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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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ejercer. —Aquí tenemos <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong> <strong>la</strong> adoración religiosa; es tributar al Señor <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong>bida a<br />

su nombre. Debemos ser santos en todos nuestros servicios religiosos, consagrados a Dios y a su<br />

voluntad y gloria. Hay belleza en <strong>la</strong> santidad y esta embellece todos los actos <strong>de</strong> adoración. —Aquí<br />

el salmista establece el dominio <strong>de</strong> Dios en el reino <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza. Po<strong>de</strong>mos ver y oír su gloria en<br />

el trueno, en el rayo y en <strong>la</strong> tormenta. Que nuestros corazones sean por ello llenos con pensamientos<br />

grandiosos, y elevados, y honrosos <strong>de</strong> Dios, en <strong>la</strong> santa adoración <strong>de</strong> aquel para quien es tan<br />

importante el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> piedad. ¡Oh, Señor, Dios nuestro, tú eres muy gran<strong>de</strong>! El po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l rayo<br />

igua<strong>la</strong> al terror <strong>de</strong>l trueno. El temor causado por estos efectos <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r divino <strong>de</strong>ben recordarnos el<br />

gran po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios, <strong>la</strong> <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l hombre y <strong>la</strong> condición in<strong>de</strong>fensa y <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong>l malo en el<br />

día <strong>de</strong>l juicio. Pero los efectos <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra divina en <strong>la</strong>s almas <strong>de</strong> los hombres, bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l<br />

Espíritu Santo, son mucho más gran<strong>de</strong>s que los <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tormentas que atronan el mundo natural. Ante<br />

el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra, los más fuertes tiemb<strong>la</strong>n, los más orgullosos son <strong>de</strong>rribados, los secretos <strong>de</strong>l<br />

corazón salen a luz, los pecadores se convierten, el salvaje, sensual e inmundo se vuelve inofensivo,<br />

amable y puro. —Si hemos oído <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Dios y hemos huido a refugiarnos en <strong>la</strong> esperanza puesta<br />

ante nosotros, recor<strong>de</strong>mos que los hijos no tienen que temer <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> su Padre, cuando Él hab<strong>la</strong><br />

enojado a sus enemigos. Mientras tiemb<strong>la</strong>n los que no tienen refugio, bendíganle por su seguridad<br />

quienes permanecen en el refugio que Él señaló, esperando sin <strong>de</strong>smayar el día <strong>de</strong>l juicio, seguros<br />

como Noé en el arca.<br />

SALMO XXX<br />

Versículos 1—5. A<strong>la</strong>banza a Dios por <strong>la</strong> liberación. 6—12. Otros son animados por su ejemplo.<br />

Vv. 1—5. Las gran<strong>de</strong>s cosas que el Señor ha hecho por nosotros, tanto por su provi<strong>de</strong>ncia como por<br />

su gracia, obligan nuestra gratitud para hacer todo lo que podamos para el progreso <strong>de</strong> su reino entre<br />

los hombres, aunque lo más que podamos hacer sea poco. —Los santos <strong>de</strong> Dios en el cielo le cantan;<br />

¿por qué no hacen lo mismo los que están en tierra? Ninguna <strong>de</strong> <strong>la</strong>s perfecciones <strong>de</strong> Dios conlleva en<br />

sí más temor para el impío o más consuelo para el santo que su santidad. Buena señal es que seamos,<br />

en parte, partícipes <strong>de</strong> su santidad si po<strong>de</strong>mos regocijarnos <strong>de</strong> todo corazón con su solo recuerdo.<br />

Nuestra felicidad está ligada al favor divino; si lo tenemos, tenemos bastante, sea lo que sea lo<br />

<strong>de</strong>más que necesitemos; pero mientras dure <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Dios, durará el lloro <strong>de</strong> los santos.<br />

Vv. 6—12. Cuando <strong>la</strong>s cosas nos salen bien, somos dados a pensar que siempre será así. Cuando<br />

vemos nuestro error, nos correspon<strong>de</strong> pensar con vergüenza que nuestra seguridad carnal es necedad<br />

nuestra. Si Dios escon<strong>de</strong> su rostro, el hombre piadoso es perturbado, aunque ninguna ca<strong>la</strong>midad le<br />

sobrevenga. Pero si Dios, en su sabiduría y justicia, se aparta <strong>de</strong> nosotros, será una gran necedad si<br />

nosotros nos apartamos <strong>de</strong> Él. No; aprendamos a orar en <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s. El espíritu santificado que<br />

vuelve a Dios, lo a<strong>la</strong>bará, seguirá aún a<strong>la</strong>bándolo; pero los servicios <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> Dios no pue<strong>de</strong>n ser<br />

realizados por el polvo; no pue<strong>de</strong> a<strong>la</strong>barlo; no hay ciencia ni obra en el sepulcro, porque es <strong>la</strong> tierra<br />

<strong>de</strong>l silencio. Pedimos bien cuando pedimos vida, si lo hacemos para a<strong>la</strong>barlo. —En su <strong>de</strong>bido<br />

momento, Dios libró al salmista <strong>de</strong> sus problemas. Nuestra lengua es nuestra gloria, y nunca lo es<br />

más que cuando se <strong>la</strong> usa para a<strong>la</strong>bar a Dios. Quisiera perseverar hasta el fin a<strong>la</strong>bándole, y esperando<br />

que en breve estará don<strong>de</strong> esto sea su tarea eterna. Pero cuidémonos <strong>de</strong> <strong>la</strong> seguridad carnal. Ni <strong>la</strong><br />

prosperidad externa ni <strong>la</strong> paz interior son aquí seguras y dura<strong>de</strong>ras. El Señor, en su favor, ha fijado<br />

firmemente <strong>la</strong> seguridad <strong>de</strong>l creyente como montañas <strong>de</strong> profundas raíces, pero <strong>de</strong>be esperar<br />

encontrarse con tentaciones y aflicciones. Cuando nos <strong>de</strong>scuidamos, caemos en pecado, el Señor<br />

escon<strong>de</strong> Su rostro, nuestros consuelos se <strong>de</strong>rrumban, y los problemas nos asedian.

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