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A. La corte de Alfonso VIII - Gonzalo de Berceo

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Como se pue<strong>de</strong> apreciar, el Cid usa su facundia para presentar la situación a su familia <strong>de</strong> un<br />

modo favorable. En su boca, la enorme cantidad <strong>de</strong> tropas enemigas se transforma en un <strong>corte</strong>jo<br />

que trae el ajuar ("axuvar") <strong>de</strong> sus hijas. A su vez, el agresivo cerco se torna en una voluntaria<br />

procesión <strong>de</strong> moros que viene a saludarlas y a agasajarlas ("Riqueza es que nos acrecer<br />

maravillosa e grand; / á poco que viniestes, presend vos quieren dar").<br />

Doña Ximena parece tranquilizarse con esto, según se colige <strong>de</strong> la respuesta que da a las<br />

palabras <strong>de</strong> su marido ("'A vós grado, Cid, e al Padre spirital'"). Sin embargo, cuando suenan los<br />

tambores enemigos<br />

(1658), vuelve a aparecer el miedo:<br />

Miedo á su mugier e quiérel' quebrar el coraçón,<br />

assí fazié a las dueñas e a sus fijas amas a dos,<br />

<strong>de</strong>l día que nasquieran non vieran tal tremor. (1660-62)<br />

Por ello, el Cid vuelve a intervenir elocuentemente: Prísos' a la barba el buen Cid Campeador<br />

"Non aya<strong>de</strong>s miedo, ca todo es vuestra pro.<br />

Antes d' estos quinze días, si ploguiere al Criador,<br />

[. . . . . . . . . . . . . . .] aquellos atamores<br />

a vós los pondrán <strong>de</strong>l ant e vere<strong>de</strong>s cuáles son,<br />

<strong>de</strong>sía an a ser <strong>de</strong>l obispo don Jerónimo,<br />

colgarlos han en Santa María madre <strong>de</strong>l Criador".<br />

Vocación es que f izo el Cid Campeador.<br />

Alegres son las dueñas , perdiendo van el pavor. (1663-70)<br />

Esta vez, Rodrigo recurre a una promesa solemne ("vocación"). En efecto, el héroe jura por su<br />

famosa barba, tomándola en la mano mientras hace la promesa ("Prísos' a la barba el buen Cid<br />

Campeador"), que los estruendosos tambores <strong>de</strong> los moros acabarán colgando como trofeos <strong>de</strong> la<br />

iglesia mayor <strong>de</strong> Valencia ("'colgarlos han en Santa María madre <strong>de</strong>l Criador'"). Esta vez, el<br />

efecto <strong>de</strong> las facundas palabras <strong>de</strong>l Cid parece ser <strong>de</strong>finitivo, y su familia se consuela ("Alegres<br />

son las dueñas, perdiendo van el pavor").<br />

114 Muy similar a este discurso es una intervención <strong>de</strong>l protagonista <strong>de</strong> la Historia Ro<strong>de</strong>rici. Cuando aparece el<br />

enemigo, el Cid se lo presenta a sus hombres como un regalo, esta vez divino:<br />

[. . .] quia hodie tra<strong>de</strong>t eos [inimicos nostros] Dominus Noster Ihesus Christus in manus nostras et<br />

in potestatem nostram". (962)<br />

Porque hoy nos trae nuestro señor Jesucristo nuestros enemigos a nuestras manos y a nuestro<br />

po<strong>de</strong>r.<br />

114

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