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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Cristo, pero ofrecerse a Cristo mismo como nuestro Señor y Salvador. Reconozcamos a Dios en<br />

todos nuestros caminos y Él dirigirá nuestras sendas. El amor mutuo es requerido a todos los<br />

cristianos. El amor es <strong>de</strong> Dios y cumple el evangelio y <strong>la</strong> ley. Necesitamos <strong>la</strong> influencia <strong>de</strong>l Espíritu<br />

para nuestro crecimiento en gracia y <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> obtener<strong>la</strong>s es <strong>la</strong> oración. La santidad es requerida a<br />

todos los que van al cielo y <strong>de</strong>bemos actuar <strong>de</strong> modo que no contradigamos <strong>la</strong> profesión <strong>de</strong> santidad<br />

que hacemos. Entonces, se manifestará <strong>la</strong> excelencia y <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> santidad y sin estas ningún<br />

corazón será establecido en aquel día y ninguno evitará <strong>la</strong> con<strong>de</strong>nación.<br />

CAPÍTULO IV<br />

Versículos 1—8. Exhortaciones a <strong>la</strong> pureza y santidad. 9—12. Al amor fraternal, <strong>la</strong> conducta<br />

pacifica y <strong>la</strong> diligencia. 13—18. No a <strong>la</strong> pena in<strong>de</strong>bida por <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> los parientes y amigos<br />

santos, consi<strong>de</strong>rando <strong>la</strong> resurrección gloriosa <strong>de</strong> sus cuerpos en <strong>la</strong> segunda venida <strong>de</strong> Cristo.<br />

Vv. 1—8. No basta con permanecer en <strong>la</strong> fe <strong>de</strong>l evangelio, pero hemos <strong>de</strong> abundar en <strong>la</strong> obra <strong>de</strong> fe.<br />

La reg<strong>la</strong> por <strong>la</strong> cual <strong>de</strong>bemos caminar y actuar todos es <strong>la</strong> <strong>de</strong> los mandamientos dados por el Señor<br />

Jesucristo. La santificación, que es <strong>la</strong> renovación <strong>de</strong> sus almas bajo <strong>la</strong> influencia <strong>de</strong>l Espíritu Santo y<br />

<strong>la</strong> atención a los <strong>de</strong>beres asignados, constituía <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios para ellos. Al aspirar a esta<br />

renovación <strong>de</strong>l alma para santidad, <strong>de</strong>be ponerse estricto freno a los apetitos y sentidos <strong>de</strong>l cuerpo y<br />

a los pensamientos e inclinaciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> voluntad, que conducen a su mal uso. El Señor no l<strong>la</strong>ma a<br />

nadie <strong>de</strong> su familia a que lleven vidas impías, sino a que puedan ser educados y capacitados para<br />

andar ante Él en santidad. Algunos toman a <strong>la</strong> ligera los preceptos <strong>de</strong> santidad porque los oyen <strong>de</strong><br />

hombres, pero son los mandamientos <strong>de</strong> Dios, y quebrantarlos es <strong>de</strong>spreciar a Dios.<br />

Vv. 9—12. Debemos notar en los <strong>de</strong>más lo que es bueno <strong>de</strong> encomio, para que podamos<br />

<strong>de</strong>dicarlos a abundar en ello más y más. Todos los que son enseñados por Dios para salvación, son<br />

enseñados a amarse unos a otros. La enseñanza <strong>de</strong>l Espíritu exce<strong>de</strong> a <strong>la</strong>s enseñanzas <strong>de</strong> los hombres;<br />

y <strong>la</strong> enseñanza <strong>de</strong> los hombres es vana e inútil a menos que Dios enseñe. Los que se <strong>de</strong>stacan por<br />

esta u otra gracia, necesitan crecer en el<strong>la</strong> y perseverar hasta el fin. —Muy <strong>de</strong>seable es tener un<br />

carácter calmo y cal<strong>la</strong>do, y ser <strong>de</strong> conducta pacífica y tranqui<strong>la</strong>. Satanás se ocupa en perturbarnos; en<br />

nuestros corazones tenemos lo que nos dispone a ser inquietos; por tanto, contemplemos ser<br />

tranquilos. Los que son entremetidos, que se preocupan <strong>de</strong> lo ajeno, tienen poca quietud en sus<br />

mentes y causan gran<strong>de</strong>s molestias a su prójimo. Rara vez les importa <strong>la</strong> exhortación <strong>de</strong>l otro, ni ser<br />

diligentes en su propio l<strong>la</strong>mado, ni trabajar con sus propias manos. El cristianismo no nos saca <strong>de</strong>l<br />

trabajo y <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> nuestras vocaciones particu<strong>la</strong>res, pero nos enseña a ser diligentes. —Debido a su<br />

pereza, <strong>la</strong> gente suele estar en gran<strong>de</strong>s aprietos, y son responsables <strong>de</strong> muchas necesida<strong>de</strong>s; mientras<br />

los diligentes en sus negocios se ganan el pan y tienen gran p<strong>la</strong>cer en hacerlo así.<br />

Vv. 13—18. Aquí hay consuelo para los parientes y amigos <strong>de</strong> los que mueren en el Señor. La<br />

pena por <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> amigos es lícita; po<strong>de</strong>mos llorar nuestra propia pérdida, aunque sea ganancia<br />

para ellos. El cristianismo no prohíbe nuestros afectos naturales y <strong>la</strong> gracia no los elimina. Pero no<br />

<strong>de</strong>bemos exagerar nuestros pesares; esto es <strong>de</strong>masiado parecido a los que no tienen esperanza <strong>de</strong> una<br />

vida mejor. La muerte es <strong>de</strong>sconocida y poco sabemos <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> morir, pero <strong>la</strong>s<br />

doctrinas <strong>de</strong> <strong>la</strong> resurrección y <strong>de</strong> <strong>la</strong> segunda venida <strong>de</strong> Cristo son remedio contra el temor a <strong>la</strong><br />

muerte, y contra <strong>la</strong> pena in<strong>de</strong>bida por <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> nuestros amigos cristianos; tenemos <strong>la</strong> plena<br />

seguridad <strong>de</strong> estas doctrinas. —Será felicidad que todos los santos se junten y permanezcan juntos<br />

para siempre, pero <strong>la</strong> dicha principal <strong>de</strong>l cielo es estar con el Señor, verle, vivir con Él, y gozar <strong>de</strong> Él<br />

para siempre. Debemos apoyarnos unos a otros en los momentos <strong>de</strong> tristeza; sin mortificar los

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