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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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que no viniese sobre ellos la ira <strong>de</strong>l cielo. Siendo ya <strong>de</strong><br />

veinte años se hizo soldado, y se halló en la guerra que<br />

Constancio, emperador, hizo contra Magncncio, tirano.<br />

Pa<strong>de</strong>cieron mucho los soldados por falta <strong>de</strong> mantenimiento;<br />

supiéronlo los pueblos comarcanos que eran cristianos,<br />

y movidos <strong>de</strong> compasión y caridad, enviaron la provisión<br />

y las vituallas necesarias á los soldados, para remedio<br />

<strong>de</strong> la hambre que pa<strong>de</strong>cían: y esto con tanto fervor<br />

y espíritu que Pacomio quedó admirado, y preguntó,<br />

¿ qué gente era aquella tan benigna y piadosa ? Respondiéronle,<br />

quo eran cristianos : y tornando á preguntar:<br />

qué era su religión y manera <strong>de</strong> vivir; entendió, que<br />

creían en Jesucristo, Dios y Hombre verda<strong>de</strong>ro, y que<br />

por su amor hacian bien á todos, esperando <strong>de</strong>l mismo<br />

Dios retribución eterna. Oyendo estas palabras, sintió<br />

Pacomio en su alma una nueva luz y consuelo, y apartándose<br />

un poco <strong>de</strong> sus compañeros, alzó las manos al<br />

cielo, y dijo : Señor Dios, que criaste el cielo y la tierra,<br />

yo le prometo servirte y obe<strong>de</strong>cer á tus preceptos, mientras<br />

que yo viviere, si tú te dignares mirar mi bajeza y<br />

darme conocimiento <strong>de</strong> tu divinidad. Con esta oración y<br />

promesa creció en Pacomio el amor <strong>de</strong> la virtud, y comenzó<br />

á resistir con la divina gracia á la sensualidad. Y<br />

habiéndose acabado su malicia, se fué á una al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la<br />

Tebaida alta, don<strong>de</strong> moraban algunos siervos <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong><br />

los cuales fué enseñado y bautizado. Aquella misma noche<br />

que recibió el santo sacramento <strong>de</strong>l bautismo, tuvo<br />

un sueño, y vió que <strong>de</strong>l cielo caia sobre su mano <strong>de</strong>recha<br />

un rocío que se convertía en miel: y juntamente<br />

oyó una voz que le <strong>de</strong>cia : Pacomio, abre los ojos <strong>de</strong> tu<br />

entendimiento ; porque este rocío es señal <strong>de</strong> la gracia<br />

que Cristo te da. Con esta visión se encendió mas Pacomio<br />

en el amor divino, y <strong>de</strong>terminó luego renunciar al<br />

mundo, y consagrarse á la vida monástica : y sabiendo<br />

que en aquellos <strong>de</strong>siertos habitaba un ermitaño <strong>de</strong> gran<br />

fama, llamado Palemón, varón severo y riguroso, se<br />

fué á él y se echó á sus piés, suplicándole con muchas<br />

lágrimas que le admitiese en su compañía y le enseñase<br />

el camino <strong>de</strong>l cielo. Apenas lo pudo alcanzar, pareciéndole<br />

al santo viejo, que el mozo Pacomio no podría imitar<br />

su manera <strong>de</strong> vida tan áspera y dificultosa ¡ mas viendo<br />

su perseverancia y el afecto con que se lo pedia, y que no<br />

se espantaba <strong>de</strong> todo lo que él habia dicho, le abrió la<br />

puerta y le recibió. Gastaban la mayor parle <strong>de</strong>l tiempo<br />

en oración , y <strong>de</strong>spués en hacer sacos ó costales <strong>de</strong> pelos<br />

<strong>de</strong> camello para dar limosna á los pobres; y ála noche, al<br />

tiempo <strong>de</strong> la oración, si Palemón vela tentado <strong>de</strong>l sueño á<br />

Pacomio, para <strong>de</strong>spertarle y vencer aquella lentacion, le<br />

mandaba pasar <strong>de</strong> una parte á otra con espuertas unos<br />

montones <strong>de</strong> tierra, siendo el viejo el primero en poner<br />

Ja mano al trabajo por darle ejemplo. Con tal maestro<br />

creció Pacomio mucho en la virtud y en la mortificación<br />

<strong>de</strong> sí mismo. Mandábale su maestro ir <strong>de</strong>scalzo al bosque,<br />

para hacer leña y traerla ; estaban el campo y la selva<br />

llena <strong>de</strong> muchas y agudas espinas, que traspasaban y<br />

lastimaban los piés <strong>de</strong>l buen Pacomio; y él con gran<strong>de</strong><br />

alegría y regocijo <strong>de</strong> su espíritu pasaba por aquel tormento,<br />

acordándose que los duros clavos habian atravesado<br />

los sagrados piés <strong>de</strong>l Señor. Y fué tanto lo que el<br />

santo aprovechó en la humildad, obediencia, paciencia,<br />

penitencia y en toda virtud, que el mismo Palemón se maravillaba<br />

y reverenciaba á su discípulo. Ofrcciósele un<br />

LA LEYENDA. DE ORO. DÍA 14-<br />

vez ir á la isla <strong>de</strong> Tabenua; y estando en una larga y<br />

profunda oración, oyó una voz que le <strong>de</strong>cia : Pacomio,<br />

estáte aquí y haz un monasterio; porque muchos vendrán<br />

á tí con <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> salvarse, y tú les encaminarás conformo<br />

