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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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13S LA LEYENDA DE ORO. DIA 2G.<br />

olios, ¡o dccian nuichas palabras pesadas, amenazándolo<br />

que lo dañan <strong>de</strong> pales. A oíros hacia postrarse á la pnerla<br />

do su aposento y estarse allí, para que todos los que venían<br />

á visitarlo pasasen por encima, ó los pisasen. Vinieron<br />

á uno <strong>de</strong> la Congregación pensamientos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio<br />

<strong>de</strong> san Felipe: <strong>de</strong>scubrió esta tentación ai siervo <strong>de</strong> Dios,<br />

el cual, por mortificarse á sí y al otro , le mandó los refiriese<br />

públicamente en el refectorio en presencia <strong>de</strong> todos.<br />

Obe<strong>de</strong>ció el discípulo, y el santo varón le estuvo escuchando<br />

con gran<strong>de</strong> gusto suyo, por oir sus <strong>de</strong>sprecios;<br />

porque no menos se mortificaba san Felipe á si, que mortificaba<br />

á otros, no tanto para vencer en sí algún afecto<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado , cuanto para ser verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong>spreciado<br />

<strong>de</strong> todos y disminuir el concepto que tenían <strong>de</strong> su<br />

santidad.<br />

En or<strong>de</strong>n á esto tenia en su aposento algunos libros entretenidos<br />

<strong>de</strong> fábulas y dichos graciosos, que se hacia leer<br />

cuando le visitaban algunas personas extranjeras á título<br />

<strong>de</strong> santo. Envióle una vez el papa Clemente VIH unos señores<br />

<strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Polonia para que viesen un santo : mas<br />

san Felipe, cuando lo supo, y que ya venían , mandó que<br />

le leyesen un libro <strong>de</strong> gracias, y que no parase el lector<br />

hasta que él por senas se lo dijese. Cuando liogaron aquellos<br />

caballeros , sin mas cumplimiento les dijo : Esperad,<br />

señores, por hacerme merced, basta que se acabe <strong>de</strong> leer<br />

esta fábula , y mientras se leia , iba diciendo: Mirad si<br />

tengo yo buenos libros; y otras cosas semejantes, sin hablar<br />

ni una sola palabra <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción ni espíritu. Mirábanse<br />

aquellos caballeros uno á otro , porque esperaban que les<br />

habia <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir gran<strong>de</strong>s cosas ; al cabo <strong>de</strong> un rato se fuéron,<br />

sin sacar mas <strong>de</strong> san Felipe; el cual así que salieron<br />

mandó arrimar el libro, diciendo : Ya se ha hecho aquello<br />

que convenia. En algunas ocasiones solia andar con un<br />

manojo <strong>de</strong> relama en la mano, para que le <strong>de</strong>spreciasen.<br />

Otra vez se hizo raer la mitad <strong>de</strong> la barba, y salió así en<br />

público, sallando y bailando para que lodos se burlasen<br />

<strong>de</strong> él. Un dia habiendo gran multitud <strong>de</strong> gente en la plaza<br />

<strong>de</strong> San Pedro Ad-Yincula, se puso á saltar. Otra vez en<br />

una <strong>de</strong> las calles mas públicas <strong>de</strong> Roma se encontró con<br />

el gran siervo <strong>de</strong> Dios Fr. Félix <strong>de</strong> Cantalicio, capuchino,<br />

varón santísimo, gran<strong>de</strong>mente mortificado: preguntóle<br />

Fr. Félix si tenia sed : y respondiendo san Felipe que sí,<br />

le dió á beber públicamente una bola <strong>de</strong> vino que llevaba<br />

al cuello, diciendo : Ahora veré si sois mortificado. San<br />

Felipe al punto comenzó á beber , y concurriendo mucha<br />

gente, <strong>de</strong>cían u¿ No veis como un santo da <strong>de</strong> beber á<br />

otro santo? Después dijo san Felipe á Fr. Félix: Ahora<br />

quiero yo también ver si sois mortificado, y quitándose el<br />

sombrero se lo puso en la cabeza, diciéndole que anduviese<br />

así. El bendito Fr. Félix respondió que sí iria, pero<br />

que si le quitaban el sombrero no fuese á su cuenta. Anduvo<br />

<strong>de</strong> aquella manera un gran trecho, hasta que san<br />

Felipe, que tenia ya conocida la gran santidad <strong>de</strong> Fr. Félix<br />

, envió quién se le quitase; y cada uno se fué por su<br />

parle , <strong>de</strong>jando en duda cuál <strong>de</strong> los dos se habia mortificado<br />

mas en aquella ocasión.<br />

Con tales ejemplos se animaban á hacer gran<strong>de</strong>s mortificaciones,<br />

que les or<strong>de</strong>naba san Felipe, no solo los sacerdotes<br />

<strong>de</strong> la Congregación, sino los seglares, penitentes<br />

<strong>de</strong>l sanio, siendo gente <strong>de</strong> palacio y muy noble, á los<br />

cuales ejercitaba el siervo <strong>de</strong> Dios según el caudal <strong>de</strong> virtud<br />

