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texto y sociedad en las letras francesas y francófonas

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árboles, por la parte más s<strong>en</strong>sible del cuerpo. Pronto <strong>las</strong> tropas de Luis XIV se<br />

apoderaron de la plaza, y la sangre de mis compatriotas fue bi<strong>en</strong> v<strong>en</strong>gada. El<br />

t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te g<strong>en</strong>eral 4 que mandaba la guarnición francesa, al ver <strong>las</strong> crueldades que los<br />

españoles habían hecho, preguntó al <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> la ciudad a un oficial del país cómo<br />

se decía colgar <strong>en</strong> castellano. La palabra es ahorcar, respondió el militar; está bi<strong>en</strong>,<br />

replicó el señor De…, esto es todo lo que quería saber de vuestra l<strong>en</strong>gua, y os doy<br />

mi palabra de que la oiréis a m<strong>en</strong>udo.<br />

Sin embargo, la pres<strong>en</strong>cia de ese oficial no bastó para det<strong>en</strong>er la espada de los<br />

asesinos. Los particulares se <strong>en</strong>cargaron de los asesinatos que los verdugos ya no se<br />

atrevían a hacer públicam<strong>en</strong>te, y siempre algún desgraciado francés era víctima<br />

secreta inmolada al furor de esos bárbaros. El señor D… vio <strong>en</strong>tonces que una<br />

severidad inflexible era lo único que podía pacificar <strong>las</strong> cosas. Las patrul<strong>las</strong><br />

recibieron ord<strong>en</strong> de registrar a todo el mundo y de det<strong>en</strong>er a los que llevas<strong>en</strong> armas.<br />

Algunos canal<strong>las</strong> fueron cogidos y llevados ante el señor D…, qui<strong>en</strong>, por toda<br />

respuesta, decía: “Aforcar”, corrompi<strong>en</strong>do la palabra ahorcar, que no recordaba<br />

bi<strong>en</strong>. Las ejecuciones, aunque frecu<strong>en</strong>tes, no hicieron sino animar a los españoles;<br />

fue preciso quitar <strong>en</strong> absoluto la causa para impedir los efectos. El señor D… hizo<br />

publicar, a son de trompeta, que cada uno habría de dejar <strong>en</strong> medio de la plaza sus<br />

armas de fuego y de <strong>las</strong> otras. El orgullo de la nobleza se sublevó contra esa<br />

disposición: varios jóv<strong>en</strong>es nobles alardearon el salir armados de pies a cabeza. No<br />

respetaron su rango; los soldados los desarmaron y los condujeron ante su g<strong>en</strong>eral,<br />

qui<strong>en</strong> siguió no dici<strong>en</strong>do sino “aforcar”. Esos ilustres culpables quedaron muy<br />

sorpr<strong>en</strong>didos al no obt<strong>en</strong>er una gracia que pret<strong>en</strong>dían no se les podía negar. Toda la<br />

ciudad quedó alarmada de su cond<strong>en</strong>a. (…) el ord<strong>en</strong> fue <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te restablecido,<br />

y los españoles tuvieron tanto miedo que aún se acuerdan del terrible “aforcar”; así<br />

es como llaman hoy <strong>en</strong> Lérida al señor D…, que se ha inmortalizado <strong>en</strong> los fastos<br />

de esa ciudad. (Coste d’Arnobat, 1756: 503-504).<br />

El autor anónimo también subraya el talante belicoso de los ilerd<strong>en</strong>ses.<br />

Les Ev<strong>en</strong>em<strong>en</strong>ts de cette Province prêt<strong>en</strong>t à ce g<strong>en</strong>re d’écrire, parce que la fureur<br />

de partis, la Rebellion, les idées Républiquaines fourniss<strong>en</strong>t des Harangues,<br />

échauff<strong>en</strong>t l’imagination, et port<strong>en</strong>t à des actions <strong>en</strong>thousiastiques et<br />

extraordinaires. (1765 : 491)<br />

Esta ciudad aparece vinculada a la lucha desde la antigüedad. Bourgoing alude a<br />

la obra de Guischard 5 mi<strong>en</strong>tras visita los alrededores de Lérida y <strong>las</strong> márg<strong>en</strong>es del<br />

Segre, por ser estos parajes el esc<strong>en</strong>ario de uno de los más heroicos episodios <strong>en</strong><br />

tiempos de Julio César. El viajero se refiere a la campaña que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tó al g<strong>en</strong>eral<br />

romano contra los lugart<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes de Pompeyo 6 .<br />

Con su libro <strong>en</strong> la mano es como hay que recorrer <strong>las</strong> oril<strong>las</strong> del Segre, desde<br />

4 Lladonosa, 1974: vol. II, 586 n.90: “Es deu referir al tin<strong>en</strong>t de Rei, més que al propi Corregidor”.<br />

5 Se trata de Charles Guischard, también llamado Quintus Icilius. En Mémoires critiques et historiques<br />

sur plusieurs points d’antiquités militaires, Paris, P.E.G. Durand neveu, 1774, 4 vol., Guischard recrea la<br />

campaña de Julio César.<br />

6 Julio César <strong>en</strong> La guerra civil (pasajes XXXVIII a LV y LIX a LXXXVI) evoca los <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tami<strong>en</strong>tos<br />

con Pompeyo <strong>en</strong> tierras leridanas, <strong>en</strong> el 49 a.C., que le concedieron el dominio sobre la Hispania citerior.<br />

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