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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 19—24. La mentalidad mundana es síntoma fatal y corriente <strong>de</strong> <strong>la</strong> hipocresía, porque por<br />

ningún pecado pue<strong>de</strong> Satanás tener un soporte más seguro y más firme en el alma que bajo el manto<br />

<strong>de</strong> una profesión <strong>de</strong> fe. Algo tendrá el alma que mirar como lo mejor aquello en lo cual se comp<strong>la</strong>ce<br />

y confía por encima <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más cosas. Cristo aconseja que hagamos como nuestras mejores<br />

cosas a los goces y <strong>la</strong>s glorias <strong>de</strong>l otro mundo, <strong>la</strong>s cosas que no se ven, que son eternas y que<br />

pongamos nuestra felicidad en el<strong>la</strong>s. Hay tesoros en el cielo. Sabiduría nuestra es poner toda<br />

diligencia para asegurar nuestro <strong>de</strong>recho a <strong>la</strong> vida eterna por medio <strong>de</strong> Jesucristo, y mirar todas <strong>la</strong>s<br />

cosas <strong>de</strong> aquí abajo como indignas <strong>de</strong> ser comparadas con aquel<strong>la</strong>s y a estar contentos con nada<br />

menos que el<strong>la</strong>s. Es felicidad superior y más allá <strong>de</strong> los cambios y azares <strong>de</strong>l tiempo, es herencia<br />

incorruptible. —El hombre mundano se equivoca en su primer principio; por tanto, todos sus<br />

razonamientos y acciones que <strong>de</strong> ahí surgen <strong>de</strong>ben ser malos. Esto se aplica por igual a <strong>la</strong> falsa<br />

religión; lo que es consi<strong>de</strong>rado luz es <strong>la</strong> oscuridad más <strong>de</strong>nsa. Este es un ejemplo espantoso, pero<br />

corriente; por tanto, <strong>de</strong>bemos examinar cuidadosamente nuestros principios directrices a <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios, pidiendo con oración ferviente <strong>la</strong> enseñanza <strong>de</strong> su Espíritu. —Un hombre pue<strong>de</strong><br />

servir un poco a dos amos, pero pue<strong>de</strong> consagrarse al servicio <strong>de</strong> no más que uno. Dios requiere todo<br />

el corazón y no lo compartirá con el mundo. Cuando dos amos se oponen entre sí, ningún hombre<br />

pue<strong>de</strong> servir a ambos. Él se aferra y ama al mundo, y <strong>de</strong>be <strong>de</strong>spreciar a Dios; el que ama a Dios <strong>de</strong>be<br />

<strong>de</strong>jar <strong>la</strong> amistad <strong>de</strong>l mundo.<br />

Vv. 25—34. Escasamente haya otro pecado contra el cual advierta más nuestro Señor Jesús a sus<br />

discípulos que <strong>la</strong>s preocupaciones inquietantes, distractoras y <strong>de</strong>sconfiadas por <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> esta<br />

vida. A menudo esto entrampa al pobre tanto como el amor a <strong>la</strong> riqueza al rico. Pero hay una<br />

<strong>de</strong>spreocupación por <strong>la</strong>s cosas temporales que es <strong>de</strong>ber, aunque no <strong>de</strong>bemos llevar a un extremo<br />

estas preocupaciones lícitas. —No os afanéis por vuestra vida. Ni por <strong>la</strong> extensión <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, sino<br />

referid<strong>la</strong> a Dios para que <strong>la</strong> a<strong>la</strong>rgue o acorte según le p<strong>la</strong>zca; nuestros tiempos están en su mano y<br />

están en buena mano. Ni por <strong>la</strong>s comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> esta vida; <strong>de</strong>jad que Dios <strong>la</strong> amargue o endulce<br />

según le p<strong>la</strong>zca. Dios ha prometido <strong>la</strong> comida y el vestido, por tanto po<strong>de</strong>mos esperarlos. —No<br />

penséis en el mañana, en el tiempo veni<strong>de</strong>ro. No os afanéis por el futuro, cómo viviréis el año que<br />

viene, o cuando estéis viejos, o qué <strong>de</strong>jaréis <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> vosotros. Como no <strong>de</strong>bemos jactarnos <strong>de</strong>l<br />

mañana, así tampoco <strong>de</strong>bemos preocuparnos por el mañana o sus acontecimientos. Dios nos ha dado<br />

vida y nos ha dado el cuerpo. ¿Y qué no pue<strong>de</strong> hacer por nosotros el que hizo eso? Si nos<br />

preocupamos <strong>de</strong> nuestras almas y <strong>de</strong> <strong>la</strong> eternidad, que son más que el cuerpo y esta vida, po<strong>de</strong>mos<br />

<strong>de</strong>jarle en manos <strong>de</strong> Dios que nos provea comida y vestido, que son lo menos. —Mejorad esto como<br />

exhortación a confiar en Dios. Debemos reconciliarnos con nuestro patrimonio en el mundo como lo<br />

hacemos con nuestra estatura. No po<strong>de</strong>mos alterar <strong>la</strong>s disposiciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> provi<strong>de</strong>ncia, por tanto<br />

<strong>de</strong>bemos someternos y resignarnos a el<strong>la</strong>s. El cuidado consi<strong>de</strong>rado por nuestras almas es <strong>la</strong> mejor<br />

cura <strong>de</strong> <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ración cuidada por el mundo. Buscad primero el reino <strong>de</strong> Dios y haced <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

religión vuestra ocupación: no digáis que este es el modo <strong>de</strong> hambrearte; no es <strong>la</strong> manera <strong>de</strong> estar<br />

bien provisto, aun en este mundo. —La conclusión <strong>de</strong> todo el asunto es que es <strong>la</strong> voluntad y el<br />

mandamiento <strong>de</strong>l Señor Jesús, que por <strong>la</strong>s oraciones diarias podamos obtener fuerza para sostenernos<br />

bajo nuestros problemas cotidianos, y armarnos contra <strong>la</strong>s tentaciones que los acompañan y no <strong>de</strong>jar<br />

que ninguna <strong>de</strong> esas cosas nos conmuevan. —Bienaventurados los que toman al Señor como su<br />

Dios, y dan plena prueba <strong>de</strong> ellos confiándose totalmente a su sabia disposición. Que tu Espíritu nos<br />

dé convicción <strong>de</strong> pecado en <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> esta disposición y quite lo mundano <strong>de</strong> nuestros<br />

corazones.<br />

CAPÍTULO VII

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