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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 39—46. Cada <strong>de</strong>scripción que dan los evangelistas <strong>de</strong> <strong>la</strong> disposición mental con que nuestro<br />

Señor enfrenta este conflicto, prueba <strong>la</strong> terrible naturaleza <strong>de</strong>l ataque, y el perfecto conocimiento<br />

anticipado <strong>de</strong> sus terrores que poseía el manso y humil<strong>de</strong> Jesús. Aquí hay tres cosas que no están en<br />

los otros evangelistas: —1. Cuando Cristo agoniza se presenta un ángel <strong>de</strong>l cielo que le fortalece.<br />

Parte <strong>de</strong> su humil<strong>la</strong>ción fue tener que ser fortalecido por un espíritu ministrador. —2. Estando en<br />

agonía oró más fervorosamente. La oración, aunque nunca es inoportuna, es especialmente oportuna<br />

cuando agonizamos. —3. En esta agonía su sudor fue como gran<strong>de</strong>s gotas <strong>de</strong> sangre que caían. Esto<br />

muestra el sufrimiento <strong>de</strong> su alma. Debemos orar también para ser capacitados para resistir hasta<br />

<strong>de</strong>rramar nuestra sangre en <strong>la</strong> lucha contra el pecado, si alguna vez se nos l<strong>la</strong>ma a eso. —¡La<br />

próxima vez que en tu imaginación te <strong>de</strong>tengas a <strong>de</strong>leitarte en algún pecado favorito, piensa en sus<br />

efectos como los que ves aquí! Mira sus terribles efectos en el huerto <strong>de</strong> Getsemaní y <strong>de</strong>sea<br />

profundamente odiar y abandonar a ese enemigo, con <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> Dios, y rescatar pecadores por los<br />

cuales el Re<strong>de</strong>ntor oró, agonizó y sangró.<br />

Vv. 47—53. Nada pue<strong>de</strong> ser mayor afrenta o dolor para el Señor Jesús que ser traicionado por<br />

los que profesan ser sus seguidores, y dicen que le aman. Muchos ejemplos hay <strong>de</strong> Cristo traicionado<br />

por quienes, bajo <strong>la</strong> apariencia <strong>de</strong> piedad, luchan contra su po<strong>de</strong>r. Aquí Jesús dio un ejemplo ilustre<br />

<strong>de</strong> su reg<strong>la</strong> <strong>de</strong> hacer el bien a los que nos odian, como <strong>de</strong>spués lo dio sobre orar por quienes nos<br />

tratan <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosamente. La naturaleza corrompida envuelve nuestra conducta hasta el extremo;<br />

<strong>de</strong>bemos buscar <strong>la</strong> dirección <strong>de</strong>l Señor antes <strong>de</strong> actuar en circunstancias difíciles. Cristo estuvo<br />

dispuesto a esperar sus triunfos hasta que su guerra estuviera consumada, y así <strong>de</strong>bemos hacer<br />

nosotros también. La hora y el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s fueron cortos, y siempre será así con los<br />

triunfos <strong>de</strong> los impíos.<br />

Vv. 54—62. La caída <strong>de</strong> Pedro fue negar que conocía a Cristo y que era su discípulo; lo negó<br />

<strong>de</strong>bido a <strong>la</strong> angustia y el peligro. El que una vez dice una mentira es tentado fuertemente a persistir:<br />

el comienzo <strong>de</strong> ese pecado, como en <strong>la</strong>s luchas, es como <strong>de</strong>jar correr el agua. El Señor se vuelve y<br />

mira a Pedro: —1. Fue una mirada acusadora. Jesús se volvió y lo miró como diciendo, Pedro, ¿no<br />

me conoces? —2. Fue una mirada <strong>de</strong> reproche. Pensemos con que aspecto <strong>de</strong> reprensión nos mira<br />

Cristo, con justicia, cuando pecamos. —3. Fue una mirada <strong>de</strong> amonestación. ¡Tú que eras el más<br />

dispuesto a confesarme como Hijo <strong>de</strong> Dios, y prometiste solemnemente no negarme jamás! —4. Fue<br />

una mirada compasiva. Pedro, ¡cuán caído y <strong>de</strong>shecho estás si no te ayudo! —5. Fue una mirada <strong>de</strong><br />

mando

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