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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Versículos 1—13. Eliú observa el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios. 14—20. Se pi<strong>de</strong> a Job que explique <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

naturaleza. 21—24. Dios es gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>be ser temido.<br />

Vv. 1—13. Los cambios <strong>de</strong>l clima son tema <strong>de</strong> gran parte <strong>de</strong> nuestros pensamientos y conversación<br />

corriente; pero ¡con qué poca frecuencia pensamos y hab<strong>la</strong>mos <strong>de</strong> estas cosas, como Eliú, referidas a<br />

Dios, por cuanto es el director <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s! Debemos notar <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios, no sólo en el trueno y el<br />

rayo, sino en los cambios más corrientes y menos sobrecogedores <strong>de</strong>l clima como <strong>la</strong> nieve y <strong>la</strong><br />

lluvia. La naturaleza dirige a todas <strong>la</strong>s criaturas a que se refugien <strong>de</strong> una tormenta, ¿y será el hombre<br />

el único al que no se le provee refugio? Oh, si los hombres oyeran <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Dios que les advierte en<br />

muchas formas que huyan <strong>de</strong> <strong>la</strong> ira veni<strong>de</strong>ra y les invita a aceptar su salvación y ser felices. —La<br />

ma<strong>la</strong> opinión que abrigan los hombres sobre <strong>la</strong> dirección divina se capta peculiarmente en sus<br />

murmuraciones contra el clima, aunque el resultado <strong>de</strong>l año <strong>de</strong>muestre <strong>la</strong> necedad <strong>de</strong> sus quejas. Los<br />

creyentes <strong>de</strong>ben evitar esto: ningún día es malo, porque Dios lo hace, aunque nosotros po<strong>de</strong>mos<br />

hacer mucho mal con nuestros pecados.<br />

Vv. 14—20. Los pensamientos correctos sobre <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> Dios nos ayudarán a reconciliarnos<br />

con todas sus provi<strong>de</strong>ncias. Como Dios tiene un fuerte viento norte que conge<strong>la</strong>, así también tiene un<br />

viento sur que <strong>de</strong>rrite y compone: el Espíritu es comparado con ambos porque Él convence <strong>de</strong><br />

pecado y consue<strong>la</strong>, Cantares iv, 16. Los mejores hombres están muy a oscuras tocante a <strong>la</strong>s<br />

perfecciones gloriosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza divina y el gobierno divino. Aquellos que, por gracia, saben<br />

mucho <strong>de</strong> Dios, nada saben comparado con lo que hay que saber, y lo que se dará a conocer, cuando<br />

venga Aquel que es perfecto.<br />

Vv. 21—24. Eliú concluye su discurso con gran<strong>de</strong>s expresiones <strong>de</strong> <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> Dios. La luz<br />

siempre es, pero no siempre se ve. Cuando <strong>la</strong>s nubes se interponen, se oscurece el sol en el día c<strong>la</strong>ro.<br />

La luz <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> Dios bril<strong>la</strong> siempre hacia sus siervos fieles, aunque no siempre se vea. Los<br />

pecados son nubes y a menudo nos impi<strong>de</strong>n ver esa luz bril<strong>la</strong>nte que está en el rostro <strong>de</strong> Dios.<br />

También, como esas nubes espesas <strong>de</strong> pena que a menudo oscurecen nuestras mentes, el Señor tiene<br />

un viento que pasa y <strong>la</strong>s ac<strong>la</strong>ra. ¿Cuál es ese viento? Es su Espíritu Santo. Como el viento disipa y<br />

barre <strong>la</strong>s nubes que se juntan en el aire, así mismo el Espíritu <strong>de</strong> Dios ac<strong>la</strong>ra nuestras almas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

nubes y nieb<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> ignorancia e incredulidad, <strong>de</strong>l pecado y <strong>la</strong> lujuria. El Espíritu Santo <strong>de</strong> Dios nos<br />

libra <strong>de</strong> todas esas nubes en <strong>la</strong> obra <strong>de</strong> regeneración. El Espíritu Santo nos libera <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s nubes<br />

que turban nuestra conciencia, en <strong>la</strong> obra <strong>de</strong>l consuelo. —Ahora que Dios está por hab<strong>la</strong>r, Eliú dice<br />

unas pocas pa<strong>la</strong>bras, como resumen <strong>de</strong> todo su discurso. La majestad <strong>de</strong> Dios es inmensa. Tar<strong>de</strong> o<br />

temprano todos los hombres le temerán.<br />

CAPÍTULO XXXVIII<br />

Versículos 1—3. Dios invita a Job a respon<strong>de</strong>r. 4—11. Dios interroga a Job. 12—24. Acerca <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

luz y <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s. 25—41. Acerca <strong>de</strong> otras po<strong>de</strong>rosas obras.<br />

Vv. 1—3. Job había acal<strong>la</strong>do, pero no convencido a sus amigos. Eliú había silenciado a Job, pero no<br />

lo había llevado a reconocer su culpa ante Dios. El Señor quiso intervenir. El Señor humil<strong>la</strong> a Job en<br />

su discurso y lo lleva a arrepentirse <strong>de</strong> sus apasionadas expresiones acerca <strong>de</strong> los tratos<br />

provi<strong>de</strong>nciales con él; hace esto invitando a Job a que compare el ser <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> eternidad<br />

hasta <strong>la</strong> eternidad con su propio tiempo, el conocimiento <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s cosas que tiene Dios, con su<br />

propia ignorancia; y el omnipotente po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios con su propia <strong>de</strong>bilidad. Oscurecer con nuestra

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