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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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ahora glorificado con fe, es buena para humil<strong>la</strong>r <strong>la</strong> disposición orgullosa que se justifica a sí misma.<br />

Cuando consi<strong>de</strong>ramos <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción y sufrimientos <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios, para <strong>la</strong><br />

salvación <strong>de</strong> los pecadores perece<strong>de</strong>ros, ciertamente <strong>de</strong>bemos darnos cuenta <strong>de</strong> <strong>la</strong> liberalidad y <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

riquezas <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia divina en nuestra salvación.<br />

Vv. 20—28. Los hijos <strong>de</strong> Zebe<strong>de</strong>o usaron mal lo que Cristo <strong>de</strong>cía para conso<strong>la</strong>r a los discípulos.<br />

Algunos no pue<strong>de</strong>n tener consuelo; los transforman para un mal propósito. El orgullo es el pecado<br />

que más fácilmente nos acosa; es una ambición pecaminosa <strong>de</strong> superar a los <strong>de</strong>más en pompa y<br />

gran<strong>de</strong>za. Para abatir <strong>la</strong> vanidad y <strong>la</strong> ambición <strong>de</strong> su pedido, Cristo los guía a pensar en sus<br />

sufrimientos. Copa amarga es <strong>la</strong> que <strong>de</strong>be beberse; copa <strong>de</strong> temblor, pero no <strong>la</strong> copa <strong>de</strong>l impío. No es<br />

sino una copa, pero seca y amarga quizá, pero pronto se vacía; es una copa en <strong>la</strong> mano <strong>de</strong>l Padre,<br />

Juan xviii, 11. El bautismo es una or<strong>de</strong>nanza por <strong>la</strong> cual somos unidos al Señor en pacto y comunión;<br />

y así es el sufrimiento por Cristo, Ezequiel xx, 37; Isaías xlviii, 10. El bautismo es señal externa y<br />

visible <strong>de</strong> una gracia espiritual interior; así es el pa<strong>de</strong>cimiento por Cristo, que a nosotros es<br />

concedido, Filipenses i, 29. Pero no sabían qué era <strong>la</strong> copa <strong>de</strong> Cristo, ni qué era su bautismo.<br />

Comúnmente los más confiados son los que están menos familiarizados con <strong>la</strong> cruz. Nada hace más<br />

mal entre los hermanos que el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za. Nunca encontramos disputando a los discípulos <strong>de</strong><br />

Cristo sin que algo <strong>de</strong> esto se halle en el fondo <strong>de</strong> <strong>la</strong> cuestión. El hombre que con más diligencia<br />

<strong>la</strong>bora, y con más paciencia sufre, buscando hacer el bien a sus hermanos, y fomentar <strong>la</strong> salvación <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s almas, más evoca a Cristo, y recibirá más honra <strong>de</strong> Él para toda <strong>la</strong> eternidad. —Nuestro Señor<br />

hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> su muerte en los términos aplicados a los sacrificios <strong>de</strong> antaño. Es un sacrificio por los<br />

pecados <strong>de</strong> los hombres, y es aquel sacrificio verda<strong>de</strong>ro y esencial, que los <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley representaban<br />

débil e imperfectamente. Era un rescate <strong>de</strong> muchos, suficiente para todos, obrando sobre muchos; y,<br />

si por muchos, entonces <strong>la</strong> pobre alma temblorosa pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, ¿por qué no por mí?<br />

Vv. 29—34. Bueno es que los sometidos a <strong>la</strong> misma prueba o enfermedad <strong>de</strong>l cuerpo o <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

mente, se unan para orar a Dios por alivio, para que puedan estimu<strong>la</strong>rse y exhortarse unos a otros.<br />

Hay suficiente misericordia en Cristo para todos los que pi<strong>de</strong>n. Ellos oraban con fervor. C<strong>la</strong>maban<br />

como hombres apremiados. Los <strong>de</strong>seos fríos mendigan negaciones. Fueron humil<strong>de</strong>s para orar,<br />

poniéndose a merced <strong>de</strong> <strong>la</strong> misericordia <strong>de</strong>l mediador y refiriéndose alegremente a el<strong>la</strong>. Muestran fe<br />

al orar por el título que dieron a Cristo. Seguro que fue por el Espíritu Santo que trataron <strong>de</strong> Señor a<br />

Jesús. Perseveraron en oración. Cuando iban en busca <strong>de</strong> <strong>la</strong> misericordia no había tiempo para <strong>la</strong><br />

timi<strong>de</strong>z o <strong>la</strong> vaci<strong>la</strong>ción: c<strong>la</strong>maban con fervor. —Cristo los animó. Nos sensibilizamos rápidamente<br />

ante <strong>la</strong>s necesida<strong>de</strong>s y <strong>la</strong>s cargas <strong>de</strong>l cuerpo, y nos po<strong>de</strong>mos re<strong>la</strong>cionar con el<strong>la</strong>s con prontitud. ¡Oh,<br />

que nos quejásemos con tanto sentimiento <strong>de</strong> nuestras dolencias espirituales, especialmente <strong>de</strong><br />

nuestra ceguera espiritual! Muchos están espiritualmente ciegos, pero dicen que ven. Jesús curó a<br />

estos ciegos y cuando hubieron recibido <strong>la</strong> vista, lo siguieron. Nadie sigue ciegamente a Cristo.<br />

Primero, por gracia Él abre los ojos <strong>de</strong> los hombres, y así atrae hacia Él sus corazones. Estos<br />

mi<strong>la</strong>gros son nuestro l<strong>la</strong>mamiento a Jesús; po<strong>de</strong>mos oírlo y hacerlo nuestra oración diaria para crecer<br />

en gracia y en el conocimiento <strong>de</strong>l Señor y Salvador Jesucristo.<br />

CAPÍTULO XXI<br />

Versículos 1—11. Cristo entra en Jerusalén. 12—17. Echa <strong>de</strong>l templo a los que lo profanaban.<br />

18—22. Maldición <strong>de</strong> <strong>la</strong> higuera estéril. 23—27. El sermón <strong>de</strong> Jesús en el templo 28—32. La<br />

parábo<strong>la</strong> <strong>de</strong> los dos hijos 33—46. La parábo<strong>la</strong> <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> familia.

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