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Tomo Dos Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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538 LA UÍYKMU Dli ORO. DIA 20,<br />

d sanio separó , y pcmiendo los ojos en (M , le dijo: Otro<br />

Seííor mayor os ha enviado, que se quiere servir <strong>de</strong> vos.<br />

Y aunque al principio el clérigo conlra<strong>de</strong>cia, y estaba ajeno<br />

y muy fuera <strong>de</strong> tal pensamiento , al cabo se rindió , y<br />

en compañía <strong>de</strong> otros muchos doctos y honrados , vino al<br />

monasterio <strong>de</strong> Claraval á pedir el hábito. Y no es <strong>de</strong> menor<br />

admiración lo que le sucedió con Enrique , hermano carnal<br />

<strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Francia ; ánleses tanto mayor , cuanto era<br />

do mas alta dignidad la persona con quien le sucedió. Había<br />

venido este príncipe á Claraval á tratar con el santo<br />

abad algunos negocios <strong>de</strong> iraporíancia. Cuando los hubo<br />

acabado, pidió que se juntasen todos los mongos, para<br />

<strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> ellos y encomendarse en sus oraciones: hízose<br />

así, y luego le dijo el santo, que tenia esperanza que<br />

no morirla en el estado en que al présenle estaba , sino<br />

que presto enten<strong>de</strong>ria por experiencia , cuán eficaz ora la<br />

ocasión que habia tenido <strong>de</strong> aquellos pobres siervos <strong>de</strong><br />

Dios. Cumplióse aquella profecía, <strong>de</strong> manera , que el mismo<br />

día se <strong>de</strong>terminó Enrique á seguirlas pisadas <strong>de</strong> Cristo<br />

nuestro Señor , y morir en la cruz <strong>de</strong> la santa religión.<br />

Sintió esta mudanza <strong>de</strong> su señor toda su familia , que le<br />

lloraba en vida por muerto : pero entre los otros criados<br />

habia uno, que so llamaba Andrés, el cual tuvo tan extraño<br />

sentimiento, que salió como fuera <strong>de</strong> sí, y frenético<br />

con la cólera . comenzó á <strong>de</strong>cir blasfemias y graves injurias<br />

contra el santo abad , como contra un embaidor y<br />

falso profeta. Rogó el príncipe al santo que le sosegase,<br />

y pusiese mayor cuidado que en les otros, para convertirle<br />

al Señor, y san Bernardo le dijo: Dejadle ahora, que<br />

está muy amargo y ciego con la pasión , y lenedlc por<br />

vuestro. Y como á Enrique con esta nueva esperanza le<br />

creciese mas el <strong>de</strong>seo, y tornase á pedir al bienaventurado<br />

padre que 1c hablase; el santo abad le respondió con rostro<br />

sereno : ¿ No os he dicho ya, que es vuestro ? Oyeron<br />

este razonamiento los circunstantes , y el mismo Andrés:<br />

el cual, estando mas obstinado y furioso que ántes, meneando<br />

la cabeza, <strong>de</strong>cía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, como <strong>de</strong>spués lo<br />

confesó: Ahora sí que conozco quo eres falso profe-y<br />

ta; porque jamás será lo que tú dices. Partióse al dia siguiente<br />

muy <strong>de</strong>specbado , echando maldiciones al abad,<br />

y suplicando á Dios que se abriese la tierra, y se hundiese<br />

aquel monasterio : mas aquella misma noche, estando en<br />

la posada, sintió tan gran<strong>de</strong>s estímulosé impulsos, y mo^vimienfos<br />

interiores, que solevantó luego déla cama, sin<br />

aguardar el dia, y volvió á Claraval, y pidió con gran<br />

humildad el hábito , con admiración y consuelo <strong>de</strong> los<br />

que allí estaban y sabian lo que habia pasado. En otro<br />

camino , que IHZO san Bernardo á Flan<strong>de</strong>s, ganó para el<br />

Señor algunos flamencos nobles y letrados, que le siguieron<br />

y se volvieron con 61 á Borgofía. Y en Chason, ciudad<br />

<strong>de</strong> la Champaña , en Francia , tendiendo las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su<br />

predicación , cogió una gran<strong>de</strong> manada <strong>de</strong> excelentes<br />

sugetos; y cada dia se veian entrar por las puertas <strong>de</strong> su<br />

monasterio muchos , que movidos <strong>de</strong> la fama <strong>de</strong>l santo,<br />

y <strong>de</strong>sengañados <strong>de</strong> la vanidad y embustes <strong>de</strong>l mundo, venían<br />

á militar con Cristo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> tan valeroso capitán.<br />

