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texto y sociedad en las letras francesas y francófonas

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<strong>en</strong>ergía y cultura, amiga y corresponsal de Leibniz, 2 a esa edad avanzada y hasta su<br />

muerte estuvo dispuesta a asumir esa corona 3 , como bu<strong>en</strong>a sucesora del espíritu<br />

ambicioso de su madre, y provocando con esa actitud una admiración <strong>en</strong>tremezclada de<br />

cierta <strong>en</strong>vidia y temor de su sobrina “ni l’humeur des Anglais ni leur Parlem<strong>en</strong>t ne me<br />

convi<strong>en</strong>n<strong>en</strong>t. Je n’<strong>en</strong>vie pas cette sucesión à ma tante, mais elle saura mieux les pr<strong>en</strong>dre<br />

que moi…” (ibid. p.298) 4<br />

Elisabeth Charlotte, por su parte, es la que <strong>en</strong>tre toda su familia y según los<br />

criterios de su tiempo, consiguió hacer el mejor matrimonio, t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta los<br />

avatares y la decad<strong>en</strong>cia de dicha familia, y pudo convertirse nada m<strong>en</strong>os que <strong>en</strong> Fille<br />

de France gracias a los afanes de casam<strong>en</strong>tera de la viuda de su tío Eduardo, Ana de<br />

Gonzaga, la intrigante y frondeuse princesa que la precedió <strong>en</strong> esa d<strong>en</strong>ominación de<br />

Palatine <strong>en</strong> la corte francesa, corte de la que era una de <strong>las</strong> principales y más llamativas<br />

figuras. La religión era un obstáculo, pero la familia palatina no era nada fanática <strong>en</strong> su<br />

protestantismo, el propio Eduardo y Luisa Holandina se habían convertido ya al<br />

catolicismo (y por cierto, habían mejorado así su estatus económico y social) y Sofía, a<br />

pesar de haber llevado el título de evesquine como esposa de un príncipe que también<br />

era obispo luterano de Osnabrück, opinaba que la religión “fait plus de mal que de bi<strong>en</strong><br />

dans le monde” y que “les nations les plus stupides y adhèr<strong>en</strong>t le plus” (Van der<br />

Cruysse, p.125). La propia princesa Ana, conocida <strong>en</strong> la corte francesa por sus<br />

opiniones y costumbres libertinas 5 , <strong>en</strong> la correspond<strong>en</strong>cia sobre la boda con su cuñado<br />

2 Correspond<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> la que la sucedió su sobrina, que, como escribe al filósofo <strong>en</strong> septiembre de 1715,<br />

se si<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ciertos aspectos la heredera intelectual de Sofía: “pour toutes les personnes que feu Sa<br />

Dilection a aimées et estimées, moi aussi je ress<strong>en</strong>s de la vénération” (Princesse Palatine, p.647)<br />

3 Lo que no consiguió por m<strong>en</strong>os de 2 meses: Sofía falleció el 8 de junio de 1714, a los casi 84 años, y la<br />

reina Ana Estuardo el 1 de agosto del mismo año. Por eso la sucesión recayó <strong>en</strong> Jorge de Hannover, Jorge<br />

I, <strong>en</strong> qui<strong>en</strong> su madre de estar viva seguram<strong>en</strong>te no hubiera abdicado a pesar de su avanzada edad,<br />

disfrutando del poder ella misma aunque fuera por poco tiempo.<br />

4 La princesa palatina recuerda <strong>en</strong> varias ocasiones que de no haberse convertido al catolicismo e<br />

integrado <strong>en</strong> la casa real francesa, hubiera debido ser ella la heredera del trono angloescocés. Las<br />

manifestaciones de antipatía hacia el pueblo inglés (si<strong>en</strong>te “une vive repulsión pour cette nation”, como le<br />

com<strong>en</strong>ta a Leibniz <strong>en</strong> noviembre de 1715) no dejan de evocar la actitud de la zorra de La Fontaine ante<br />

<strong>las</strong> uvas.<br />

5 Es muy famosa la anécdota según la cual esta Princesa Palatina habría int<strong>en</strong>tado quemar con otros<br />

amigos libertinos, <strong>en</strong>tre ellos el Principe de Condé, un supuesto fragm<strong>en</strong>to de la Veracruz, que no ardió,<br />

lo que provocó su tardía “conversión”, muy al gusto de la época, y glosada por Bossuet <strong>en</strong> su oración<br />

fúnebre, <strong>en</strong> 1684. Sobre la anécdota de su tía Ana, Elisabeth-Charlotte, espíritu racionalista, cu<strong>en</strong>ta <strong>en</strong><br />

carta de abril de 1709 a su tía Sofía una disputa que tuvo con su propio confesor, el jesuita padre Linières<br />

“le confesseur que j’ai maint<strong>en</strong>ant est raisonnable <strong>en</strong> tout, excepté <strong>en</strong> fait de religion, où il est par trop<br />

simple”, al que le dijo “ce n’était pas un miracle att<strong>en</strong>du qu’il y a <strong>en</strong> Mésopotamie un bois qui ne brûle<br />

pas”, haciéndole la demostración, puesto que disponía de este tipo de madera, a continuación. “Qui fut<br />

p<strong>en</strong>aud et confus? Ce fut mon bon confesseur, car je ne pus pas m’empêcher de rire” (Princesse Palatine,<br />

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