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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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CAPÍTULO XI<br />

Versículos 1—10. Reprensión <strong>de</strong> los judíos <strong>de</strong>sobedientes. 11—17. Su ruina total. 18—23. Será<br />

<strong>de</strong>struido el pueblo que quiso quitar <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>l profeta.<br />

Vv. 1—10. Dios nunca prometió conce<strong>de</strong>r bendiciones a sus criaturas racionales mientras<br />

persistieran en <strong>la</strong> <strong>de</strong>sobediencia voluntaria. El perdón y <strong>la</strong> aceptación los promete generosamente a<br />

todos los creyentes; pero ningún hombre pue<strong>de</strong> ser salvado si no obe<strong>de</strong>ce el mandamiento <strong>de</strong> Dios al<br />

arrepentimiento, a <strong>la</strong> fe en Cristo, a apartarse <strong>de</strong>l pecado y <strong>de</strong>l mundo, a elegir <strong>la</strong> abnegación y a <strong>la</strong><br />

nueva vida. En general, los hombres oyen a los que hab<strong>la</strong>n <strong>de</strong> doctrinas, promesas y privilegios, pero<br />

cuando se mencionan los <strong>de</strong>beres, no inclinan su oído.<br />

Vv. 11—17. El mal persigue a los pecadores y los enreda en trampas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuales no se pue<strong>de</strong>n<br />

librar. Ahora, en su angustia sus muchos dioses y muchos altares <strong>de</strong> nada les sirven. No pue<strong>de</strong>n<br />

esperar beneficios <strong>de</strong> <strong>la</strong>s oraciones ajenas aquellos cuyas oraciones personales no son oídas. Su<br />

profesión religiosa no les servirá. Cuando llega <strong>la</strong> dificultad, <strong>de</strong>positan en esto su confianza, pero<br />

Dios los ha rechazado. Su altar no les dará satisfacción. El recuerdo <strong>de</strong> los favores anteriores <strong>de</strong><br />

Dios, no será consuelo cuando estén en tribu<strong>la</strong>ción; y <strong>la</strong> memoria <strong>de</strong> ellos no será argumento para su<br />

alivio. Todo pecado contra el Señor es pecado contra nosotros mismos y eso se verá tar<strong>de</strong> o<br />

temprano.<br />

Vv. 18—23. El profeta Jeremías dice mucho <strong>de</strong> sí, habiendo sido muy conflictiva <strong>la</strong> época en<br />

que vivió. Los <strong>de</strong> su propia ciudad se confabu<strong>la</strong>ron para causarle <strong>la</strong> muerte. Pensaron poner fin a sus<br />

días, pero él sobrevivió a <strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong> sus enemigos; pensaron <strong>de</strong>struir su recuerdo, pero vive hasta<br />

hoy y será ben<strong>de</strong>cido mientras dure el tiempo. —Dios sabe todos los <strong>de</strong>signios secretos <strong>de</strong> sus<br />

enemigos y <strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong> su pueblo y cuando le p<strong>la</strong>zca, pue<strong>de</strong> darlos a conocer. La justicia <strong>de</strong><br />

Dios es terror para el impío, pero consuelo para el piadoso. Cuando nos hacen mal, tenemos a un<br />

Dios a quien encomendarle nuestra causa y es nuestro <strong>de</strong>ber encomendárse<strong>la</strong>. Debemos también<br />

mirar bien nuestros espíritus para que no ser vencidos por el mal, sino que por paciente continuidad<br />

en el orar por nuestros enemigos, y con bondad para ellos, venzamos el mal con el bien.<br />

CAPÍTULO XII<br />

Versículos 1—6. Jeremías se queja <strong>de</strong> <strong>la</strong> prosperidad <strong>de</strong>l impío. 7—13. Los juicios duros que vienen<br />

a <strong>la</strong> nación. 14—17. La misericordia divina para con ellos, y hasta para <strong>la</strong>s naciones <strong>de</strong><br />

alre<strong>de</strong>dor.<br />

Vv. 1—6. Cuando estemos más en tinieb<strong>la</strong>s acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong>s dispensaciones <strong>de</strong> Dios, pensemos en<br />

forma justa <strong>de</strong> Dios, creyendo que Él nunca hizo el menor mal a ninguna <strong>de</strong> sus criaturas. Cuando<br />

encontramos difícil enten<strong>de</strong>r sus tratos con nosotros, u otros, <strong>de</strong>bemos mirar <strong>la</strong>s verda<strong>de</strong>s generales<br />

como nuestros primeros principios y permanecer en el<strong>la</strong>s: el Señor es justo. El Dios con quien<br />

tenemos que ver, sabe cómo es nuestro corazón para con Él. Conoce <strong>la</strong> culpa <strong>de</strong>l hipócrita y <strong>la</strong><br />

sinceridad <strong>de</strong>l justo. —Los juicios divinos sacarán al impío <strong>de</strong> su prado como oveja al mata<strong>de</strong>ro. La<br />

tierra fértil fue vuelta estéril por <strong>la</strong> maldad <strong>de</strong> los que ahí vivían. —El Señor repren<strong>de</strong> al profeta. La<br />

oposición <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> Anatot no fue tan formidable como <strong>la</strong> que <strong>de</strong>bía esperar <strong>de</strong> los reyes <strong>de</strong><br />

Judá. Nuestra pena <strong>de</strong> que haya tanto mal suele estar mezc<strong>la</strong>da con irritación por <strong>la</strong>s pruebas que nos

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