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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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a todos cómo ir a Cristo. Su resolución parece surgir <strong>de</strong> un principio mundano y codicioso; pero<br />

Cristo no tenía dón<strong>de</strong> reclinar su cabeza, y si él lo seguía, no <strong>de</strong>bía esperar que le fuera mejor.<br />

Tenemos razón para pensar que este escriba se alejó. —Otro era <strong>de</strong>masiado lento. La <strong>de</strong>mora en<br />

hacer es, por un <strong>la</strong>do, tan ma<strong>la</strong> como <strong>la</strong> prisa para resolver por el otro. Pidió permiso para ocuparse<br />

<strong>de</strong> enterrar a su padre, y luego se pondría al servicio <strong>de</strong> Cristo. Esto parecía razonable aunque no era<br />

justo. No tenía celo verda<strong>de</strong>ro por <strong>la</strong> obra. Enterrar al muerto, especialmente a un padre muerto, es<br />

una buena obra, pero no es tu obra en este momento. Si Cristo requiere nuestro servicio, <strong>de</strong>be<br />

ce<strong>de</strong>rse aun el afecto por los parientes más cercanos y queridos, y por <strong>la</strong>s cosas que no son nuestro<br />

<strong>de</strong>ber. A <strong>la</strong> mente sin disposición nunca le faltan <strong>la</strong>s excusas. Jesús le dijo: Sígueme, y, sin duda,<br />

salió po<strong>de</strong>r con esta pa<strong>la</strong>bra para él como para los otros; siguió a Cristo y se aferró <strong>de</strong> Él. El escriba<br />

dijo, yo te seguiré; a este otro hombre Cristo le dijo: Sígueme; comparándolos, se ve que somos<br />

llevados a Cristo por <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong> su l<strong>la</strong>mado personal, Romanos ix, 16.<br />

Vv. 23—27. Consuelo para quienes se hacen a <strong>la</strong> mar en barcos, y suelen peligrar allí, es<br />

reflexionar que tienen un Salvador en quien confiar y al cual orar, que sabe qué es estar en el agua y<br />

estar en tormentas. Quienes están pasando por el océano <strong>de</strong> este mundo con Cristo, <strong>de</strong>ben esperar<br />

tormentas. —Su naturaleza humana, semejante a nosotros en todo, pero sin pecado, estaba fatigada y<br />

se durmió en ese momento para probar <strong>la</strong> fe <strong>de</strong> sus discípulos. Ellos fueron a su Maestro en su<br />

temor. Así es en el alma; cuando <strong>la</strong>s lujurias y <strong>la</strong>s tentaciones se levantan y rugen, y Dios está, al<br />

parecer, dormido a lo que ocurre, esto nos lleva al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperación. Entonces, se c<strong>la</strong>ma por<br />

una pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> su boca: Señor Jesús, no te que<strong>de</strong>s cal<strong>la</strong>do o estoy acabado. Muchos que tienen fe<br />

verda<strong>de</strong>ra son débiles en el<strong>la</strong>. Los discípulos <strong>de</strong> Cristo eran dados a inquietarse con temores en un<br />

día tempestuoso; se atormentaban a sí mismos con que <strong>la</strong>s cosas estaban mal para ellos, y con<br />

pensamientos <strong>de</strong>salentadores <strong>de</strong> que vendrá algo peor. Las gran<strong>de</strong>s tormentas <strong>de</strong> <strong>la</strong> duda y temor en<br />

el alma, bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> esc<strong>la</strong>vitud, suelen terminar en una calma maravillosa, creada y<br />

dirigida por el Espíritu <strong>de</strong> adopción. —Ellos quedaron estupefactos. Nunca habían visto que una<br />

tormenta fuera <strong>de</strong> inmediato calmada a <strong>la</strong> perfección. El que pue<strong>de</strong> hacer esto, pue<strong>de</strong> hacer cualquier<br />

cosa, lo que estimu<strong>la</strong> <strong>la</strong> confianza y el consuelo en Él, en el día más tempestuoso <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro o <strong>de</strong><br />

afuera, Isaías xxvi, 4.<br />

Vv. 28—34. Los <strong>de</strong>monios nada tienen que ver con Cristo como Salvador; ellos no tienen ni<br />

esperan ningún beneficio <strong>de</strong> Él. ¡Oh, <strong>la</strong> profundidad <strong>de</strong> este misterio <strong>de</strong>l amor divino: que el hombre<br />

caído tenga tanto que ver con Cristo, cuando los ángeles caídos nada tienen que ver con Él! Hebreos<br />

ii, 16. Seguramente que aquí sufrieron un tormento, al ser forzados a reconocer <strong>la</strong> excelencia que hay<br />

en Cristo, y aún así, no tener parte con Él. Los <strong>de</strong>monios no <strong>de</strong>sean tener nada que ver con Cristo<br />

como Rey. Véase qué lenguaje hab<strong>la</strong>n quienes no tendrán nada que ver con el evangelio <strong>de</strong> Cristo.<br />

Pero no es verdad que los <strong>de</strong>monios no tengan nada que ver con Cristo como Juez, porque tienen que<br />

ver, y lo saben; así es para con todos los hijos <strong>de</strong> los hombres. —Satanás y sus instrumentos no<br />

pue<strong>de</strong>n ir más allá <strong>de</strong> lo que el Señor permita; ellos <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>jar <strong>la</strong> posesión cuando Él manda. No<br />

pue<strong>de</strong>n romper el cerco <strong>de</strong> protección en torno a su pueblo; ni siquiera pue<strong>de</strong>n entrar en un cerdo sin<br />

su permiso. —Recibieron el permiso. A menudo Dios permite, por objetivos santos y sabios, los<br />

esfuerzos <strong>de</strong> <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Satanás. Así, pues, el diablo apresura a <strong>la</strong> gente a pecar; los apura a lo que han<br />

resuelto en contra, <strong>de</strong> lo cual saben que será vergüenza y pena para ellos: miserable es <strong>la</strong> condición<br />

<strong>de</strong> los que son llevados cautivos por él a su voluntad. —Hay muchos que prefieren sus cerdos al<br />

Salvador y, así, no alcanzan a Cristo y <strong>la</strong> salvación por Él. Ellos <strong>de</strong>sean que Cristo se vaya <strong>de</strong> sus<br />

corazones, y no soportan que Su Pa<strong>la</strong>bra tenga lugar en ellos, porque Él y su pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong>struirían sus<br />

concupiscencias brutales, eso que se entrega a los cerdos como alimento. Justo es que Cristo<br />

abandone a los que están cansados <strong>de</strong> Él; y <strong>de</strong>spués diga: Apartaos, malditos, a quienes ahora le<br />

dicen al Todopo<strong>de</strong>roso: Véte <strong>de</strong> nosotros.

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