á la instrucción que yo le daré. Oyendo esta voz, le apareció<br />

un ángel y le dió una tabla, en la cual estaba escrita<br />

la regla que habia <strong>de</strong> guardar, y que muchos siglos guardaron<br />

los mongos , que <strong>de</strong> aquel lugar se llamaron tabenuenses.<br />

Entendió Pacomio que aquella visión y regla<br />

era cosa <strong>de</strong>l cielo : comunicóla con su padre y maestro<br />

Palemón, y la alabó mucho, y animóle á poner por obra<br />

lo que Dies le habia mandado : y poco <strong>de</strong>spués el santo<br />

viejo, consumido por los muchos años y penitencias,<br />

acabó santamente su vida; y Pacomio con gran sentimiento<br />

y ternura, con sus propias manos le enterró, cantando<br />

himnos y salmos, conforme al antiguo uso <strong>de</strong> la<br />

Iglesia.<br />

Después <strong>de</strong> esto un hermano mayor <strong>de</strong> Pacomio, que<br />

se llamaba Juan, y se habia hecho cristiano , le vino á<br />

buscar para vivir con él y darse á la perfección. Vivieron<br />

juntos quince años : y pareciéndole á Pacomio que presto<br />

se cumpliria lo que Dios por el ángel le habia revelado,<br />

comenzó á aparejar el lugar y ediücarle por los muchos<br />

monges que habian <strong>de</strong> vivir. Pareció á Juan que aquello<br />

era contra la pobreza, porque no sabia los intentos <strong>de</strong> Dios,<br />

y reprendió á su hermano con palabras acedas y graves,<br />

délas cuales interiormente se sintió algo Pacomio, aunque<br />

exteriormente no lo mostró : pero <strong>de</strong>spués fué tanto<br />

el sentimiento que <strong>de</strong> este su sentimiento tuvo el santo,<br />

que toda la noche siguiente estuvo en oración, <strong>de</strong>shaciéndose<br />

en lágrimas, y suplicando á nuestro Señor quo<br />

le perdonase; porque todavía era hombre carnal, y reinaba<br />

en él la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l siglo, y se <strong>de</strong>baja vencer <strong>de</strong> la<br />

ira, y no podia ser bueno para regir á otros el que no<br />

habia bien domado sus pasiones : y fueron tantas las lágrimas<br />

que/<strong>de</strong>rramó, que á la mañana halló á sus piés<br />

los efectos <strong>de</strong> ellas. Después vivió con su hermano con<br />

gran paz, concordia y mansedumbre, hasta que el hermano<br />

murió, y Pacomio le enterró con su piedad acostumbrada<br />

y <strong>de</strong>voción.<br />

La vida <strong>de</strong> Pacomio era perfectísima, y como <strong>de</strong> hombre,<br />

á quien Dios habia escogido para singular ministro<br />

<strong>de</strong> su gloria, y capitán y maestro <strong>de</strong> tantos monges.<br />

Pero el <strong>de</strong>monio, nuestro común enemigo, temiendo esto,<br />

le hacia cruel guerra para <strong>de</strong>smayarle, asombrarle y<br />

hacerlo volver atrás. Aparecíanle aquellos monstruos infernales<br />

para espantarle con varias y extrañas figuras.<br />

Una vez, estando en oración , se abrió súbitamente la<br />

tierra como para tragarle. Otras veces volviendo <strong>de</strong> l.ts<br />

partes mas remotas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto (don<strong>de</strong> se retiraba para<br />

hacer mas quietamente oración), se ponian <strong>de</strong>lante como<br />

soldados que marchaban en or<strong>de</strong>nanza, y con alta voz<br />

<strong>de</strong>cían: Dad lugar al hombre <strong>de</strong> Dios. Pusiéronse asimismo<br />

á querer <strong>de</strong>rribar y echar por el suelo la nueva fábrica<br />

que habia comenzado. Con estos y otros semejantes<br />

embustes le pretendieron los <strong>de</strong>monios espantar;<br />

pero no les valió, porque el santo se armaba con la señal<br />

<strong>de</strong> la cruz, y con algún verso <strong>de</strong> David, y los menospreciaba.<br />

Viendo ellos csío, le tentaron do risa, haciendo<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él cosas que le pudiesen provocar; mas el santo<br />

guardó su gravedad y constancia, gimiendo y llorando<br />

en lugar <strong>de</strong> reír. Mas no por esto <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> molestarle.

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