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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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86 LA LEYIÍN DA DE ORO. DÍA 17.<br />

sino que caminaba con los pies <strong>de</strong>snudos, así en el invierno<br />

como en el verano ; y en cualquier pais en que se<br />

encontraba, ó fuese frió ó caluroso, no usaba <strong>de</strong> mas veslidos<br />

que <strong>de</strong> una sola túnica que era las mas vil y remondada<br />

<strong>de</strong>l convento. Es!e tenor <strong>de</strong> vida mantuvo siempre<br />

en todos los conventos á don<strong>de</strong> lo enviaron sus superiores,<br />

conservando en todas partes el mismo espíritu <strong>de</strong> morlificacion,<br />

<strong>de</strong>bumildad y <strong>de</strong> obediencia, viviendo siempre<br />

contento <strong>de</strong> su estado y buscando solamente en todos los<br />

conventos los oficios mas bajos y mas trabajosos, porque<br />

<strong>de</strong>seaba ser tenido y tratado como siervo <strong>de</strong> todos.<br />

Aunque sus cotidianas mortificaciones fuesen tan extraordinarias<br />

y superiores á las fuerzas humanas, todavía<br />

cu las fiestas, particularmente <strong>de</strong> los mártires, las duplicaba<br />

, azotándose rigurosamente hasta quedar lodo cubierto<br />

<strong>de</strong> sangre, para hacerse <strong>de</strong> este modo semejante<br />

á aquel santo, cuya memoria y fiesta se celebraba; y rogaba<br />

continuamente á Dios nuestro Señor, quisiese aceptar<br />

aquellas mortificaciones en vez <strong>de</strong>l martirio que <strong>de</strong>seaba<br />

ardientemente pa<strong>de</strong>cer por su amor : y si bien el Señor<br />

no le hizo la gracia <strong>de</strong> cumplirle plenamente este su<br />

sanio <strong>de</strong>seo, le presentó sin embargo una ocasión en<br />

odio <strong>de</strong> la católica religión, que le faltó poco para conseguir<br />

la palma <strong>de</strong>l martirio.<br />

Se hallaba en aquel tiempo el general <strong>de</strong> la religión<br />

<strong>de</strong> san Francisco en la ciudad <strong>de</strong> París, y como el reino<br />

<strong>de</strong> Francia estaba entonces lleno <strong>de</strong> hugonotes que no daban<br />

cuartel á ningún religioso que llegase á sus mano?;<br />

enviar uno <strong>de</strong> ellos para que se presentase á su general,<br />

era lo mismo que exponerle á un riesgo inminente <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r<br />

la vida á manos <strong>de</strong> los herejes, como en efecto acaeció<br />

á muchos. El provincial <strong>de</strong> Valencia tenia una precisa<br />

necesidad <strong>de</strong> enviar una persona con carta suya á su general<br />

para un asunto <strong>de</strong> suma importancia ; pero nadie<br />

quería lomar sobre sí este encargo y exponerse á esle<br />

peligro; por lo que puso el provincial los ojos sobre nuestro<br />

Pascual, <strong>de</strong>l cual se sabia ya por experiencia cuán pronta<br />

y ciega era su obediencia. En efecto, él aceptó esta comisión<br />

con mucho júbilo y contento, y sin proponer ningún<br />

reparo, se puso luego en camino con los pies <strong>de</strong>snudos,<br />

y sin tomar provisión alguna para un viaje tan largo<br />

y difícil.<br />

Así que llegó al reino <strong>de</strong> Francia, atravesando intrépidamente<br />

en medio <strong>de</strong>l dia las ciuda<strong>de</strong>s en que dominaban<br />

los hugonotes, pa<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> ellos muchos y gravísimos<br />

insullos. Frecuentemente gritaban tras él : « ¡ Hó aquí el<br />

papista, héaquí el papista I» y muchas veces le seguian<br />

á pedradas; la gente vulgar <strong>de</strong> la ínfima plebe se unia á<br />

los muchachos y los incitaba á cargarlo <strong>de</strong> villanías, y<br />

alguna vez <strong>de</strong> palos; <strong>de</strong> los cuales en una ocasión le quedó<br />

una espalda tan maltratada, que quedó estropeado <strong>de</strong><br />

ella todo el resto <strong>de</strong> su vida. Hallándose en la ciudad <strong>de</strong><br />

Orleans, fué cercado <strong>de</strong> una tropa <strong>de</strong> gente que le preguntó<br />

