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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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salvación y cuán dañinos son los pecados para el consuelo temporal, valoraremos más <strong>la</strong> re<strong>de</strong>nción<br />

que es en Cristo; ¿buscamos <strong>la</strong> victoria sobre cada pecado, recordando que <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios requiere<br />

santidad en cada seguidor <strong>de</strong> Cristo? —La buena nueva es que el Señor Jesús reina. El mismo Cristo<br />

trajo esta noticia primero. Sus ministros proc<strong>la</strong>man esta buena nueva: manteniéndose limpios <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

contaminaciones <strong>de</strong>l mundo, son bellos para aquellos a los que son enviados. —Los centine<strong>la</strong>s <strong>de</strong><br />

Sion podían escasamente discernir algo <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> Dios a través <strong>de</strong> <strong>la</strong> espesa nube <strong>de</strong> sus<br />

aflicciones; pero, ahora que <strong>la</strong> nube se ha disipado, verán c<strong>la</strong>ramente <strong>la</strong> exacta coherencia entre <strong>la</strong><br />

profecía y el hecho, <strong>la</strong> promesa y el cumplimiento. Los lugares <strong>de</strong>so<strong>la</strong>dos <strong>de</strong> Sion se regocijarán<br />

entonces; todo el mundo tendrá el beneficio. Esto lo aplica Cristo a nuestra salvación. —Babilonia<br />

no es lugar para los israelitas. Es un l<strong>la</strong>mado a todos lo que están en <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud <strong>de</strong>l pecado y <strong>de</strong><br />

Satanás para que usen <strong>la</strong> libertad que Cristo ha proc<strong>la</strong>mado. Iban a ir con prisa diligente sin per<strong>de</strong>r<br />

tiempo ni <strong>de</strong>morarse, pero no iban a ir con prisa <strong>de</strong>sconfiada. Los que van por el camino <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber,<br />

están bajo <strong>la</strong> protección especial <strong>de</strong> Dios; quien cree esto no se apresurará por temor.<br />

Vv. 13—15. Aquí comienza esa <strong>de</strong>scripción minuciosa, maravillosa y fiel <strong>de</strong>l oficio, <strong>de</strong>l carácter<br />

y <strong>de</strong> <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong>l Mesías, que ha puesto convicción <strong>de</strong> pecado en más <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los incrédulos más<br />

endurecidos. Cristo es <strong>la</strong> misma Sabiduría; en <strong>la</strong> obra <strong>de</strong> nuestra re<strong>de</strong>nción se manifestó <strong>la</strong> sabiduría<br />

<strong>de</strong> Dios en un misterio. Los que le vieron dijeron: Seguramente nunca un hombre tuvo un aspecto<br />

tan <strong>de</strong>sgraciado; nunca hubo un dolor como su dolor. Pero Dios lo exaltó hasta lo sumo. Eso será<br />

<strong>de</strong>scubierto por el evangelio <strong>de</strong> Cristo, que nunca podría narrarse <strong>de</strong> otra manera. Cristo, una vez<br />

<strong>de</strong>rramada su sangre por los pecadores, continúa su po<strong>de</strong>r. Que todos los que se oponen, vean <strong>la</strong><br />

sabiduría <strong>de</strong> cesar su oposición, y <strong>de</strong> ser hechos partícipes <strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre <strong>de</strong>l rociamiento, y el<br />

bautismo <strong>de</strong>l Espíritu Santo; obe<strong>de</strong>ciéndole y dando gracias por su salvación.<br />

CAPÍTULO LIII<br />

Versículos 1—3. La persona, 4—9. Sufrimientos, 10—12. Humil<strong>la</strong>ción y exaltación <strong>de</strong> Cristo<br />

<strong>de</strong>scritas minuciosamente con <strong>la</strong>s bendiciones <strong>de</strong> su muerte por <strong>la</strong> humanidad.<br />

Vv. 1—3. En ninguna otra parte <strong>de</strong>l Antiguo Testamento, como en este capítulo, se profetiza tan<br />

c<strong>la</strong>ra y plenamente que Cristo <strong>de</strong>bía sufrir y luego entrar a su gloria. Pero a esta fecha pocos<br />

disciernen o reconocen el po<strong>de</strong>r divino que va con <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Se <strong>de</strong>secha el informe más importante<br />

y auténtico <strong>de</strong> <strong>la</strong> salvación a través <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios por los pecadores. —La condición vil a que se<br />

sometió y su manifestación al mundo no concuerdan con <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l Mesías que los judíos se<br />

habían formado. Se esperaba que viniera con pompa; en cambio creció como una p<strong>la</strong>nta, silenciosa e<br />

inadvertidamente. Él nada tenía <strong>de</strong> <strong>la</strong> gloria que uno hubiera pensado hal<strong>la</strong>r en Él. Toda su vida fue<br />

no sólo humil<strong>de</strong> en estado externo; también fue penosa. Hecho pecado por nosotros, vivió <strong>la</strong><br />

sentencia a <strong>la</strong> cual nos expuso el pecado. Los corazones carnales nada ven en el Señor Jesús como<br />

para interesarse en Él. ¡Sí, por cuántos <strong>de</strong> su pueblo sigue siendo <strong>de</strong>spreciado y rechazado respecto<br />

<strong>de</strong> su doctrina y su autoridad!<br />

Vv. 4—9. En estos versículos hay un re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> los sufrimientos <strong>de</strong> Cristo; también <strong>de</strong>l propósito<br />

<strong>de</strong> sus sufrimientos. Fue por nuestros pecados y en nuestro lugar que nuestro Señor Jesús sufrió.<br />

Todos hemos pecado y caído <strong>de</strong> <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios. Los pecadores tienen su pecado favorito, su<br />

propio mal camino que aprecian. Nuestros pecados merecen todas los castigos y dolores, hasta los<br />

más severos. —Somos salvados <strong>de</strong> <strong>la</strong> ruina a <strong>la</strong> cual nos obligamos por el pecado, cuando echamos<br />

sobre Cristo nuestros pecados. Esta expiación iba a ser hecha por nuestros pecados. Este es el único<br />

camino <strong>de</strong> salvación. Nuestros pecados fueron <strong>la</strong>s espinas en <strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong> Cristo, los c<strong>la</strong>vos en sus

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