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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 105—112. La pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios nos dirige en nuestra obra y camino, y el mundo sería<br />

indudablemente un lugar tenebroso sin el<strong>la</strong>. El mandamiento es lámpara que se mantiene encendida<br />

con el aceite <strong>de</strong>l Espíritu, como luz que nos dirige al elegir nuestro camino y los pasos que damos en<br />

ese camino. —Aquí se alu<strong>de</strong> a <strong>la</strong> obediencia a los mandamientos <strong>de</strong> Dios por parte <strong>de</strong>l pecador<br />

sometido a una dispensación <strong>de</strong> misericordia, <strong>la</strong> obediencia <strong>de</strong>l creyente partícipe <strong>de</strong>l pacto <strong>de</strong><br />

gracia. —El salmista es frecuentemente afligido pero con el anhelo <strong>de</strong> llegar a ser más santo;<br />

diariamente eleva oraciones pidiendo gracia vivificante. Nada po<strong>de</strong>mos ofrecer a Dios que Él acepte,<br />

sino lo que a Él le p<strong>la</strong>zca enseñarnos a hacer. —Tener nuestra alma o vida continuamente en<br />

nuestras manos presupone el peligro constante <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida; sin embargo, él no olvidaba <strong>la</strong>s promesas<br />

ni los preceptos <strong>de</strong> Dios. —Innumerables son <strong>la</strong>s trampas puestas por los impíos; y dichoso es el<br />

siervo <strong>de</strong> Dios a quien ellos no han hecho errar <strong>de</strong> los preceptos <strong>de</strong> su Señor. —Los tesoros<br />

celestiales son herencia eterna; todos los santos los aceptan como tales, por tanto pue<strong>de</strong>n contentarse<br />

con poco <strong>de</strong> este mundo. —Debemos buscar consuelo sólo en el camino <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber y ese <strong>de</strong>ber <strong>de</strong>be<br />

cumplirse. Por gracia <strong>de</strong> Dios el hombre bueno pone su corazón en su obra que, entonces, se cumple<br />

bien.<br />

Vv. 113—120. Aquí hay estremecimiento por <strong>la</strong> aparición <strong>de</strong>l pecado, y <strong>de</strong> sus primeros<br />

comienzos. Mientras más amemos <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> Dios, más alertas estaremos, no sea que los<br />

pensamientos vanos nos arrastren lejos <strong>de</strong> lo que amamos. —Si queremos progresar en <strong>la</strong> obediencia<br />

<strong>de</strong> los mandamientos <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong>bemos separarnos <strong>de</strong> los malhechores. —El creyente no pue<strong>de</strong> vivir<br />

sin <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios, pero sostenido por su mano, será mantenida su vida espiritual. Nuestra santa<br />

seguridad se funda en el apoyo divino. Todo alejamiento <strong>de</strong> los estatutos <strong>de</strong> Dios es un error, y<br />

resultará fatal. —La astucia <strong>de</strong> ellos es falsedad. Viene el día en que los impíos serán arrojados al<br />

fuego eterno, el lugar apropiado para <strong>la</strong> escoria. Véase lo que resulta <strong>de</strong>l pecado. Ciertamente<br />

<strong>de</strong>bemos temer los que reducimos mucho los afectos <strong>de</strong>votos, no sea que quedándonos aún <strong>la</strong><br />

promesa <strong>de</strong> entrar al reposo celestial, alguno <strong>de</strong> nosotros no lo alcance, Hebreos iv, 1.<br />

Vv. 121—128. Bienaventurado el hombre que, actuando basado en los principios <strong>de</strong>l evangelio,<br />

hace justicia a todos los que lo ro<strong>de</strong>an. —Cristo nuestra Seguridad, habiendo pagado nuestra <strong>de</strong>uda y<br />

rescate, asegura todas <strong>la</strong>s bendiciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> salvación para cada creyente verda<strong>de</strong>ro. —El salmista<br />

espera <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> <strong>la</strong> justicia <strong>de</strong> Dios y ninguna otra salvación más que <strong>la</strong> asegurada por esa<br />

pa<strong>la</strong>bra, <strong>la</strong> cual no pue<strong>de</strong> caer al suelo. —No merecemos el favor <strong>de</strong> Dios; estamos muy bien cuando<br />

nos arrojamos a <strong>la</strong> misericordia <strong>de</strong> Dios y nos referimos a el<strong>la</strong>. Si cualquier hombre resuelve hacer <strong>la</strong><br />

voluntad <strong>de</strong> Dios como siervo suyo, le serán dados a conocer sus testimonios. —Debemos hacer lo<br />

que podamos por el sostenimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, <strong>de</strong>bemos rogar a Dios que tome<br />

<strong>la</strong> obra en sus manos. —Hipocresía es <strong>de</strong>cir que amamos los mandamientos <strong>de</strong> Dios mucho más que<br />

al oro fino, si no valoramos <strong>la</strong> causa <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión verda<strong>de</strong>ra más que nuestros intereses mundanos.<br />

—El camino <strong>de</strong>l pecado es un camino falso, siendo directamente contrario a los preceptos <strong>de</strong> Dios,<br />

que son correctos: quienes aman y estiman <strong>la</strong> ley <strong>de</strong> Dios, odian el pecado y no se reconciliarán con<br />

éste.<br />

Vv. 129—136. Las maravil<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l amor re<strong>de</strong>ntor fijarán al corazón en su adoración. —Las<br />

Escrituras nos muestran lo que éramos, lo que somos y lo que seremos. Nos muestran <strong>la</strong> misericordia<br />

y <strong>la</strong> justicia <strong>de</strong>l Señor, los goces <strong>de</strong>l cielo y los dolores <strong>de</strong>l infierno. De esta manera, en pocos días,<br />

dan al simple un entendimiento <strong>de</strong> estos asuntos que los filósofos han buscado en vano durante<br />

siglos. —El creyente, agobiado con <strong>la</strong>s preocupaciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y sus conflictos con el pecado,<br />

suspira por los consuelos que le transmite <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra sagrada. Y cada uno <strong>de</strong>be orar: Mírame y sé<br />

misericordioso conmigo, como solías hacerlo con quienes aman tu nombre. —Debemos implorar<br />

que el Espíritu Santo or<strong>de</strong>ne nuestros pasos. El dominio <strong>de</strong>l pecado <strong>de</strong>be temerse y todos <strong>de</strong>ben orar<br />

en contra <strong>de</strong> él. La opresión <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> los hombres suele ser más <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong>n soportar <strong>la</strong> carne

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