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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 19—22. Si esa promesa fue suficiente para salvación, ¿entonces <strong>de</strong> qué sirvió <strong>la</strong> ley? Los<br />

israelitas, aunque escogidos para ser el pueblo peculiar <strong>de</strong> Dios, eran pecadores como los <strong>de</strong>más. La<br />

ley no fue concebida para <strong>de</strong>scubrir una manera <strong>de</strong> justificar, diferente <strong>de</strong> <strong>la</strong> dada a conocer por <strong>la</strong><br />

promesa, sino para conducir a los hombres a ver su necesidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> promesa, mostrándoles <strong>la</strong><br />

pecaminosidad <strong>de</strong>l pecado, y para seña<strong>la</strong>r a Cristo solo, por medio <strong>de</strong>l cual podían ser perdonados y<br />

justificados. La promesa fue dada por Dios mismo; <strong>la</strong> ley fue dada por el ministerio <strong>de</strong> ángeles, y <strong>la</strong><br />

mano <strong>de</strong> un mediador, Moisés. De ahí que <strong>la</strong> ley no pudiera ser diseñada para abrogar <strong>la</strong> promesa.<br />

Como lo indica el mismo vocablo, el mediador es un amigo que se interpone entre dos partes y que<br />

no actúa sólo con una y por una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. La gran intención <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley era que <strong>la</strong> promesa por fe en<br />

Jesucristo fuera dada a los que creyeran; a los que, estando convictos <strong>de</strong> su culpa, y <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

insuficiencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley para efectuar justicia por ellos, pudieran ser persuadidos a creer en Cristo, y<br />

así, alcanzar el beneficio <strong>de</strong> <strong>la</strong> promesa. No es posible que <strong>la</strong> santa, justa y buena ley <strong>de</strong> Dios, <strong>la</strong><br />

norma <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber para todos, sea contraria al evangelio <strong>de</strong> Cristo. Intenta toda forma <strong>de</strong> promoverlo.<br />

Vv. 23—25. La ley no enseñaba un conocimiento vivo y salvador, pero por sus ritos y<br />

ceremonias, especialmente por sus sacrificios, seña<strong>la</strong>ba hacia Cristo para que ellos fuesen<br />

justificados por fe. Así era que <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra significa propiamente un siervo para llevar a Cristo, como<br />

los niños eran llevados a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> por los siervos encargados <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>rlos, para ser enseñados más<br />

plenamente por Él, que es el verda<strong>de</strong>ro camino <strong>de</strong> justificación y salvación, el cual es únicamente<br />

por fe en Cristo. Se seña<strong>la</strong> <strong>la</strong> ventaja enormemente más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong>l evangelio, en el cual<br />

disfrutamos <strong>de</strong> <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia y misericordia divina más c<strong>la</strong>ramente que los judíos <strong>de</strong><br />

antes. La mayoría <strong>de</strong> los hombres siguen encerrados como en un ca<strong>la</strong>bozo oscuro, enamorados <strong>de</strong><br />

sus pecados, cegados y adormecidos por Satanás, por medio <strong>de</strong> los p<strong>la</strong>ceres, preocupaciones y<br />

esfuerzos mundanales. Pero el pecador <strong>de</strong>spertado <strong>de</strong>scubre su estado terrible. Entonces siente que <strong>la</strong><br />

misericordia y <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios forman su única esperanza. Los terrores <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley suelen ser usados<br />

por el Espíritu que produce convicción, para mostrar al pecador que necesita a Cristo, para llevarle a<br />

confiar en sus sufrimientos y méritos, para que pueda ser justificado por <strong>la</strong> fe. Entonces, <strong>la</strong> ley, por <strong>la</strong><br />

enseñanza <strong>de</strong>l Espíritu Santo, llega a ser su amada norma <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber y su norma para el examen diario<br />

<strong>de</strong> sí mismo. En este uso <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, apren<strong>de</strong> a confiar más c<strong>la</strong>ramente en el Salvador.<br />

Vv. 26—29. Los cristianos reales disfrutan gran<strong>de</strong>s privilegios sujetos al evangelio, y ya no son<br />

más contados como siervos, sino como hijos; ahora no son mantenidos a cierta distancia y sujetos a<br />

ciertas restricciones como los judíos. Habiendo aceptado a Cristo Jesús como su Señor y Salvador, y<br />

confiando solo en Él para justificación y salvación, ellos llegan a ser los hijos <strong>de</strong> Dios. Pero ninguna<br />

forma externa o confesión pue<strong>de</strong> garantizar esas bendiciones, porque si alguien no tiene el Espíritu<br />

<strong>de</strong> Cristo, no es <strong>de</strong> Él. —En el bautismo nos investimos <strong>de</strong> Cristo; por éste, profesamos ser sus<br />

discípulos. Siendo bautizados en Cristo, somos bautizados en su muerte, porque como Él murió y<br />

resucitó, así nosotros morimos al pecado y andamos en <strong>la</strong> vida nueva y santa. Investirse <strong>de</strong> Cristo<br />

según el evangelio no consiste en <strong>la</strong> imitación externa, sino <strong>de</strong> un nacimiento nuevo, un cambio<br />

completo. —El que hace que los creyentes sean here<strong>de</strong>ros, proveerá para ellos. Por tanto, nuestro<br />

afán <strong>de</strong>be ser cumplir los <strong>de</strong>beres que nos correspon<strong>de</strong>n, y <strong>de</strong>bemos echar sobre Dios todos los<br />

<strong>de</strong>más afanes. Nuestro interés especial <strong>de</strong>be ser por el cielo; <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> esta vida no son sino<br />

fruslerías. La ciudad <strong>de</strong> Dios en el cielo es <strong>la</strong> porción o <strong>la</strong> parte <strong>de</strong>l hijo. Procura asegurarte <strong>de</strong> eso<br />

por sobre todas <strong>la</strong>s cosas.<br />

CAPÍTULO IV

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