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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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este mundo vil. Cristo Jesús es el refugio y <strong>la</strong> morada en <strong>la</strong> cual po<strong>de</strong>mos recogernos. —Somos<br />

criaturas moribundas, todas nuestras conso<strong>la</strong>ciones en el mundo están moribundas, pero Dios es el<br />

Dios eterno y los creyentes lo hal<strong>la</strong>n como tal. —Cuando, por enfermedad u otras aflicciones, Dios<br />

lleva a los hombres a <strong>la</strong> <strong>de</strong>strucción, los l<strong>la</strong>ma a que vuelvan a Él, arrepintiéndose <strong>de</strong> sus pecados y<br />

viviendo una vida nueva. —Mil años nada son para <strong>la</strong> eternidad <strong>de</strong> Dios: entre un minuto y un<br />

millón <strong>de</strong> años hay cierta proporción; entre el tiempo y <strong>la</strong> eternidad no <strong>la</strong> hay. Todos los sucesos <strong>de</strong><br />

mil años, sean pasados o veni<strong>de</strong>ros, son más presentes para <strong>la</strong> mente eterna que lo hecho en <strong>la</strong> hora<br />

recién pasada para nosotros. En <strong>la</strong> resurrección, el cuerpo y el alma regresarán ambos y volverán a<br />

unirse. —El tiempo pasa sin que lo notemos, como los hombres dormidos; cuando es pasado, ya es<br />

como nada. Es una vida corta y velozmente pasajera como <strong>la</strong>s aguas <strong>de</strong> <strong>la</strong> inundación. El hombre<br />

solo florece como <strong>la</strong> hierba, que se marchita cuando llega el invierno <strong>de</strong> <strong>la</strong> vejez, pero pue<strong>de</strong> ser<br />

cortado por <strong>la</strong> enfermedad o el <strong>de</strong>sastre.<br />

Vv. 7—11. Las aflicciones <strong>de</strong> los santos suelen provenir <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, pero los reproches<br />

para los pecadores y los creyentes por sus pecados <strong>de</strong>ben consi<strong>de</strong>rarse proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sagrado <strong>de</strong><br />

Dios. Los pecados secretos son conocidos por Dios, y serán tratados. Véase <strong>la</strong> necedad <strong>de</strong> quienes<br />

tratan <strong>de</strong> tapar sus pecados, porque no pue<strong>de</strong>n hacerlo. —Cuando pasan nuestros años no pue<strong>de</strong>n<br />

recordarse más que <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras que hab<strong>la</strong>mos. Toda nuestra vida es extenuante y problemática, y<br />

quizá sea cortada en medio <strong>de</strong> los años que contamos. Por todo esto se nos enseña a permanecer<br />

reverentes. Los ángeles que pecaron conocen el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Dios; los pecadores en el infierno<br />

<strong>la</strong> conocen, pero, ¿quién <strong>de</strong> nosotros pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir<strong>la</strong> plenamente? Pocos <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ran con <strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>bida seriedad. Quienes se bur<strong>la</strong>n <strong>de</strong>l pecado y toman a Cristo a <strong>la</strong> ligera, con seguridad no conocen<br />

el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Dios. ¿Quién <strong>de</strong> nosotros pue<strong>de</strong> habitar con ese fuego consumidor?<br />

Vv. 12—17. Quienes apren<strong>de</strong>n <strong>la</strong> sabiduría divina <strong>de</strong>ben orar por <strong>la</strong> instrucción divina, <strong>de</strong>ben<br />

implorar que el Espíritu Santo les enseñe; y por el consuelo y el gozo en <strong>la</strong>s retribuciones <strong>de</strong>l favor<br />

<strong>de</strong> Dios. Oran por <strong>la</strong> misericordia <strong>de</strong> Dios, porque no preten<strong>de</strong>n alegar méritos propios. Su favor será<br />

una fuente plena <strong>de</strong> goces futuros. Será una compensación suficiente por <strong>la</strong>s penas anteriores. La<br />

gracia <strong>de</strong> Dios en nosotros produzca <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> <strong>la</strong>s buenas obras. Las conso<strong>la</strong>ciones divinas pongan<br />

alegría en nuestros corazones y resp<strong>la</strong>ndor en nuestro semb<strong>la</strong>nte. La obra <strong>de</strong> nuestras manos<br />

confirma; y para eso, confírmanos en el<strong>la</strong>. En lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>sperdiciar nuestros preciosos días pasajeros<br />

persiguiendo fantasías, que <strong>de</strong>jan a los poseedores por siempre pobres, busquemos el perdón <strong>de</strong><br />

pecados y una herencia en el cielo. Oremos que <strong>la</strong> obra <strong>de</strong>l Espíritu Santo pueda manifestarse en <strong>la</strong><br />

conversión <strong>de</strong> nuestro corazón y se vea en nuestra conducta <strong>la</strong> belleza <strong>de</strong> <strong>la</strong> santidad.<br />

SALMO XCI<br />

Versículos 1—8. La seguridad <strong>de</strong> los que tienen a Dios como refugio. 9—16. El favor <strong>de</strong> ellos ante<br />

Él.<br />

Vv. 1—8. El que por fe escoge a Dios como su protector, encontrará en Él todo lo que necesite o<br />

<strong>de</strong>see. Quienes han hal<strong>la</strong>do el consuelo <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong>l Señor su refugio, no pue<strong>de</strong>n sino <strong>de</strong>sear que los<br />

<strong>de</strong>más puedan hacer lo mismo. La vida espiritual está protegida por <strong>la</strong> gracia divina contra <strong>la</strong>s<br />

tentaciones <strong>de</strong> Satanás, que son como los <strong>la</strong>zos <strong>de</strong>l cazador, y <strong>de</strong>l contagio <strong>de</strong>l pecado que es una<br />

peste <strong>de</strong>tructora. Se promete gran seguridad a los creyentes en medio <strong>de</strong>l peligro. La sabiduría les<br />

impedirá asustarse sin causa y <strong>la</strong> fe les impedirá asustarse in<strong>de</strong>bidamente. Lo que se haga es <strong>la</strong><br />

voluntad <strong>de</strong> nuestro Padre celestial; y no tenemos razón para temer. El pueblo <strong>de</strong> Dios verá

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