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A. La corte de Alfonso VIII - Gonzalo de Berceo

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Pienso también que no falta retórica en Miguel, pues llamaba sarcásticamente a Lucifer<br />

“<strong>de</strong>monio”.<br />

[. . .] michael curialiter vocavit eum <strong>de</strong>monem in <strong>de</strong>risum. (365)<br />

Miguel le llamó cortésmente “<strong>de</strong>monio” sarcásticamente.<br />

Diego García está interpretando que San Miguel bautizó a Lucifer, que era un ángel, como<br />

“<strong>de</strong>monio”, a modo<br />

<strong>de</strong> insulto sarcástico. En cualquier caso, lo que me interesa en esta ocasión<br />

es resaltar que Diego García entien<strong>de</strong> esta habilidad retórica como una virtud,<br />

a pesar <strong>de</strong> que en<br />

otras ocasiones haya criticado el hablar sarcástico <strong>de</strong> ciertos malos <strong>corte</strong>sanos. Se podría objetar<br />

que la retórica no es exactamente la elocuencia cortés o facundia, puesto que la primera forma<br />

parte <strong>de</strong> las disciplinas<br />

universitarias <strong>de</strong>l trivium, y la segunda, aunque pueda construirse sobre<br />

una base académica,<br />

parece ser, más bien, fruto <strong>de</strong>l aprendizaje <strong>de</strong> la propia vida <strong>de</strong> la <strong>corte</strong>. De<br />

seguirse este razonamiento,<br />

resultaría que la retórica que propone García no es una virtud cortés,<br />

sino una cualidad propia <strong>de</strong> un buen letrado. Esta interpretación<br />

no es <strong>de</strong>l todo incorrecta, pero,<br />

sin embargo, se pue<strong>de</strong> contrarrestar aduciendo que el propio García mezcla los términos,<br />

calificando la retórica <strong>de</strong> San Miguel <strong>de</strong> cortés (San Miguel actúa “curialiter”). De hecho, la<br />

misma ambigüedad había aparecido anteriormente:<br />

Quapropter si potero utar adversus eum brevissime quadam thropo loquendi quam didici<br />

a quodam milite curiali. (191)<br />

Por ese motivo, si soy capaz, usaré brevísimamente contra él cierta figura retórica que<br />

aprendí <strong>de</strong> cierto caballero cortés.<br />

De nuevo, <strong>corte</strong>sía y retórica letrada aparecen íntimamente unidas. En efecto, se trata, una vez<br />

más <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las características principales <strong>de</strong> la <strong>corte</strong>sía que propone Diego García: el Planeta<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong> un comportamiento cortés en el que la <strong>corte</strong>sía laica se mo<strong>de</strong>re mezclándola con buenas<br />

dosis <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s religiosas letradas, es <strong>de</strong>cir, aprendidas en el trivium y, por tanto, relacionadas<br />

con la sapientia que tanto recomienda. De este modo se conseguirá por fin conformar un todo <strong>de</strong><br />

virtu<strong>de</strong>s satisfactorio, distinto <strong>de</strong>l que domina en su tiempo.<br />

En cualquier<br />

caso, lo que me parece indudable es que la i<strong>de</strong>ología cortés que propone<br />

Diego<br />

García está teñida <strong>de</strong> un sentido político monárquico. Para <strong>de</strong>mostrarlo, se pue<strong>de</strong>n aducir<br />

varias pruebas. En primer lugar, <strong>de</strong>bemos<br />

consi<strong>de</strong>rar que las virtu<strong>de</strong>s <strong>corte</strong>ses se insertan en un

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