Al principio <strong>de</strong> su gobierno, midiendo á sus subditos<br />

con su espíritu y fervor, fué mas severo y riguroso <strong>de</strong> lo<br />

que convenia: porque primeramente , cuando recibía algún<br />

novicio , entre oirás cosas le avisaba, que <strong>de</strong>jase<br />

fuera <strong>de</strong>l convento el cuerpo, y que solamente entrase<br />

con el espíritu Cumulo confesaba á sus mongos, cualquiera<br />

falta por ligera quo fuese , le parecía gravo; y pedia h<br />

todos tan gran<strong>de</strong> perfección , que á muchos les quitaba la<br />

esperanza <strong>de</strong> alcanzarla , y aun la gana <strong>de</strong> procurarla. Do<br />

don<strong>de</strong> nacia una cierta tristeza en los corazones do los<br />

subditos, que se les quitaba el aliento y la <strong>de</strong>vociop, y<br />

aquel fervor que suele ser gran<strong>de</strong> espuela para aprovechar<br />

y correr en la virtud. Mas era tan gran<strong>de</strong> la opinión<br />

que todos tenían <strong>de</strong> la santidad <strong>de</strong> su buen padre,<br />

que daban toda la culpa , ó á su flojedad, ó á su poca capacidad<br />

, sin quejarse <strong>de</strong> él, ni contra<strong>de</strong>cirle á cosa quo<br />

or<strong>de</strong>nase : y esta humildad <strong>de</strong> los subditos por voluntad<br />

<strong>de</strong> Dios abrió los ojos al superior; porque viendo san Bernardo<br />

la humildad y mo<strong>de</strong>stia <strong>de</strong> sus religiosos , comenzó<br />

á echarse á sí la culpa, y <strong>de</strong>terminó no cargarlos ni afligirlos<br />

, ni <strong>de</strong>cirles nada , sino aten<strong>de</strong>r á sí, hasta quo<br />

Dios le <strong>de</strong>scubriese otra cosa. Estando en esto le apareció<br />

<strong>de</strong> noche un niño, vestido <strong>de</strong> una celestial luz , y le mandó<br />

expresamente que no <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir á sus hijos todo lo<br />

que scnlia ; porque no seria él el que hablase , mas el Espíritu<br />

Santo hablaría en él: y juntamente con este mandato<br />

le infundió el Señor una nueva gracia, y singular don<br />

<strong>de</strong> suavidad y dulzura, con la cual aprendió <strong>de</strong> compa<strong>de</strong>cerse<br />

<strong>de</strong> los flacos , y ajustarse y acomodarse á la capacidad<br />

<strong>de</strong> ios rudos, y sacar <strong>de</strong> cada uno lo que (salva la<br />

disciplina religiosa) buenamente pudiese: y así vino a<br />

trocarse <strong>de</strong> tal manera , que parecía otro hombre, y comenzó<br />

con extraordinaria ternura y solicitud á proveer y<br />

prevenir las necesida<strong>de</strong>s, no solo <strong>de</strong>l alma , sino también<br />

<strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> todos sus subditos. Y porque algunos echaron<br />

<strong>de</strong> ver que <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus hábitos viejos y remendados<br />

traía un áspero cilicio, lo <strong>de</strong>jó, temiendo que otros con<br />

graves enfermeda<strong>de</strong>s le querrían imitar y seguir aquel<br />

rigor, por ver que él, estando enfermo y flaco, no le <strong>de</strong>jaba<br />

: tanto era el cuidado que, <strong>de</strong>spués que el Señor lo<br />

enseñó, tuvo el santo padre <strong>de</strong> la salud <strong>de</strong> sus hijos. Con<br />

esta blandura <strong>de</strong>l santo abad creció mas el fervor <strong>de</strong> sus<br />

hijos, y con una santa contienda, cuanto el padre era<br />

mas amoroso para con ellos, tanto ellos eran mas rigurosos<br />

para consigo mismo , y mas obedientes á sus mandatos,<br />

y con mas cuidado y ansia anhelaban ála perfecciony<br />

á la observancia <strong>de</strong> su regla. Atendían á los oficios divinos<br />

con suma atención y <strong>de</strong>voción , holgábanse mucho con la<br />

santa pobreza, que era extrema: trabajaban, y ocupábanse<br />

á sus horas en la labor <strong>de</strong> manos con gran<strong>de</strong> alegría<br />

: guardaban un recogimiento y un silencio lan extraño,<br />

que juntamente se veia en aquel monasterio una muchedumbre<br />

<strong>de</strong> gente , y un silencio <strong>de</strong> yermo y soledad.<br />

En todas las virtu<strong>de</strong>s se esmeraban; á porfía cada uno<br />

procuraba ir <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todos , y no quedarse atrás , por<br />

ver á su santo pastor y prelado con tan gran fervor, qu0<br />

solo el verle los componía, é inflamaba y arrebataba<br />

para el cielo. Guarbaba entreoíros un aviso muy importante<br />

para los que gobiernan religiosos, que sus reprensiones<br />

eran mo<strong>de</strong>stas y suaves, y si el que era reprendido,<br />

no las aceptaba con blandura y humildad , ántes se enojaba<br />

y alzaba la voz ; el santo por entonces disimulaba, y<br />

aguardaba el castigo para otro tiempo: porque <strong>de</strong>cía»<br />

que cuando el que repren<strong>de</strong> y el que es reprendido^ están<br />

enojados, mas parece esgrima ó contienda, que cof'<br />

reccion.<br />

Pero aunque san Bernado se trocó para con los ofros><br />

no se mudó para consigo; porque siempre guardó aquella

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