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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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CAPÍTULO VI<br />

Versículos 1—3. La provi<strong>de</strong>ncia recomienda a Mardoqueo al favor <strong>de</strong>l rey. 4—11. El consejo <strong>de</strong><br />

Amán honra a Mardoqueo. 12—14. Los amigos <strong>de</strong> Amán le hab<strong>la</strong>n <strong>de</strong> su peligro.<br />

Vv. 1—3. La provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios reina aun sobre <strong>la</strong>s preocupaciones más pequeñas <strong>de</strong> los hombres.<br />

Ni un gorrión cae en tierra sin Él. Siga los pasos que dio <strong>la</strong> Provi<strong>de</strong>ncia para el ascenso <strong>de</strong><br />

Mardoqueo. El rey no pudo dormir, cuando <strong>la</strong> Provi<strong>de</strong>ncia tenía un <strong>de</strong>signio que cumplir y lo<br />

mantuvo <strong>de</strong>spierto. No leemos <strong>de</strong> una enfermedad que le hubiera quitado el sueño sino Dios, <strong>de</strong><br />

quien el sueño es un don, se lo retuvo. El que tenía mando sobre ciento veintisiete provincias, no<br />

tuvo mando sobre una hora <strong>de</strong> sueño.<br />

Vv. 4—11. Véase cómo el orgullo <strong>de</strong>l hombre lo engaña. Lo engañoso <strong>de</strong>l corazón se hace<br />

presente nada menos que en el alto concepto que tenemos <strong>de</strong> nosotros y <strong>de</strong> nuestros logros: contra lo<br />

cual <strong>de</strong>bemos ve<strong>la</strong>r y orar constantemente. Amán pensó que el rey sólo lo amaba y valoraba a él,<br />

pero se engañó. Debemos sospechar que <strong>la</strong> estima que el prójimo profesa por nosotros no es tan<br />

gran<strong>de</strong> como parece, para que no tengamos un concepto <strong>de</strong>masiado alto <strong>de</strong> nosotros mismos, ni<br />

confiemos excesivamente en el prójimo. ¡Cómo fue golpeado Amán cuando el rey lo mandó honrar<br />

al judío Mardoqueo, el mismísimo hombre que odiaba por sobre todos los hombres, y cuya<br />

<strong>de</strong>strucción había concebido!<br />

Vv. 12—14. Mardoqueo no se infló con los honores; volvió a su lugar y a su <strong>de</strong>ber. La honra está<br />

bien dada a los que piensan que son superiores a sus asuntos. Pero Amán no lo pudo tolerar. ¿Qué<br />

daño le hizo? Lo que rompe el corazón <strong>de</strong>l hombre orgulloso, no interrumpe el sueño <strong>de</strong>l humil<strong>de</strong>.<br />

Su con<strong>de</strong>na, sin que hubiera ocurrido esto, le fue anunciada por su esposa y por sus amigos. Ellos<br />

testificaron c<strong>la</strong>ramente que los judíos, aunque <strong>de</strong>sparramados en todas <strong>la</strong>s naciones, eran objeto <strong>de</strong>l<br />

especial cuidado divino. —Conso<strong>la</strong>dores malos eran todos ellos: no aconsejaron a Amán que se<br />

arrepintiera, sino anunciaron su <strong>de</strong>stino como inevitable. La sabiduría <strong>de</strong> Dios se ve en <strong>la</strong><br />

programación <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> <strong>la</strong> liberación <strong>de</strong> su Iglesia, para manifestar su propia gloria.<br />

CAPÍTULO VII<br />

Versículos 1—6. Ester acusa a Amán. 7—10. Amán es ahorcado en su propio patíbulo.<br />

Vv. 1—6. Si el amor por <strong>la</strong> vida nos hace rogar fervorosamente a quienes sólo pue<strong>de</strong>n matar el<br />

cuerpo, ¡cuán fervorosas <strong>de</strong>bieran ser nuestras oraciones a Aquel que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>struir el cuerpo y el<br />

alma en el infierno! ¡Cuánto <strong>de</strong>biéramos orar por <strong>la</strong> salvación <strong>de</strong> nuestros parientes, amigos y <strong>de</strong><br />

todos los que nos ro<strong>de</strong>an! —Cuando presentamos peticiones a hombres gran<strong>de</strong>s tenemos caute<strong>la</strong><br />

para no ofen<strong>de</strong>rles; hasta <strong>la</strong>s quejas justas <strong>de</strong>ben ser retenidas. Pero cuando nos acercamos con<br />

reverencia al Rey <strong>de</strong> reyes, no po<strong>de</strong>mos pedir ni esperar <strong>de</strong>masiado. Aunque nada, sino ira es lo que<br />

merecemos, Dios es po<strong>de</strong>roso para hacer todas <strong>la</strong>s cosas mucho más abundantemente <strong>de</strong> lo que<br />

pedimos o enten<strong>de</strong>mos.<br />

Vv. 7—10. El rey estaba enojado: los que hacen <strong>la</strong>s cosas por voluntad propia, reflexionan<br />

<strong>de</strong>spués, y se reprochan a sí mismos. Cuando estemos enojados <strong>de</strong>bemos hacer una pausa antes <strong>de</strong><br />

tomar cualquier resolución y, así, gobernar nuestro propio espíritu y <strong>de</strong>mostrar que somo llevados<br />

por <strong>la</strong> razón. Los que son más altivos e insolentes cuando se hal<strong>la</strong>n en el po<strong>de</strong>r y <strong>la</strong> prosperidad,

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