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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Espíritu <strong>de</strong> Cristo. Los creyentes verda<strong>de</strong>ros son santificados, dotados con principios y po<strong>de</strong>res<br />

santos, puestos aparte para usos y propósitos elevados y santos. —Cristo y los creyentes son todos <strong>de</strong><br />

un solo Padre celestial, que es Dios. Son llevados a una re<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> parentesco con Cristo. Pero <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras, que no se avergüenzan <strong>de</strong> l<strong>la</strong>marlos hermanos, expresan <strong>la</strong> elevada superioridad <strong>de</strong> Cristo<br />

respecto <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza humana. —Esto se muestra en tres pasajes <strong>de</strong> <strong>la</strong> Escritura: Salmo xxii, 22;<br />

xviii, 2; Isaías viii, 18.<br />

Vv. 14—18. Los ángeles cayeron y quedaron sin esperanza ni socorro. Cristo nunca concibió ser<br />

el Salvador <strong>de</strong> los ángeles caídos, por tanto, no asumió <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong> ellos; <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong> los<br />

ángeles no podía ser sacrificio expiatorio por el pecado <strong>de</strong>l hombre. Aquí hay un precio pagado,<br />

suficiente para todos, y apto para todos, porque fue en nuestra naturaleza. Aquí se <strong>de</strong>muestra el amor<br />

maravilloso <strong>de</strong> Dios, porque cuando Cristo supo lo que <strong>de</strong>bía sufrir en nuestra naturaleza y cómo<br />

<strong>de</strong>bía morir en el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> asumió prestamente. La expiación dio lugar a <strong>la</strong> liberación <strong>de</strong> su pueblo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

esc<strong>la</strong>vitud <strong>de</strong> Satanás, y al perdón <strong>de</strong> sus pecados por <strong>la</strong> fe. Los que temen <strong>la</strong> muerte y se esfuerzan<br />

por sacar lo mejor <strong>de</strong> sus terrores, no sigan intentando superarlos o ahogarlos, que no sigan siendo<br />

negligentes o se hagan malos por <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperación. No esperen ayuda <strong>de</strong>l mundo ni <strong>de</strong> los artificios<br />

humanos, pero busquen el perdón, <strong>la</strong> paz, <strong>la</strong> gracia y <strong>la</strong> esperanza viva <strong>de</strong>l cielo por fe en el que<br />

murió y resucitó, para que así puedan superar el temor a <strong>la</strong> muerte. —El recuerdo <strong>de</strong> sus tristezas y<br />

tentaciones hace que Cristo se interese por <strong>la</strong>s pruebas <strong>de</strong> su pueblo y esté listo para ayudarles. Él<br />

está pronto y dispuestos a socorrer a quienes son tentados y le buscan. Se hizo hombre, y fue<br />

tentado, para que fuera apto en toda forma para socorrer a su pueblo, habiendo pasado Él por <strong>la</strong>s<br />

mismas tentaciones, pero siguiendo perfectamente libre <strong>de</strong> pecado. Entonces, que el afligido y el<br />

tentado no <strong>de</strong>sesperen ni <strong>de</strong>n lugar a Satanás, como si <strong>la</strong>s tentaciones hicieran que fuese malo acudir<br />

en oración al Señor. Ningún alma pereció jamás siendo tentada, si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su verda<strong>de</strong>ra a<strong>la</strong>rma por el<br />

peligro, c<strong>la</strong>mó al Señor con fe y esperanza <strong>de</strong> alivio. Este es nuestro <strong>de</strong>ber en cuanto somos<br />

sorprendidos por <strong>la</strong>s tentaciones y queremos <strong>de</strong>tener su avance, lo que es nuestra sabiduría.<br />

CAPÍTULO III<br />

Versículos 1—6. Se muestra el valor y <strong>la</strong> dignidad superior <strong>de</strong> Cristo por sobre Moisés. 7—13. Se<br />

advierte a los hebreos <strong>de</strong>l pecado y peligro <strong>de</strong> <strong>la</strong> incredulidad. 14—19. La necesidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe en<br />

Cristo y <strong>de</strong> seguirle constantemente.<br />

Vv. 1—6. Cristo <strong>de</strong>be ser consi<strong>de</strong>rado el Apóstol <strong>de</strong> nuestra confesión, el Mensajero enviado a los<br />

hombres por Dios, el gran Reve<strong>la</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe que profesamos, y <strong>de</strong> <strong>la</strong> esperanza que confesamos<br />

tener. Como Cristo, el Mesías, es el ungido para el oficio <strong>de</strong> Apóstol y Sacerdote. Como Jesús, es<br />

nuestro Salvador, nuestro Sanador, el gran Médico <strong>de</strong> <strong>la</strong>s almas. Considéresele así. Considérese lo<br />

que es en sí, lo que es para nosotros y lo que será para nosotros en el más allá y para siempre. Pensar<br />

íntima y seriamente en Cristo nos lleva a saber más <strong>de</strong> Él. Los judíos tenían una elevada opinión <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> Moisés, pero su fi<strong>de</strong>lidad era un tipo <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong> Cristo. —Cristo fue el Señor <strong>de</strong> esta<br />

casa, <strong>de</strong> su Iglesia, que es su pueblo, y su Hacedor. Moisés fue un siervo fiel; Cristo, como el eterno<br />

Hijo <strong>de</strong> Dios, es el dueño legal y el Rey Soberano <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia. No sólo <strong>de</strong>bemos establecernos bien<br />

en los caminos <strong>de</strong> Cristo, pero hemos <strong>de</strong> seguir y perseverar firmemente hasta el fin. Toda<br />

meditación en su Persona y su salvación, sugiere más sabiduría, nuevos motivos para amar, confiar y<br />

obe<strong>de</strong>cer.<br />

Vv. 7—13. Los días <strong>de</strong> tentación suelen ser los días <strong>de</strong> provocación. Sin duda es una<br />

provocación tentar a Dios cuando Él nos <strong>de</strong>ja que veamos que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>mos y vivimos por entero <strong>de</strong>

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