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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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prohíben y tratan <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar a fuera a los que Él ha recibido. Todos los cristianos <strong>de</strong>ben llevar sus hijos<br />

al Salvador para que los bendiga con bendiciones espirituales.<br />

Vv. 16—22. Cristo sabía que <strong>la</strong> codicia era el pecado que más fácilmente incomodaba a este<br />

joven; aunque había obtenido honestamente lo que poseía, no podía, sin embargo, separarse <strong>de</strong> ello<br />

con alegría, y así <strong>de</strong>mostraba su falta <strong>de</strong> sinceridad. Las promesas <strong>de</strong> Cristo facilitan sus preceptos y<br />

hacen que su yugo sea ligero y muy conso<strong>la</strong>dor; pero esta promesa fue tanto un juicio <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe <strong>de</strong>l<br />

joven, como el precepto lo fue <strong>de</strong> su caridad y <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l mundo. Se nos requiere seguir a Cristo<br />

atendiendo <strong>de</strong>bidamente sus or<strong>de</strong>nanzas, siguiendo estrictamente su patrón y sometiéndonos<br />

alegremente a sus disposiciones; y esto por amor a Él y por <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Él. Ven<strong>de</strong>r todo y darlo a<br />

los pobres no servirá si no vamos a seguir a Cristo. —El evangelio es el único remedio para los<br />

pecadores perdidos. Muchos <strong>de</strong> los que se abstienen <strong>de</strong> vicios groseros son los que no atien<strong>de</strong>n su<br />

obligación para con Dios. Miles <strong>de</strong> casos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sobediencia <strong>de</strong> pensamiento, pa<strong>la</strong>bra y obra se<br />

registran contra ellos en el libro <strong>de</strong> Dios. Así, pues, son muchos los que abandonan a Cristo por amar<br />

a este mundo presente: ellos se sienten convictos y <strong>de</strong>seosos, pero se alejan tristes, quizá temb<strong>la</strong>ndo.<br />

Nos conviene probarnos en estos asuntos porque el Señor nos juzgará.<br />

Vv. 23—30. Aunque Cristo habló con tanta fuerza, pocos <strong>de</strong> los que tienen riquezas confían en<br />

sus pa<strong>la</strong>bras. ¡Cuán pocos <strong>de</strong> los pobres no se tientan a envidiar! Pero el fervor <strong>de</strong>l hombre en este<br />

asunto es como si se esforzaran por edificar un muro alto para encerrarse a sí mismos y a sus hijos<br />

lejos <strong>de</strong>l cielo. Debe ser satisfactorio para los que estamos en condición baja el no estar expuestos a<br />

<strong>la</strong> tentación <strong>de</strong> una situación próspera y elevada. Si ellos viven con más dureza que el rico en este<br />

mundo, si van con mayor facilidad a un mundo mejor, no tendrán razón <strong>de</strong> quejarse. —Las pa<strong>la</strong>bras<br />

<strong>de</strong> Cristo muestran que cuesta mucho que un rico sea un buen cristiano y sea salvo. El camino al<br />

cielo es camino angosto para todos, y <strong>la</strong> puerta que ahí conduce, es puerta estrecha; particu<strong>la</strong>rmente<br />

para <strong>la</strong> gente rica. Se esperan más <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> ellos que <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y los pecados los acosan con<br />

más facilidad. Cuesta no ser fascinado por un mundo sonriente. La gente rica tiene por sobre los<br />

<strong>de</strong>más una gran cuenta que pagar por sus oportunida<strong>de</strong>s. Es absolutamente imposible que un hombre<br />

que pone su corazón en sus riquezas vaya al cielo. —Cristo usó una expresión que <strong>de</strong>nota una<br />

dificultad absolutamente insuperable por el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l hombre. Nada menos que <strong>la</strong> todopo<strong>de</strong>rosa<br />

gracia <strong>de</strong> Dios hará que un rico supere esta dificultad. Entonces, ¿quién podrá ser salvo? Si <strong>la</strong>s<br />

riquezas estorban a <strong>la</strong> gente rica, ¿no se hal<strong>la</strong>n el orgullo y <strong>la</strong>s concupiscencias pecaminosas en los<br />

que no son ricos y son tan peligrosas para ellos? ¿Quién pue<strong>de</strong> ser salvo? Dicen los discípulos.<br />

Nadie, dice Cristo, por ningún po<strong>de</strong>r creado. El comienzo, <strong>la</strong> profesión y el perfeccionamiento <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

obra <strong>de</strong> salvación <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> enteramente <strong>de</strong> <strong>la</strong> omnipotencia <strong>de</strong> Dios, para el cual todas <strong>la</strong>s cosas son<br />

posibles. No se trata <strong>de</strong> que <strong>la</strong> gente rica sea salva en su mundanalidad, sino que sean salvos <strong>de</strong> su<br />

mundanalidad. —Pedro dijo: Nosotros lo hemos <strong>de</strong>jado todo. ¡Ay! No era sino todo un pobre, sólo<br />

unos pocos botes y re<strong>de</strong>s, pero, obsérvese cómo hab<strong>la</strong> Pedro, como si hubieran sido una gran cosa.<br />

Somos <strong>de</strong>masiado capaces <strong>de</strong> dar el valor máximo a nuestros servicios y sufrimientos, nuestras<br />

pérdidas y gastos por Cristo. Sin embargo, Cristo no los reprocha porque era poco lo que habían<br />

<strong>de</strong>jado, era todo lo suyo, y tan caro para ellos como si hubiera sido más. Cristo tomó a bien que ellos<br />

lo <strong>de</strong>jaran todo para seguirlo; acepta según lo que tenga el hombre. —La promesa <strong>de</strong> nuestro Señor<br />

para los apóstoles es que cuando el Hijo <strong>de</strong>l hombre se siente en el trono <strong>de</strong> su gloria, hará nuevas<br />

todas <strong>la</strong>s cosas, y ellos se sentarán con Él en juicio contra los que serán juzgados conforme a su<br />

doctrina. Esto establece el honor, <strong>la</strong> dignidad y <strong>la</strong> autoridad <strong>de</strong>l oficio y ministerio <strong>de</strong> ellos. Nuestro<br />

Señor agrega que cualquiera que haya <strong>de</strong>jado casa o posesiones o comodida<strong>de</strong>s por Él y el<br />

evangelio, sería recompensado al final. Que Dios nos <strong>de</strong> fe para que nuestra esperanza <strong>de</strong>scanse en<br />

esta promesa suya; entonces, estaremos dispuestos para todo servicio o sacrificio. —Nuestro<br />

Salvador, en el último versículo, elimina el error <strong>de</strong> algunos. La herencia celestial no es dada como<br />

<strong>la</strong>s terrenales, sino conforme al beneplácito <strong>de</strong> Dios. No confiemos en apariencias promisorias, ni en

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