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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Cielo y <strong>de</strong> <strong>la</strong> maldad <strong>de</strong>l infierno, <strong>la</strong>s aflicciones <strong>de</strong>l justo <strong>de</strong>ben ser muchas. Pero cualesquiera sean<br />

<strong>la</strong>s tribu<strong>la</strong>ciones que les sobrevengan, no herirán su alma, porque Dios los resguarda para que no<br />

pequen cuando están afligidos. Ningún hombre está <strong>de</strong>so<strong>la</strong>do sino aquel al cual Dios ha abandonado.<br />

SALMO XXXV<br />

Versículos 1—10. David ora por seguridad. 11—16. Se <strong>la</strong>menta <strong>de</strong> sus enemigos. 17—28. C<strong>la</strong>ma a<br />

Dios para que lo sostenga.<br />

Vv. 1—10. No es cosa nueva que los hombres más justos, y <strong>la</strong> causa más justa, encuentren<br />

enemigos. Esto es fruto <strong>de</strong> <strong>la</strong> vieja enemistad <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>la</strong> serpiente contra <strong>la</strong> simiente <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> mujer. David en sus aflicciones, Cristo en sus sufrimientos, <strong>la</strong> iglesia bajo persecución, y el<br />

cristiano en <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> <strong>la</strong> tentación, todos ruegan al Todopo<strong>de</strong>roso que se presente a favor <strong>de</strong> ellos y<br />

reivindique su causa. Tenemos <strong>la</strong> ten<strong>de</strong>ncia a justificar <strong>la</strong> intranquilidad por <strong>la</strong>s injurias que nos<br />

infligen los hombres, pensando que no hemos dado motivos para que nos traten mal; pero esto<br />

<strong>de</strong>biera darnos tranquilidad, porque entonces po<strong>de</strong>mos esperar con mayor razón que Dios <strong>de</strong>fienda<br />

nuestra causa. —David oró a Dios que se manifestara en su tribu<strong>la</strong>ción. Déjame tener consuelo<br />

interior en medio <strong>de</strong> todos los trastornos exteriores para sostener mi alma. Si Dios, por su Espíritu,<br />

atestigua a nuestros espíritus que Él es nuestra salvación, no tenemos que <strong>de</strong>sear más para hacernos<br />

felices. Si Dios es nuestro Amigo, no importa quien sea nuestro enemigo. —Por el Espíritu <strong>de</strong><br />

profecía, David predice los justos juicios <strong>de</strong> Dios que, por su gran maldad, sobrevendrán a sus<br />

enemigos. Estas son predicciones, miran al futuro, y muestran <strong>la</strong> con<strong>de</strong>nación <strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong><br />

Cristo y <strong>de</strong> su reino. No <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>sear ni pedir <strong>la</strong> ruina <strong>de</strong> ningún enemigo, salvo nuestras lujurias<br />

y los malos espíritus que quieren nuestra <strong>de</strong>strucción. —Un viajero sorprendido por <strong>la</strong> noche en un<br />

camino malo es expresiva señal <strong>de</strong>l pecador que camina en <strong>la</strong>s sendas peligrosas y resba<strong>la</strong>dizas <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

tentación. Pero David, habiendo encomendado su causa a Dios, no dudó <strong>de</strong> su propia liberación. —<br />

Los huesos son <strong>la</strong>s partes más fuertes <strong>de</strong>l cuerpo. Aquí el salmista se propone servir y glorificar a<br />

Dios con toda su fuerza. Si tal lenguaje pue<strong>de</strong> aplicarse a <strong>la</strong> salvación exterior, ¡cuánto más se<br />

aplicará a <strong>la</strong>s cosas celestiales en Cristo Jesús!<br />

Vv. 11—16. L<strong>la</strong>ma ingrato al hombre, y no pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirle nada peor: este era el carácter <strong>de</strong> los<br />

enemigos <strong>de</strong> David. Aquí él era tipo <strong>de</strong> Cristo. David muestra con cuánta ternura se había<br />

comportado con ellos en <strong>la</strong>s aflicciones. Debemos <strong>la</strong>mentarnos por los pecados <strong>de</strong> quienes no se<br />

<strong>la</strong>mentan por sí mismos. No per<strong>de</strong>remos por los buenos oficios que hagamos a nadie, por ingratos<br />

que sean. Aprendamos a dominar nuestra alma con paciencia y mansedumbre como David o, más<br />

bien, según el ejemplo <strong>de</strong> Cristo.<br />

Vv. 17—28. Aunque el pueblo <strong>de</strong> Dios sea tranquilo y contemple serlo, aun ha sido corriente que<br />

sus enemigos conciban i<strong>de</strong>as engañosas contra ellos. —David ora: Mi alma peligra; Señor, rescáta<strong>la</strong>;<br />

te pertenece a ti, Padre <strong>de</strong> los espíritus, por tanto rec<strong>la</strong>ma lo tuyo; es tuya, ¡sálva<strong>la</strong>! Señor no te alejes<br />

<strong>de</strong> mí como si yo fuera un extraño. —Él que exaltó al entonces sufriente Re<strong>de</strong>ntor, comparecerá por<br />

todo su pueblo: el león rugiente no <strong>de</strong>struirá sus almas, no más <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> con <strong>la</strong> <strong>de</strong> Cristo, su<br />

Seguridad. Ellos encomiendan su alma en sus manos, por fe son uno con Él, son preciosos a sus ojos,<br />

y serán rescatados <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>strucción para que <strong>de</strong>n gracias en el cielo.<br />

SALMO XXXVI

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