<strong>de</strong> cada uno : y como tuvo muchos penitentes <strong>de</strong> gran<br />

perfección, les hizo también hacer obras <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> morlííicacion.<br />

Vió una veza un hijo suyo <strong>de</strong> confesión enrizado<br />

y con copete : luego le mandó que se quitase el cabello,<br />

y que por eso fuese al F. Fr. Félix, que él se lo quitaría.<br />

Fué allá ; pero Fr. Félix, á quien habia ya dicho el<br />

sanio loque habia <strong>de</strong> hacer, en vez <strong>de</strong> quitarle el cabello,<br />

le rapó la cabeza, pasando aquella persona por ello con<br />

gran paciencia. Otro hombre llamado Alberto, le pidió<br />

licencia para llevar cilicio : el santo le dijo que se le<br />

pusiese sobre la ropilla : así lo hizo sin replicar mas palabra<br />

, y le trajo hasla la muerte : por lo cual vinieron á<br />

llamarle «Alberto el <strong>de</strong>l cilicio.» A un gentilhombre <strong>de</strong>l<br />

car<strong>de</strong>nal Sitíelo mandó algunas veces que llevase, como<br />

lacayo, á un caballo <strong>de</strong>l freno, pasando por las casas <strong>de</strong>l<br />

mismo car<strong>de</strong>nal. A este mismo mandó que se rayase la<br />

mitad <strong>de</strong> la barba , y lo hubiera hecho si el santo no se lo<br />

estorbara <strong>de</strong>spués. Muy <strong>de</strong> ordinario era mandar á personas<br />

<strong>de</strong> calidad que fuesen á las iglesias <strong>de</strong> mayor concurso<br />

á pedir limosna, que las barriesen y llevasen la<br />

basura. Otras veces les enviaba á que pidiesen por amor<br />

<strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> puerta en puerta. A otros hizo trabajar en algunas<br />

fábricas: á otros or<strong>de</strong>naba que con ropas hechas pedazos<br />

saliesen por las calles, ó sin capa; á otros , que se<br />

pusiesen muchos sombreros. Un perro, <strong>de</strong>jando á su ama,<br />

se vino á san Felipe, cobrándole tanto amor, que no le<br />

pudieron apartar <strong>de</strong> él. Con este perro hizo hacer á ios<br />

suyos noíables mortificaciones por espacio dfc catorce años:<br />

hacia que le llevasen en brazos ó atado, <strong>de</strong> manera que<br />

el perro era muy conocido : lo llamaban cruel azole <strong>de</strong>l<br />

entendimiento humano, por lo mucho que con él mortificaba<br />

san Felipe el juicio <strong>de</strong> sus discípulos. Fué cosa admirable<br />

en este santo, que no hizo hacer mortificación alguna<br />

, que no sacase <strong>de</strong> ella el fruto que pretendía.<br />

Obe<strong>de</strong>cian al santo con tanta prontitud todos sus discípulos<br />

, así por el gran<strong>de</strong> concepto que hacían <strong>de</strong> su eminente<br />

santidad, como por la experiencia que tenían <strong>de</strong> sus<br />

amorosas enlfañas, y lo mucho que les favorecía corporal<br />

y espiríluahnente, acudiendo con su ardiente caridad á<br />

todos, librándolos en sus aflicciones y trabajos, con gran<strong>de</strong>s<br />

maravillas que Dios obraba por su siervo, el cual so<br />

multiplicaba milagrosamente por hacer bien á sus penilentes<br />

, cuidando <strong>de</strong> todas maneras <strong>de</strong> su bien temporal y<br />

eterno. En hijo <strong>de</strong> confesión <strong>de</strong>l santo, habiéndose embarcado,<br />

vinoá dar en manos <strong>de</strong> turcos, y por escaparse do<br />

ellos, se echó al mar con otros muchos. Apenas se hubo<br />

echado, cuando comenzó á luchar con las olas y con ia<br />

muerte, porque no sabia nadar: ya que se hundia, acordándose<br />

<strong>de</strong> su santo maestro que estaba en Roma, se encomendó<br />

á él. Al mismo punto se le apareció san Felipe<br />

sobre las aguas, y tomándole <strong>de</strong> los cabellos, le sacó <strong>de</strong>l<br />

mar sano y bueno; y poniéndole en la ribera, <strong>de</strong>sapareció.<br />

Otro penitente suyo fué preso <strong>de</strong> turcos , y afligido <strong>de</strong><br />

su <strong>de</strong>sgracia, acudió á la oración, rogando á Dios que<br />

por los merecimientos <strong>de</strong> su confesor le librase <strong>de</strong> aquella<br />

servidumbre. Aparecióle también el santo, y le dijo r No<br />

temas : encomiéndale á Dios, que no serás esclavo; y fué<br />

así; porque ochando á los <strong>de</strong>más en ca<strong>de</strong>na, á él, por ser<br />

ya viejo , le <strong>de</strong>jaron ir libre.<br />

No hacia menos maravillas por el bien espiritual <strong>de</strong> los<br />

suyos. Un sacerdote <strong>de</strong> la Congregación estaba en peligro<br />

<strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>r á Dios, por acabar cierto negocio que le encomendó<br />

san Felipe, y asi estaba muy afligido una nochej

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