strong> aquel tormento que pa<strong>de</strong>cía. Persuadía<br />

con blandura el siervo <strong>de</strong> Dios á cierto caballero<br />

para que se templase y pusiese en razón; mas como vió<br />

que no aprovechaba por bien, mudó <strong>de</strong> estilo y comenzóle<br />

á amenazar con la justicia divina, con tan gran espíritu y<br />

fuerza, que pareció á todos los presentes claramente, que<br />

se estremecieron las pare<strong>de</strong>s y techo <strong>de</strong> la casa; <strong>de</strong> modo<br />

que aterrados se hincaron do rodillas pidiendo misericordia<br />

á Dios: y el caballero <strong>de</strong>smayado se echó á los pies <strong>de</strong>l<br />

santo confesando su culpa y prometiendo la enniienda.<br />

Eíeutcrio Ponlano habia sido molestado <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio con<br />

terribles tentaciones, y solo con su presencia y voz le libró<br />

san Ignacio <strong>de</strong> todas. Otro tanto le sucedió con un hermano<br />

llamado Paulo. Y á otro que estaba muy terco, no<br />

Meriendo seguir los consejos saludables que le daba; con<br />

'ma sola palabra le trocó <strong>de</strong> manera, que sin ser mas en su<br />

nano comenzó á <strong>de</strong>cir: Yo lo haré, padre, yo lo haré. A un<br />

^•'<strong>de</strong>nal <strong>de</strong> la santa Iglesia, y al doctor Miguel <strong>de</strong> Torres<br />

^uc eran muy adversos al santo padre y se recalaban <strong>de</strong><br />

l'' ^omo <strong>de</strong> hereje , con solo que les habló el car<strong>de</strong>nal se<br />

(,chó á los piés <strong>de</strong>l santo y le pidió perdón señalando una<br />

hnosna , que le dió por toda su vida y fué siempre gran<br />

Protector <strong>de</strong> la Compañía; y al doctor Tori os, con solo que<br />

^dijo san Ignacio que se entrase en la Companía,sin espe-<br />

J** "tas le obe<strong>de</strong>ció. Todos estos y otros milagros <strong>de</strong> san<br />

Anació, estando vivo son efectos <strong>de</strong> su confianza , por lo<br />

eual Dios oía sus peticiones, ó para mostrarse fino con él<br />

P^venia á sus <strong>de</strong>seos, haciendo lo que el santo pidiera;<br />

Uue os estilo que usa con los que confian mucho en su Majestad<br />

, hacer por ellos aun lo que no han pedido.<br />

JULIO. 441<br />

El mayor milagro <strong>de</strong> san Ignacio fué su amor con Dios<br />

y excesiva caridad , que es la reina <strong>de</strong> todas las virtu<strong>de</strong>s.<br />

No se pue<strong>de</strong> exagerar mas, que con lí que dijeron los con¡is:uios<br />

apostólicos <strong>de</strong> este santísimo patriarca: «Encendió<br />

en su corazón tan pura caridad para con Dios, y la<br />

conservó siempre , que <strong>de</strong>sterró totalmente <strong>de</strong> sí su amor<br />

propio. Dijo una vez que si le dieran á escojer, queria mas<br />

vivir con jncerlidumbre <strong>de</strong> su bienaventuranza y servir<br />

entretanto á Dios , antes que morirse con certeza <strong>de</strong> su<br />

gloria: y que juzgaba que le seria mas dificultoso , y <strong>de</strong><br />

mayor tormento oir blasfemar contra el nombro <strong>de</strong> Dios,<br />

que pa<strong>de</strong>cer las penas <strong>de</strong>l infierno si Dios le enviara allá.<br />

