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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 12-18. No todo hombre que sufre es el ben<strong>de</strong>cido; pero sí el que con paciencia y constancia<br />

va por el camino <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, a través <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s dificulta<strong>de</strong>s. Las aflicciones no nos pue<strong>de</strong>n hacer<br />

miserables si no son por nuestra propia falta. El cristiano probado será un cristiano coronado. La<br />

corona <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida se promete a todos los que tienen el amor <strong>de</strong> Dios reinando en sus corazones. Toda<br />

alma que ama verda<strong>de</strong>ramente a Dios tendrá sus pruebas <strong>de</strong> este mundo plenamente recompensadas<br />

en ese mundo <strong>de</strong> lo alto, don<strong>de</strong> el amor es perfeccionado. —Los mandamientos <strong>de</strong> Dios, y los tratos<br />

<strong>de</strong> su provi<strong>de</strong>ncia, prueban los corazones <strong>de</strong> los hombres, y muestran <strong>la</strong> disposición que prevalece en<br />

ellos. Pero nada pecaminoso <strong>de</strong>l corazón y <strong>la</strong> conducta pue<strong>de</strong> ser atribuido a Dios. Él no es el autor<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> escoria, aunque su prueba <strong>de</strong> fuego <strong>la</strong> <strong>de</strong>ja al <strong>de</strong>scubierto. Los que culpan <strong>de</strong>l pecado a su<br />

constitución o a su situación en el mundo, o preten<strong>de</strong>n que no lo pue<strong>de</strong>n evitar, <strong>de</strong>jan mal a Dios<br />

como si Él fuese el autor <strong>de</strong>l pecado. Las aflicciones, como enviados <strong>de</strong> Dios, están concebidas para<br />

sacar a relucir nuestras virtu<strong>de</strong>s, pero no nuestras corrupciones. El origen <strong>de</strong>l mal y <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

tentaciones está en nuestros propios corazones. —Detén los comienzos <strong>de</strong>l pecado o todos los males<br />

que sigan serán totalmente cargados a tu cuenta. Dios no se comp<strong>la</strong>ce en <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> los hombres,<br />

como que no tiene mano en el pecado <strong>de</strong> ellos, pero el pecado y <strong>la</strong> miseria, se <strong>de</strong>ben a ellos mismos.<br />

Así como el sol es el mismo en <strong>la</strong> naturaleza e influye, aunque a menudo se interpongan <strong>la</strong> tierra y<br />

<strong>la</strong>s nubes, haciendo lo que a nosotros nos parece variable, así Dios es inmutable y nuestros cambios<br />

y sombras no son cambios ni alteraciones en Él. Lo que el sol es en <strong>la</strong> naturaleza es Dios en gracia,<br />

provi<strong>de</strong>ncia y gloria, e infinitamente más. Como toda buena dádiva es <strong>de</strong> Dios, así, en particu<strong>la</strong>r, es<br />

que hayamos nacido <strong>de</strong> nuevo, y todas sus consecuencias santas y felices vienen <strong>de</strong> Él. Un cristiano<br />

verda<strong>de</strong>ro llega a ser una persona tan diferente <strong>de</strong> <strong>la</strong> que era antes <strong>de</strong> <strong>la</strong>s influencias renovadoras <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> gracia divina, que es como si fuera formado <strong>de</strong> nuevo. Debemos <strong>de</strong>dicar todas nuestras faculta<strong>de</strong>s<br />

al servicio <strong>de</strong> Dios, para que podamos ser una especie <strong>de</strong> primicias <strong>de</strong> sus criaturas.<br />

Vv. 19-21. En lugar <strong>de</strong> culpar a Dios cuando estamos sometidos a pruebas, abramos nuestros<br />

oídos y corazones para apren<strong>de</strong>r lo que nos enseña por el<strong>la</strong>s. Si los hombres <strong>de</strong>sean gobernar sus<br />

lenguas, <strong>de</strong>ben gobernar sus pasiones. Lo peor que po<strong>de</strong>mos aportar a cualquier disputa es <strong>la</strong> ira. —<br />

He aquí una exhortación a separar y echar como ropa sucia todas <strong>la</strong>s prácticas pecaminosas. Esto<br />

<strong>de</strong>be alcanzar a los pecados <strong>de</strong>l pensamiento y <strong>de</strong>l afecto, y a los pecados <strong>de</strong>l hab<strong>la</strong>r y <strong>de</strong>l hacer; a<br />

toda cosa corrupta y pecaminosa. Debemos rendirnos a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios con mentes humil<strong>de</strong>s y<br />

dóciles a <strong>la</strong> enseñanza. Debemos estar dispuestos a oír <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong>fectos, y a tomarlos no sólo con<br />

paciencia, sino con gratitud. El objetivo <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios es hacernos sabios para salvación y los<br />

que se proponen cualquier finalidad ma<strong>la</strong> o baja al prestarle atención, <strong>de</strong>shonran el evangelio y<br />

<strong>de</strong>silusionan sus propias almas.<br />

Vv. 22-25. Si oyéramos un sermón cada día <strong>de</strong> <strong>la</strong> semana y un ángel <strong>de</strong>l cielo fuera el<br />

predicador, no nos llevaría nunca al cielo si nos apoyáramos so<strong>la</strong>mente en el oír. Los que son solo<br />

oidores se engañan a sí mismos; y el engaño <strong>de</strong> sí mismo será hal<strong>la</strong>do, al final, como el peor engaño.<br />

Si nos ha<strong>la</strong>gamos a nosotros mismos es nuestra propia falta. La verdad no ha<strong>la</strong>ga a nadie, tal como<br />

está en Jesús. La pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> verdad <strong>de</strong>be ser cuidadosamente escuchada con atención, y expondrá<br />

ante nosotros <strong>la</strong> corrupción <strong>de</strong> nuestra naturaleza, los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> nuestros corazones y <strong>de</strong> nuestra<br />

vida; nos dirá c<strong>la</strong>ramente lo que somos. Nuestros pecados son <strong>la</strong>s manchas que <strong>la</strong> ley <strong>de</strong>ja al<br />

<strong>de</strong>scubierto; <strong>la</strong> sangre <strong>de</strong> Cristo es el <strong>la</strong>vamiento que enseña el evangelio, pero oímos en vano <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios y en vano miramos el espejo <strong>de</strong>l evangelio si nos vamos y olvidamos nuestras<br />

manchas en lugar <strong>de</strong> sacar<strong>la</strong>s <strong>la</strong>vándo<strong>la</strong>s, y olvidamos nuestro remedio en lugar <strong>de</strong> recurrir a este.<br />

Eso pasa con los que no oyen <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra como <strong>de</strong>bieran. Al oír <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra miramos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> el<strong>la</strong> en<br />

busca <strong>de</strong> consejo y guía, y cuando <strong>la</strong> estudiamos, se vuelve nuestra vida espiritual. Los que se<br />

mantienen en <strong>la</strong> ley y <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios son y serán ben<strong>de</strong>cidos en todos sus caminos. Su<br />

recompensa <strong>de</strong> gracia en el más allá estará re<strong>la</strong>cionada con su paz y consuelo presente. —Cada parte<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción divina tiene su uso, llevando al pecador a Cristo para salvación, y guiándole y

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