; i, si creía que en la Eucaristía estaba verda<strong>de</strong>ramento<br />

el cuerpo <strong>de</strong> Jesucristo ? á lo que respondió Pascual<br />

con toda resolución : que lo creia, y que esto era indubitable.<br />

Algunos probaron si podrían enredarle, haciéndole,<br />

varias preguntas <strong>de</strong> cosas abstractas y sutiles; pero<br />

Dios que, hahia prometido á los apóstoles que hablaria él<br />

mismo por su boca en semejantes ocasiones, inspiró á<br />

Pascual respuestas tan juiciosas y cuerdas, y tan llenas <strong>de</strong><br />

sabiduría, que los mismos que le hacían aquellas prc-<br />

gunlns quedaron confund idos y avergonzados, y no sabiendo<br />

como replicar á sus respuestas, empezaron á tirarle<br />

piedras, <strong>de</strong> las cuales quedó herido en varias partes <strong>de</strong><br />

su cuerpo.<br />

Habiendo escapado <strong>de</strong> esle peligro, cayó en otro S porque<br />

pasando por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> un castillo, se<br />

paró allí á pedir <strong>de</strong> limosna un pedazo <strong>de</strong> pan, como lo<br />

solia hacer cuando la hambre le apretalia. Él señor <strong>de</strong><br />

aquel lugar , que era hugonote y enemigo jurado <strong>de</strong> los<br />

católicos , estando enlcnces en la mesa , cyó <strong>de</strong>cir que á<br />

la puerta estaba un fraile muy mal vestido que pedia limosna.<br />

Mandó que le hiciesen entrar, y consi<strong>de</strong>rando<br />

aquel hábito roto y su cara macilenta, juró que era un<br />

espía español, y sin duda lo habría hecho morir si su mujer,<br />

movida á la compasión <strong>de</strong>l santo, no le Übblera librado<br />

<strong>de</strong> sus manos, sin darle empero un solo bocado <strong>de</strong><br />

pan. Prosiguió Pascual su viaje, así débil y extenuado <strong>de</strong><br />

la hambre, hasta que entrando en una villa, una buena<br />

mujer católica le alentó, dándole un peco <strong>de</strong> comer; pero<br />

aquí quedó expuesto aun nuevo riesgo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la vida:<br />

porque el vulgo, incitado <strong>de</strong> la curiosidad <strong>de</strong> ver aquel<br />

su hábito, le ro<strong>de</strong>ó por todas parles en crecido número,<br />

y uno <strong>de</strong> ellos le echó la mano y lo encerró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

una caballeriza. El sanio, hallándose en aquel eslado, no<br />

pensó en otra cosa aquella noche que en prepararse para<br />

la muerte que creia había <strong>de</strong> sufrir al dia siguiente ; pero<br />

acaeció muy al contrario ; porque el mismo que le había<br />

encerrado, vino á la mañana á verle, le dió una limosna<br />

y le puso en libertad. De este modo en medio <strong>de</strong> mil peligros<br />

llegó el santo á París, y habiendo cumplido su<br />

comisión dió prontamente la vuelta para España. En esle<br />

regreso, viéndose el santo libre y que no llevaba encargo<br />

ó comisión alguna, <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>rramar su sangre en <strong>de</strong>fensa<br />

<strong>de</strong> la fé católica; y en efecto tuvo varios encuentros,<br />

y se halló en diversos peligros <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la vida; pero<br />

Dios le preservó y le protegió para que escapase <strong>de</strong> lodos;<br />

por loque el santo <strong>de</strong>spués se condolía que le hubiese estimado<br />

indigno <strong>de</strong>l marlirio i pero si no fué mártir <strong>de</strong>laté,<br />

lo fué ciertamente <strong>de</strong> la obediencia, por la cual en un tan<br />

largo camino había expuesto continuamente la vida al<br />

riesgo <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rla.<br />

Después que Pascual se hubo restituido á su convento<br />

<strong>de</strong> España, volvió á tomar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego sus acoslumhrados<br />

empleos, y continuó en vivir con el mismo espíritu <strong>de</strong><br />

humillación, <strong>de</strong> pobreza y <strong>de</strong> penitencia; dando á sus<br />

hermanos admirables ejemplos <strong>de</strong> abstinencia, <strong>de</strong> mortificación<br />

y <strong>de</strong> paciencia. Un cúmulo <strong>de</strong> tantas virtu<strong>de</strong>s,<br />

junto con los dones <strong>de</strong> profecía, <strong>de</strong> contempiacion, <strong>de</strong> discreción<br />

<strong>de</strong> espíritu , <strong>de</strong> penetración <strong>de</strong> los corazones y <strong>de</strong><br />

hacer milagros, con que el Señor había enriquecido á este<br />

su fiel siervo, le conciliaron <strong>de</strong> tal modo la estimación y la<br />

veneración <strong>de</strong> todos, y particularmente <strong>de</strong> sus religiosos,<br />

que los mismos superiores no hallaban reparo en aconsejarse<br />

con él en los negocios mas difíciles, y en encargarle<br />

el gobierno <strong>de</strong>l convenio cuando estaban ausentes;<br />

habiendo comprobado por la experiencia cuán alumbrado<br />

estaba <strong>de</strong> Dios, y cuánta era la eficacia <strong>de</strong> sus srmins<br />

ejemiilos para contener á los <strong>de</strong>más, y hacerles üb-;er\ar<br />

la regla que habían profesado. En los últimos años do<br />

su vida pasaba casi todas las noches en la iglesia i sobre<br />

todo tenia una liernísima <strong>de</strong>voción á la pasión <strong>de</strong> Jesucristo<br />

, y esta era la materia ordinaria <strong>de</strong> su oración y

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