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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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hijos <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios pue<strong>de</strong>n pensar a veces que son hijos <strong>de</strong> ira, y ningún problema externo pue<strong>de</strong><br />

ser tan duro para ellos como aquello. —Probablemente el salmista se refiere a su propio caso,<br />

aunque seña<strong>la</strong> a Cristo. Así somos l<strong>la</strong>mados a mirar a Jesús, herido y molido por nuestras<br />

iniquida<strong>de</strong>s. Pero <strong>la</strong> ira <strong>de</strong> Dios vertió <strong>la</strong> mayor amargura en su copa. Esto lo sumió en tinieb<strong>la</strong>s y<br />

honduras.<br />

Vv. 10—18. Las almas que han partido pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>c<strong>la</strong>rar <strong>la</strong> fi<strong>de</strong>lidad, justicia y benignidad <strong>de</strong><br />

Dios, pero los cuerpos muertos no pue<strong>de</strong>n recibir los favores <strong>de</strong> Dios en consuelo ni <strong>de</strong>volverlos en<br />

a<strong>la</strong>banza. —El salmista resuelve continuar orando y, más aún porque <strong>la</strong> liberación no llegó pronto.<br />

Aunque nuestras oraciones no sean contestadas pronto, no <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> orar. Mientras más<br />

gran<strong>de</strong>s sean nuestros problemas, más fervorosos y serios <strong>de</strong>bemos ser para orar. Nada apena tanto a<br />

un hijo <strong>de</strong> Dios como per<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong> vista; ni tampoco hay algo que tema tanto como que Dios <strong>de</strong>seche<br />

su alma. Si el sol se nub<strong>la</strong>, eso oscurece <strong>la</strong> tierra pero si el sol <strong>de</strong>jara <strong>la</strong> tierra, ¡qué mazmorra sería!<br />

—Aun los beneficiados por los favores <strong>de</strong> Dios pue<strong>de</strong>n sufrir sus terrores por un tiempo. Fijaos cuán<br />

profundamente hirieron esos terrores al salmista. Si los amigos son alejados <strong>de</strong> nosotros por <strong>la</strong>s<br />

provi<strong>de</strong>ncias o por <strong>la</strong> muerte, tenemos razón para consi<strong>de</strong>rar eso una aflicción. —Tal era el estado<br />

ca<strong>la</strong>mitoso <strong>de</strong> un hombre bueno. Pero los ruegos aquí usados son particu<strong>la</strong>rmente a<strong>de</strong>cuados para<br />

Cristo. No tenemos que pensar que el santo Jesús sólo sufrió por nosotros en el Getsemaní y en el<br />

Calvario. Toda su vida fue trabajo y dolor; fue afligido como nunca lo fue un hombre, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />

temprana juventud en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Fue preparado para esa muerte que saboreó a través <strong>de</strong> su vida.<br />

Ningún hombre pue<strong>de</strong> participar en los sufrimientos por los cuales iban a ser redimidos otros<br />

hombres. Todos lo abandonaron y huyeron. A menudo, bendito Jesús, te abandonamos; pero tú no<br />

nos abandones; no apartes <strong>de</strong> nosotros tu Espíritu Santo.<br />

SALMO LXXXIX<br />

Versículos 1—4. La misericordia y <strong>la</strong> verdad <strong>de</strong> Dios, y su pacto. 5—14. La gloria y <strong>la</strong> perfección<br />

<strong>de</strong> Dios. 15—18. La felicidad <strong>de</strong> quienes están en comunión con Él. 19—37. El pacto <strong>de</strong> Dios<br />

con David como tipo <strong>de</strong> Cristo. 38—52. Lamento por un estado ca<strong>la</strong>mitoso.—Oración por <strong>la</strong><br />

reanudación <strong>de</strong>l pacto.<br />

Vv. 1—4. Aunque nuestras expectativas puedan <strong>de</strong>silusionarnos, sin embargo, <strong>la</strong>s promesas <strong>de</strong> Dios<br />

están establecidas en los cielos, en su consejo eterno; están fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> los oponentes <strong>de</strong>l<br />

infierno y <strong>la</strong> tierra. La fe en <strong>la</strong> misericordia ilimitada <strong>de</strong> Dios y su verdad eterna pue<strong>de</strong> conso<strong>la</strong>r aun<br />

en <strong>la</strong>s pruebas más profundas.<br />

Vv. 5—14. Mientras más se conocen <strong>la</strong>s obras <strong>de</strong> Dios, más son admiradas. A<strong>la</strong>bar al Señor es<br />

reconocerle como uno que no tiene igual. Seguramente entonces sentiremos y expresaremos<br />

reverencia cuando adoremos a Dios, pero, ¡cuán poco <strong>de</strong> esto se manifiesta en nuestras<br />

congregaciones y cuánta causa tenemos para humil<strong>la</strong>rnos por esto! —El po<strong>de</strong>r omnipotente que<br />

golpeó a Egipto esparcirá a los enemigos <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia, mientras todos los que confían en <strong>la</strong><br />

misericordia <strong>de</strong> Dios, se gozarán en su nombre; porque <strong>la</strong> verdad y <strong>la</strong> misericordia dirigen todo lo<br />

que Él hace. Sus consejos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> eternidad y sus consecuencias para <strong>la</strong> eternidad son todos justicia<br />

y juicio.<br />

Vv. 15—18. Dichosos los que así conocen el grato sonido <strong>de</strong>l evangelio para obe<strong>de</strong>cer; quienes<br />

experimentan su po<strong>de</strong>r en su corazón y dan su fruto en su vida. Aunque nada sean en sí mismos, aun<br />

teniendo todo en Cristo Jesús, los creyentes pue<strong>de</strong>n regocijarse en su nombre. Que el Señor nos

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