Finalmente se abrasaba en tan excesivo amor do Dios, que<br />

todo el dia le estaba <strong>de</strong>seando, y no pensaba, ni hablaba,<br />

ni codiciaba otra cosa sino agradarle y cumplir su voluntad.<br />

Todo entero se entregaba á él: á él solo se habia <strong>de</strong>terminado<br />

seguir, aunque por eso se quedase sin el cielo y<br />

la tierra. Todo sn pensar, su hablar, su obrar, referia á<br />

Dios como á su fin, y lo consagraba á su Majestad y á su<br />

gloria y honra, y en su boca traia siempre como por divisa<br />

propia: «A mayor gloria <strong>de</strong> Dios.» De aquí le nacía aquel<br />

gran<strong>de</strong> gozo <strong>de</strong> espúüu <strong>de</strong> que este siervo <strong>de</strong> Dios estaba<br />

lleno , aquella serenidad que siempre moslraha en el<br />

rostro y aquella paz interior <strong>de</strong> su alma ; <strong>de</strong> este amor le<br />

nacia que en todos sus trabajos y persecuciones no habia<br />

menester mas para consolarse y bañarse <strong>de</strong> gozo, que<br />

acordarse do su Dios. No habia vez que hiciese oración á la<br />

santísima Ti'inidad, que le era muy frecuente, por ser muy<br />

<strong>de</strong>veto <strong>de</strong> este misterio, que no tuviese en su alma una<br />

inexplicable alegría y consolación. Lás veces que miraba<br />

al cielo, le parecía estiércol este mundo y se elevaba con<br />

un ansioso <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver á Dios, y llegar á su patria. El <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> verá distóle apremiaba tanto, que <strong>de</strong>seaba sumamente<br />

morir si no fuera necesaria mas su vida para el bien<br />

<strong>de</strong> sus prójimos: cuando caia malo, con la esperanza <strong>de</strong> su<br />

partida se le enajenaban los sentidos absorto en su Dios:<br />

cnandohacia las doctrinas en Roma, solio concluir diciendo<br />

: Amad á Dios <strong>de</strong> todo corazón, <strong>de</strong> toda vuestra alma,<br />

<strong>de</strong> toda vuestra voluntad: lo cual repetía con tal fervor y<br />

encendimiento <strong>de</strong> rostro, que parecía echaba llamas y que<br />

abrasaba los corazones. Siendo ya viejo , estaba <strong>de</strong> ordinario<br />

malo con gran<strong>de</strong> hastío, y arcadas <strong>de</strong>l estómago<br />

, y con ninguna cosa se le aliviaba mas que oyendo<br />

las alabanzas <strong>de</strong> su Dios, ó el canto <strong>de</strong> la Iglesia, por ordinario<br />

y humil<strong>de</strong> que fuese porque no solo su alma se<br />

regocijaba con su amado sino su carne, y todos sus huesos.<br />

Con lodo eso juzgando se)- mayor servicio divino otra<br />

cosa, no puso coro eiVla Compañía^conlra la inclinación <strong>de</strong><br />

su gusto y necesidad <strong>de</strong> su salud. Entro las gran<strong>de</strong>s caigas<br />

<strong>de</strong> su oficio, y otros negocios gravísimos, se ocupaba<br />

con todas fuerzas para que alguna mujer <strong>de</strong> la casa pública<br />

<strong>de</strong>jase <strong>de</strong> pecar; y si alguna se convertía, él mimo<br />

siendo ya viejo, y general <strong>de</strong> la Compañía, la iba acompañando<br />

por las calles, y llevaba á un monasterio sin empacho<br />

ninguno; y como le dijesen que se cansaba en vano,<br />

porque se volvían á su pecado, él respondió ; Yo estimara<br />

por gran premio <strong>de</strong> todas las obras buenas y trabajos <strong>de</strong><br />

mi vida, solo impedir que una <strong>de</strong> estas en sola una noche<br />

no pecase contra mi Dios.<br />

Tan ardiente amor <strong>de</strong> Dios no podía ser estéril, ni <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> lucir el fuego <strong>de</strong> su corazón en las manos y obras,<br />

amando á los prójimos y <strong>de</strong>scando su salvación á costa <strong>de</strong><br />

TOMO n. 00

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