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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 24—26. Somos cautivos legales <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia <strong>de</strong> Dios, pero liberados a un precio <strong>de</strong> valor<br />

in<strong>de</strong>cible. Aquí hay una promesa expresa: Aun el cautivo <strong>de</strong>l valiente será librado. Aquí vemos a<br />

Satanás privado <strong>de</strong> su presa, enca<strong>de</strong>nado y echado al abismo; y todas <strong>la</strong>s potesta<strong>de</strong>s que se habían<br />

reunido para esc<strong>la</strong>vizar, perseguir o corromper a <strong>la</strong> Iglesia, son <strong>de</strong>struidas; que toda <strong>la</strong> tierra sepa que<br />

Jehová es nuestro Salvador y Re<strong>de</strong>ntor, el Fuerte <strong>de</strong> Jacob. Todo esfuerzo que hacemos para rescatar<br />

a los congéneres pecadores <strong>de</strong> <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud a Satanás ayuda, en cierto grado, al progreso <strong>de</strong>l gran<br />

cambio.<br />

CAPÍTULO L<br />

Versículos 1—3. El rechazo <strong>de</strong> los judíos. 4—9. El sufrimiento y <strong>la</strong> exaltación <strong>de</strong>l Mesías. 10, 11.<br />

Consuelo para el creyente, y advertencia para el incrédulo.<br />

Vv. 1—3. Quienes han profesado ser pueblo <strong>de</strong> Dios y parecen ser tratados con severidad, tien<strong>de</strong>n a<br />

quejarse como si Dios hubiera sido duro con ellos. Aquí hay una respuesta para tales<br />

murmuraciones; Dios nunca privó a nadie <strong>de</strong> sus ventajas, sino <strong>de</strong> sus pecados. Los judíos fueron<br />

enviados a Babilonia por su ido<strong>la</strong>tría, pecado que quebrantó el pacto, y, al final, fueron rechazados<br />

por crucificar al Señor <strong>de</strong> gloria. —Dios los l<strong>la</strong>mó a <strong>de</strong>jar sus pecados y evitar su propia ruina. Por<br />

último, el Hijo vino a los suyos pero los suyos no le recibieron. Cuando Dios l<strong>la</strong>ma a los hombres a<br />

<strong>la</strong> felicidad y ellos no respon<strong>de</strong>n, son justamente <strong>de</strong>jados en su miseria. Para silenciar <strong>la</strong>s dudas<br />

acerca <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r, se dan pruebas. Los prodigios que acompañaron sus sufrimientos y muerte<br />

proc<strong>la</strong>man que Él era el Hijo <strong>de</strong> Dios, Mateo xxvii, 54.<br />

Vv. 4—9. Como Jesús era Dios y hombre en una Persona, a veces lo hal<strong>la</strong>mos hab<strong>la</strong>ndo como<br />

Jehová Dios, o que así se le nombra; a veces, como hombre y siervo <strong>de</strong> Jehová. Él iba a <strong>de</strong>c<strong>la</strong>rar <strong>la</strong>s<br />

verda<strong>de</strong>s que consue<strong>la</strong>n al corazón contrito y humil<strong>la</strong>do, a los cansados <strong>de</strong> pecar, acosados por <strong>la</strong>s<br />

aflicciones. Como el Espíritu Santo estaba en Él, podía hab<strong>la</strong>r como nunca hombre ha hab<strong>la</strong>do; así,<br />

<strong>la</strong> misma influencia divina lo <strong>de</strong>spertaba cada día para orar, para predicar el evangelio, y recibir y<br />

entregar toda <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong>l Padre. Él justificó al Hijo cuando aceptó <strong>la</strong> satisfacción que éste hizo<br />

por el pecado <strong>de</strong>l hombre. Cristo hab<strong>la</strong> en nombre <strong>de</strong> todos los creyentes. ¿Quién se atreve a ser<br />

enemigo <strong>de</strong> quienes Él tiene por amigos? O, ¿quién conten<strong>de</strong>rá con quienes lo tienen por su<br />

Abogado? Así lo aplica san Pablo, Romanos viii, 33.<br />

Vv. 10, 11. Un hijo <strong>de</strong> Dios teme incurrir en su <strong>de</strong>sagrado. Esta gracia aparece más<br />

habitualmente en los creyentes cuando están en tinieb<strong>la</strong>s, cuando no aparecen otras gracias. Los que<br />

temen verda<strong>de</strong>ramente a Dios, obe<strong>de</strong>cen <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Cristo. —Un siervo sincero <strong>de</strong> Dios pue<strong>de</strong> estar<br />

por <strong>la</strong>rgo tiempo sin visualizar <strong>la</strong> felicidad eterna. ¿Cuál es probable que sea un remedio eficaz en<br />

este triste caso? Confíe él en el nombre <strong>de</strong>l Señor; afírmese en <strong>la</strong>s promesas <strong>de</strong>l pacto, y edifique sus<br />

esperanzas sobre el<strong>la</strong>s. Que confíe en Cristo, confíe en ese nombre suyo, el Señor Justicia nuestra;<br />

que se afirme en Dios como su Dios por medio <strong>de</strong>l Mediador. —Se advierte a los pecadores<br />

presuntuosos <strong>de</strong> no confiar en sí mismos. Sus propios méritos y suficiencia son luz y calor para ellos.<br />

Los consuelos <strong>de</strong>rivados <strong>de</strong> <strong>la</strong>s criaturas son como chispas <strong>de</strong> corta vida y pronta <strong>de</strong>saparición; pero<br />

los hijos <strong>de</strong> este mundo, mientras duren, procuran calentarse con el<strong>la</strong>s y andan con orgullo y p<strong>la</strong>cer a<br />

<strong>la</strong> luz <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s. Los que hacen <strong>de</strong> este mundo su consuelo y <strong>de</strong> su justicia propia, su confianza,<br />

ciertamente encontrarán amarguras al final. El camino <strong>de</strong> un hombre piadoso pue<strong>de</strong> ser oscuro, pero<br />

su final será paz y luz eterna. El camino <strong>de</strong>l impío pue<strong>de</strong> ser p<strong>la</strong>centero, pero su final y <strong>de</strong>stino<br />

eternos serán <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s más profundas.

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