Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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dió á cada uno de la comunidad que es[aba junta, el pequeño
libro que todos recibieron de rodillas; y pidiendo
al santo padre su bendición so la dió arrodillado. Otras
reglas bien que no impresas, dió á las hijas de la Caridad
prudentemente acomodadas á las personas y á sus funciones.
Año de 16EiO, acogió el siervo de Dios en su casa
de San Lázaro, cuatro mocitos indianos catecúmenos,
donde bien instruidos en los misterios de la fé, y bautizados
envió á su patria, con la ocasión de tomar á enviar
con nueva licencia de la sede apostólica , otros misioneros
á la referida isla de San Lorenzo, donde pocos años después
Nicolás Eslienncs, director apostólico de aquella misión,
y JuanPaté hermano coadjutor, y uno délos mocitos,
fueron cruelmente muertos en odio de la santa fé por un
príncipe de aquella isla. En el mes de mayo de este año
por la solicitud, dirección y limosnas de san Vicente, fué
erigido en Dorgoña , en la diócesis de Autun, el hospital
de Santa Regina , para alivio de los peregrinos que cada
año concurren unos veinte mil de ellos, y muchos caen
enfermos.
Nuevamente trabajada de carestía y hambre se hallaba
la ciudad de París el año de 1660, y probó los mismos
efectos de la compasión de nuestro santo. Y bien que por
riguroso edicto fuese prohibido pedir limosna en puertas,
calles, ó iglesias, después de fundado aquel gran hospital
; mas como fuese todavía angosto, con ser tan capaz,
por ser universal la miseria, su tierno amor á los pobres
socorrió en este último año de su vida á tres mil de ellos, á
quienes después de haber asistido á la doctrina, hacia dar
una abundante menestra. Dió grande y secreto socorro á
diferentes familias nobles: proveyó de medicinas á muchísimos
enfermos, de amas á niños, que hablan perdido
sus madres, y obró otras semejantes obras de misericordia
para los de París , sin olvidarse de los de Champaña,
y Picardía. En sesenta años que tenia de sacerdocio, tuvo
ja pia costumbre de celebrar todos los dias que no estuvo
muy enfermo. En este acto arrebataba los oyentes: y como
fuó observado de testigos autorizados, con rayos en su
rostro. Mas algunos meses antes de su muerte, abiertas las
llagas de las piernas, vinoá tanta debilidad que no pudo
estar en pió, y se redujo á oir la santa misa y comulgar.
Antes de dar Dios el premio á su siervo quiso hacer de él
la última prueba. Por espacio de cuarenta años habia padecido
san Vicente el importuno tumor en sus pies, piernas
y rodillas: mas ahora pasó á muy riguroso el dolor
por el humor mordicante, que en gran copia manaba
por las llagas abiertas ; y aun le parecía á él padecer
poco por el deseo de mas padecer. Cumplióle este deseo
Dios, añadiéndole cada viernes por tres horas un dolor
tan atroz, que sin especial ayuda no habria podido aguantar
tal agonía. A este llamaba el secreto favor, y es verosímil
que le fuese de Dios concedido, en premio de su tierna
devoción á la pasión de Cristo. Esto lo comunicó á
monseñor Sevino , entonces obispo de Cahors.
íbansele entre tanto extenuando hs fuerzas, mas no
dejaba de consolar á todos. Frccnenlaban su cuarto, obispos,
arzobispos, senadores y príncipes, quien por consejo,
quien por santos avisos, quien por recibir su bendición, y
partían todos doloridos por la inminente pérdida y edificados
de la tranquilidad del santo enfermo. Entre otros fué á
verlo monseñor Maupas obispo de Puis en cuya presencia
sm Vicente, tres dias ánles de morir defendió y purgó de
LA LEYENDA DE ORO. DÍA l'J.
cierta calumnia la dignísima persona de monseñor Juan
Darenlone, á la sazón obispo deGeneura, á quien veinte
años ántes habia predicho la promoción al obispado. Y no
fué esta sola, mas otras predicciones se cuentan de él: de
que se arguye haber sido dotado de espíritu de profecía,
y discreción de espíritu. Y fué opinión de algunos que
previó el dia de su muerte: pues que al principio de setiembre
escribió á Renato Almerás, destinado en su corazón
por vicario general de la congregación después de su fallecimiento,
de hacerse traer (que estaba gravemente enfermo
) sin dilación á París. Obedeció Renato, haciéndose
llevar en litera do Richelieu y a 2 í de setiembre entró en
la casa de San Lázaro ; pero tan postrado que no tuvo
alientos para pasar de la enfermería al aposento de san Vicente.
Mas el amoroso padre , bien que por muchos dias
habia estado oprimido de somnolencia, se hizo pasar dia 2;»
después de oida misa y recibido el Señor, á donde yacia
Renato. Allí le habló á la larga de las cosas pertenecientes
al gobierno de la congregación, y dado el último abrazo
se hizo llevar á su cuarto y tan consolado, que doria:
Ahora muero contento; mientras vive mi hijo. Después á
menudo repelía : Cupio dissolvi, et esse cum Christo : y
aquellas del Profeta: Heumilú, quia incolalus meusproíongalusest.
Quando veniam et apparebo arde faciem /to?Parece
que fué oído : pues después fué embestido de un nuevo
letargo: y al enfermero que tal vez le iba desvelando, dijo
con un devoto sonriso: El hermano f entendía del sueño,
hermano de la muerte) llama á la hermana. Dió con coríesia
las gracias al médico, de la asistencia que hasta entonces
le habia hecho.
Renato Almerás sabido el extremo peligro de su amado
padre, le envió á Tomás Rorthe, uno de los primeros oficiales
de la casa, para que en su nombre y de toda la congregación
le pidiese la última bendición. Alzó el santo moribundo
la cabeza que tenia inclinada al pecho: hizo sobresí
la señal de la cruz, y con palabras distintas invocó sobre
todos los misionerospresenles y futuros, la ayuda de la santísima
Trinidad y del Verbo encarnado ; y fallándole el
aliento profirió con voz baja las demás palabras de la bendicion.El
dia 26 á las seis horasdespues de mediodía, recibió
con devoción la extremaunción: y después entraron á verle
Claudio de Rochechovarl, abad comendatario de San Juan^
y otro ilustre sacerdote de la Conferencia,que á la sazón hacían
los ejercicios en San Lázaro, y pidieron al santo instituidor
la bendición para sí y para todos los de la Conferencia
; la cual acompañó san Vicente con estas palabras:
Qui coepü opus bomm : ipse perficiet. Pasó lo restante de la
noche con tranquilidad, y mas anhelando á Dios que agonizando.
Ceñíanle, como corona, siete de sus sacerdotes, do
los cuales alguno sugeria tal vez algún paso de la Escritura,
á que con buen acuerdo respondía él luego, aun entre
los últimos alientos y cuando no con la voz, siquiera con
señas. Finalmente al romper el alba del dia 27 de setiembre
de 1660, rindió su espíritu á Dios que para tanta gloria
suya, salud de tantas almas y remedio de tantos necesitados
le habia criado.
Murió san Vicente Paúl lleno de dias y méritos, en el
ano ochenta y cinco de su edad, sesenta de sacerdocio y
treinta y seis de la institución de su congregación. Murió*
nó tendido en la cama, mas sentado en una silla en medio
de su aposento y con su vestido de misionero. Murió pl^"
cidamente sin calentura, sin agonía, sin convulsiones; ele