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A. La corte de Alfonso VIII - Gonzalo de Berceo

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Rodrigo menciona, como <strong>de</strong> costumbre, la recompensa que espera a los valientes (allí pareçrá el<br />

que merece la soldada"), otra vez con el fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar la codicia <strong>de</strong> los guerreros. El ejemplar<br />

comportamiento <strong>de</strong> los guerreros cristianos en el campo <strong>de</strong> batalla tras la perorata <strong>de</strong> Rodrigo (se<br />

trata <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las victorias más rápidas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>l Cid), <strong>de</strong>muestra que el poeta consi<strong>de</strong>ra que el<br />

discurso <strong>de</strong>l héroe es efectivo y, por tanto, facundo.<br />

<strong>La</strong>s elocuentes intervenciones <strong>de</strong>l Cid no se limitan a la víspera <strong>de</strong> las batallas. Rodrigo<br />

también da un recital <strong>de</strong> elocuencia en las <strong>corte</strong>s <strong>de</strong> Toledo, tanto a la hora <strong>de</strong> presentar sus<br />

argumentos como a la <strong>de</strong> refutar la <strong>de</strong> sus contrarios. Asimismo, en otras ocasiones el héroe usa<br />

su habilidad oratoria para animar personalmente a sus más fieles<br />

seguidores, como Minaya Albar<br />

Fáñez:<br />

[. . .] los braços abiertos, recibe a Minaya:<br />

"¡Veni<strong>de</strong>s, Albar Fáñez, una fardida<br />

lança!<br />

Do yo vos enbiás, bien abría tal esperanza" . (489-90)<br />

A<strong>de</strong>más, la elo cuencia también le sirve para consolar a su mujer e hijas. Esto es lo que ocurre<br />

cuando los temibles ejércitos <strong>de</strong>l rey Yúcef cercan Valencia. Allí<br />

se encuentra la familia <strong>de</strong>l<br />

héroe. Rodrigo parece anticipar que doña Ximena y las niñas van<br />

a sentirse aterrorizadas ante tal<br />

muchedumbre, y ante el terrible estruendo <strong>de</strong> los tambores<br />

moros:<br />

Fincadas son las tiendas e parecen los alvores,<br />

a una grand priessa tañién los atamores. (1657-58)<br />

Por ello, <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> intervenir para tranquilizarlas. Para<br />

ello, el Cid les muestra lo que causa el ruido<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la muralla <strong>de</strong>l alcázar <strong>de</strong> la ciudad, y también les dirige unas elocuentes palabras<br />

para confortarlas:<br />

Su mugier e sus fijas subiólas al alcácer,<br />

alçavan los ojos, tiendas vieron fincar:<br />

"¿Qué's esto, Cid, sí el Criador vos salve?"<br />

"¡Ya mugier ondrada, non aya<strong>de</strong>s pesar!<br />

Riqueza es que nos acrece<br />

maravillosa e grand;<br />

á poco que viniestes, presend vos quieren dar,<br />

por casar son vuestras fijas, adúzenvos axuvar".<br />

"A vós grado, Cid, e al Padre spirital". (1644-51)

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