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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Versículos 1—6. Jacob manda a diez <strong>de</strong> sus hijos a comprar trigo. 7—20. El trato que José da a sus<br />

hermanos. 21—24. El remordimiento <strong>de</strong> ellos—Simeón es retenido. 25—28. El resto regresa con<br />

el trigo. 29—38. Jacob se niega a mandar a Benjamín a Egipto.<br />

Vv. 1—6. Jacob vio el trigo que sus vecinos habían comprado y llevado a casa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Egipto. El ver<br />

que otros han encontrado su abastecimiento estimu<strong>la</strong> <strong>la</strong> acción. ¿Los <strong>de</strong>más tendrán alimento para<br />

sus almas y nosotros pasaremos hambre mientras hay dón<strong>de</strong> conseguir? Habiendo <strong>de</strong>scubierto don<strong>de</strong><br />

hay ayuda, <strong>de</strong>bemos pedir<strong>la</strong> sin <strong>de</strong>mora, sin disminuir <strong>de</strong>l esfuerzo ni quejarnos <strong>de</strong>l gasto,<br />

especialmente respecto <strong>de</strong> nuestras almas inmortales. Hay provisión en Cristo, pero <strong>de</strong>bemos acudir<br />

a Él y pedirle.<br />

Vv. 7—20. José fue duro con sus hermanos, no por espíritu vengativo, sino para llevarlos al<br />

arrepentimiento. Al no ver a su hermano Benjamín sospechó que lo habían eliminado y les dio<br />

ocasión para hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> su padre y su hermano. En su provi<strong>de</strong>ncia, a veces Dios parece duro con los<br />

que ama y hab<strong>la</strong> con ru<strong>de</strong>za a aquellos para los cuales reserva gran misericordia. José arregló, por<br />

fin, que uno <strong>de</strong> ellos se quedara y el resto fuera a casa a traer a Benjamín. Fue muy animador que él<br />

les dijera: ―Yo temo a Dios‖; como si hubiera dicho, uste<strong>de</strong>s pue<strong>de</strong>n tener <strong>la</strong> seguridad <strong>de</strong> que no les<br />

haré mal; no me atrevo, pues sé que hay uno más alto que yo. De aquellos que temen a Dios<br />

po<strong>de</strong>mos esperar un trato justo.<br />

Vv. 21—24. El oficio <strong>de</strong> <strong>la</strong> conciencia es recordar cosas que hace mucho han sido dichas y<br />

hechas. Cuando estaba fresca <strong>la</strong> culpa <strong>de</strong>l pecado <strong>de</strong> los hermanos <strong>de</strong> José, ellos <strong>la</strong> tomaron a <strong>la</strong><br />

ligera y se sentaron a comer pan, pero ahora, mucho <strong>de</strong>spués, sus conciencias les acusan <strong>de</strong> eso.<br />

Véase lo bueno <strong>de</strong> <strong>la</strong>s aflicciones; a menudo resultan ser un medio dichoso que <strong>de</strong>spierta <strong>la</strong><br />

conciencia y trae el pecado a nuestra memoria, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> lo malo <strong>de</strong> <strong>la</strong> culpa hacia nuestros<br />

hermanos. Ahora <strong>la</strong> conciencia les reprochaba por ello. Cada vez que pensemos que nos han hecho<br />

daño, <strong>de</strong>bemos recordar el mal que nosotros hemos hecho al prójimo. —Rubén solo recordó, con<br />

consuelo, que él había hecho lo que pudo para impedir <strong>la</strong> maldad. Cuando compartimos con los<br />

<strong>de</strong>más sus sufrimientos, será un consuelo tener el testimonio <strong>de</strong> nuestras conciencias <strong>de</strong> que no<br />

participamos en sus ma<strong>la</strong>s obras, sino que en nuestro momento dimos testimonio contra <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s.<br />

José se retiró a llorar. Aunque su razón le <strong>de</strong>cía que aún <strong>de</strong>bía comportarse como extraño porque<br />

todavía ellos no estaban suficientemente humil<strong>la</strong>dos, el afecto natural, sin embargo, no podía sino<br />

obrar.<br />

vv. 25—28. Los hermanos vinieron por trigo, y trigo consiguieron: no so<strong>la</strong>mente eso sino que<br />

cada hombre recibió su dinero <strong>de</strong> vuelta. Así Cristo, como José, nos da provisiones sin dinero y sin<br />

precio. Los más pobres son invitados a comprar. Pero <strong>la</strong>s conciencias culpables son proclives a<br />

tomar en mal sentido <strong>la</strong>s buenas provi<strong>de</strong>ncias y a dar una interpretación <strong>de</strong> maldad hasta en <strong>la</strong>s cosas<br />

que se hacen a su favor.<br />

Vv. 29—38. He aquí el informe que los hijos <strong>de</strong> Jacob dieron a su padre. Esto perturbó al buen<br />

hombre. Hasta <strong>la</strong>s bolsas <strong>de</strong> dinero que, con bondad, José <strong>de</strong>volvió a su padre, le asustaron. Le echó<br />

<strong>la</strong> culpa a sus hijos; conociéndolos temió que hubieran provocado a los egipcios y se hubieran traído<br />

a <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> el dinero a casa. Jacob <strong>de</strong>sconfiaba sencil<strong>la</strong>mente <strong>de</strong> sus hijos recordando que nunca vio a<br />

José <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que éste había estado con ellos. Malo es para una familia cuando los hijos se comportan<br />

tan mal que los padres no saben si pue<strong>de</strong>n confiar en ellos. —Jacob da por perdido a José, y a<br />

Simeón, y a Benjamín los ve en peligro; y concluye que todas estas cosas están en mi contra.<br />

Resultó ser lo contrario, pues todas estas cosas estaban a su favor, obrando juntas para su bien y el<br />

bien <strong>de</strong> su familia. A menudo pensamos que está en nuestra contra lo que, en realidad, está a nuestro<br />

favor. Somos afligidos en el cuerpo, el patrimonio, el nombre y en nuestras re<strong>la</strong>ciones, y pensamos

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