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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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felicidad puesta por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Es incorruptible no pue<strong>de</strong> acabarse; es una fortuna que no se pue<strong>de</strong><br />

gastar. También es incontaminada lo que significa su pureza y perfección. Inmarcesible porque no<br />

es más o menos p<strong>la</strong>centera a veces, sino siempre <strong>la</strong> misma, no cambia. Todas <strong>la</strong>s posesiones <strong>de</strong> aquí<br />

están manchadas con <strong>de</strong>fectos y fal<strong>la</strong>s; aún falta algo: casas lindas que tienen preocupaciones tristes<br />

revoloteando en torno a sus techos dorados y bien pintados; camas b<strong>la</strong>ndas y mesas llenas, a menudo<br />

con cuerpos enfermos y estómagos revueltos. Todas <strong>la</strong>s posesiones están manchadas <strong>de</strong> pecado, sea<br />

al obtener<strong>la</strong>s o al usar<strong>la</strong>s. ¡Cuán prontos estamos para hacer <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que tenemos ocasión e<br />

instrumento <strong>de</strong> pecado, y pensar que no hay libertad ni <strong>de</strong>leite en su uso, sin abusar <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s! Las<br />

posesiones mundanas son inciertas y pronto pasan como <strong>la</strong>s flores y <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas <strong>de</strong>l campo. Eso <strong>de</strong>be<br />

ser <strong>de</strong>l más alto valor, ya que se pone en el lugar mejor y más elevado: el cielo. Dichosos aquellos<br />

cuyos corazones pone el Espíritu Santo en esta herencia. Dios no sólo da gracia a su pueblo, pero lo<br />

preserva para gloria. —Cada creyente siempre tiene algo en que pue<strong>de</strong> regocijarse gran<strong>de</strong>mente; esto<br />

<strong>de</strong>be <strong>de</strong>mostrarse en el semb<strong>la</strong>nte y <strong>la</strong> conducta. El Señor no aflige por gusto aunque su sabio amor<br />

suele asignar pruebas agudas para mostrar el corazón <strong>de</strong> su pueblo y para hacerles el bien al final. El<br />

oro no aumenta por ser probado en el fuego, se vuelve menos; pero <strong>la</strong> fe se afirma y multiplica por<br />

<strong>la</strong>s tribu<strong>la</strong>ciones y aflicciones. El oro <strong>de</strong>be perecer al final y sólo pue<strong>de</strong> comprar cosas perece<strong>de</strong>ras,<br />

mientras <strong>la</strong> prueba <strong>de</strong> fe será hal<strong>la</strong>da para a<strong>la</strong>banza, honra y gloria. Esto <strong>de</strong>be reconciliarnos con <strong>la</strong>s<br />

aflicciones presentes. Busquemos entonces creer en <strong>la</strong> excelencia <strong>de</strong> Cristo en sí y <strong>de</strong> su amor por<br />

nosotros; esto encen<strong>de</strong>rá un fuego tal en el corazón que lo elevará en un sacrificio <strong>de</strong> amor hacia Él.<br />

La gloria <strong>de</strong> Dios y nuestra propia felicidad están tan unidas que si ahora buscamos sinceramente<br />

una, obtendremos <strong>la</strong> otra, cuando el alma ya no esté más sujeta al mal. La certeza <strong>de</strong> esta esperanza<br />

es como si los creyentes ya <strong>la</strong> hubieran recibido.<br />

Vv. 10-12. Jesucristo fue el tema principal <strong>de</strong> los estudios <strong>de</strong> los profetas. La indagatoria <strong>de</strong> ellos<br />

en los sufrimientos <strong>de</strong> Cristo y <strong>la</strong>s glorias que seguirían, condujeron a una visión <strong>de</strong> todo el<br />

evangelio, cuyo resumen es, que Cristo Jesús fue entregado por nuestras ofensas y levantado <strong>de</strong><br />

nuevo para nuestra justificación. —Dios se agradó en contestar nuestras necesida<strong>de</strong>s más que<br />

nuestros pedidos. La doctrina <strong>de</strong> los profetas y <strong>la</strong> <strong>de</strong> los apóstoles concuerda exactamente, porque<br />

viene <strong>de</strong>l mismo Espíritu <strong>de</strong> Dios. El evangelio es <strong>la</strong> ministración <strong>de</strong>l Espíritu; su éxito <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

su operación y bendición. Entonces, busquemos con diligencia <strong>la</strong>s Escrituras que contienen <strong>la</strong><br />

doctrina <strong>de</strong> <strong>la</strong> salvación.<br />

Vv. 13-16. Como el viajero, el atleta, el guerrero y el trabajador, recogen sus vestiduras <strong>la</strong>rgas y<br />

sueltas, para estar preparados para sus activida<strong>de</strong>s, así hagan los cristianos con sus mentes y afectos.<br />

Sed sobrios, ve<strong>la</strong>d contra todos los peligros y enemigos espirituales y sed temp<strong>la</strong>dos en toda<br />

conducta. Sed sobrios en <strong>la</strong> opinión y en <strong>la</strong> conducta y humil<strong>de</strong>s en vuestros juicios sobre vosotros<br />

mismos. Una confianza firme y perfecta en <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> Dios armoniza con los mejores esfuerzos en<br />

nuestro <strong>de</strong>ber. —La santidad es el <strong>de</strong>seo y el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> todo cristiano. Debe estar en todos los<br />

asuntos, en cada condición, y para toda <strong>la</strong> gente. Debemos ve<strong>la</strong>r y orar especialmente en contra <strong>de</strong><br />

los pecados a que nos inclinamos. La pa<strong>la</strong>bra escrita <strong>de</strong> Dios es <strong>la</strong> reg<strong>la</strong> más segura <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>l<br />

cristiano y por esta reg<strong>la</strong> se nos manda ser santos en todo. Dios hace santos a quienes salva.<br />

Vv. 17–25. La santa confianza en Dios como Padre y el temor que se le <strong>de</strong>be como Juez,<br />

armonizan; y consi<strong>de</strong>rar siempre a Dios como Juez le hace querido como Padre para nosotros. Si los<br />

creyentes hacen el mal, Dios los visitará con correctivos. Entonces, los cristianos no <strong>de</strong>ben dudar <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> Dios a sus promesas, ni <strong>de</strong>n lugar al temor esc<strong>la</strong>vizante por su ira, pero reverencien su<br />

santidad. El profeso que no teme está in<strong>de</strong>fenso y Satanás lo cautiva a su voluntad; el profeso<br />

<strong>de</strong>salentado no tiene corazón que le valga para servirse <strong>de</strong> sus ventajas y es llevado fácilmente a<br />

rendirse. —El precio pagado por <strong>la</strong> re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l hombre fue <strong>la</strong> preciosa sangre <strong>de</strong> Cristo. —No sólo<br />

<strong>la</strong> conversación francamente ma<strong>la</strong>, sino <strong>la</strong> que no aprovecha es altamente peligrosa, aunque se diga

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