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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. La vana confianza <strong>de</strong> los hipócritas los llevará lejos en <strong>la</strong>s expectativas <strong>de</strong><br />

felicidad. La convocatoria inesperada <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte pue<strong>de</strong> a<strong>la</strong>rmar al cristiano pero, procediendo sin<br />

<strong>de</strong>mora a cebar su lámpara, sus gracias suelen bril<strong>la</strong>r más fuerte; mientras <strong>la</strong> conducta <strong>de</strong>l simple<br />

profesante muestra que su lámpara se está apagando. Por tanto, ve<strong>la</strong>d, aten<strong>de</strong>d el asunto <strong>de</strong> vuestras<br />

almas. Estad todo el día en el temor <strong>de</strong>l Señor.<br />

Vv. 14—30. Cristo no tiene siervos para que estén ociosos: ellos han recibido su todo <strong>de</strong> Él y<br />

nada tienen que puedan l<strong>la</strong>mar propio, salvo pecado. Que recibamos <strong>de</strong> Cristo es para que<br />

trabajemos por Él. La manifestación <strong>de</strong>l Espíritu es dada a todo hombre para provecho. El día <strong>de</strong><br />

rendir cuentas llega por fin. Todos <strong>de</strong>bemos ser examinados en cuanto a lo bueno que hayamos<br />

logrado para nuestra alma y para nuestro prójimo, por <strong>la</strong>s ventajas que disfrutamos. No significa que<br />

el realce <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res naturales pueda dar mérito a un hombre para <strong>la</strong> gracia divina. Es libertad y<br />

privilegio <strong>de</strong>l cristiano verda<strong>de</strong>ro ser empleado como siervo <strong>de</strong> su Re<strong>de</strong>ntor, fomentando su gloria, y<br />

el bien <strong>de</strong> su pueblo: el amor <strong>de</strong> Cristo le constriñe a no vivir más para sí, sino para aquel que murió<br />

y resucitó por él. —Los que piensan que es imposible comp<strong>la</strong>cer a Dios, y es en vano servirle, nada<br />

harán para el propósito <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión. Se quejan <strong>de</strong> que Él exige <strong>de</strong> ellos más <strong>de</strong> lo que son capaces,<br />

y que los castiga por lo que no pue<strong>de</strong>n evitar. Cualquiera sea lo que pretendan, el hecho es que no les<br />

gusta el carácter ni <strong>la</strong> obra <strong>de</strong>l Señor. —El siervo perezoso está sentenciado a ser privado <strong>de</strong> su<br />

talento. Esto pue<strong>de</strong> aplicarse a <strong>la</strong>s bendiciones <strong>de</strong> esta vida, pero más bien a los medios <strong>de</strong> gracia.<br />

Los que no conocen el día <strong>de</strong> su visitación, tendrán ocultas <strong>de</strong> sus ojos <strong>la</strong>s cosas que convienen a su<br />

paz. Su con<strong>de</strong>na es ser arrojados a <strong>la</strong>s más profundas tinieb<strong>la</strong>s. Es una manera acostumbrada <strong>de</strong><br />

expresar <strong>la</strong>s miserias <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>nados en el infierno. Aquí, en lo dicho a los siervos fieles, nuestro<br />

Salvador pasa <strong>de</strong> <strong>la</strong> parábo<strong>la</strong> a <strong>la</strong> cosa significada por el<strong>la</strong>, y eso sirve como c<strong>la</strong>ve para el todo. No<br />

envidiemos a los pecadores ni codiciemos nada <strong>de</strong> sus posesiones perece<strong>de</strong>ras.<br />

Vv. 31—46. Esta es una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l juicio final. Es una explicación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s parábo<strong>la</strong>s<br />

anteriores. Hay un juicio veni<strong>de</strong>ro en que cada hombre será sentenciado a un estado <strong>de</strong> dicha o<br />

miseria eterna. Cristo vendrá, no sólo en <strong>la</strong> gloria <strong>de</strong> su Padre sino en su propia gloria, como<br />

Mediador. El impío y el santo habitan aquí juntos en <strong>la</strong>s mismas ciuda<strong>de</strong>s, iglesias, familias y no<br />

siempre son diferenciados unos <strong>de</strong> otros; tales son <strong>la</strong>s <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los santos, tales <strong>la</strong>s hipocresías<br />

<strong>de</strong> los pecadores; y <strong>la</strong> muerte se los lleva a ambos: pero en ese día serán separados para siempre.<br />

Jesucristo es el gran Pastor; Él distinguirá <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco tiempo entre los que son suyos y los que<br />

no. Todas <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más distinciones serán eliminadas; pero <strong>la</strong> mayor entre santos y pecadores, santos e<br />

impíos, permanecerá para siempre. —La dicha que poseerán los santos es muy gran<strong>de</strong>. Es un reino;<br />

<strong>la</strong> posesión más valiosa en <strong>la</strong> tierra; pero esto no es sino un pálido parecido <strong>de</strong>l estado<br />

bienaventurado <strong>de</strong> los santos en el cielo. Es un reino preparado. El Padre lo proveyó para ellos en <strong>la</strong><br />

gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su sabiduría y po<strong>de</strong>r; el Hijo lo compró para ellos; y el Espíritu bendito, al prepararlos a<br />

ellos para el reino, está preparándolo para ellos. Está preparado para ellos: en todos los aspectos está<br />

adaptado a <strong>la</strong> nueva naturaleza <strong>de</strong>l alma santificada. Está preparado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> fundación <strong>de</strong>l mundo.<br />

Esta felicidad es para los santos, y ellos para el<strong>la</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> toda <strong>la</strong> eternidad. Vendrán y <strong>la</strong> heredarán.<br />

Lo que heredamos no lo logramos por nosotros mismos. Es Dios que hace los here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l cielo. —<br />

No tenemos que suponer que actos <strong>de</strong> generosidad dan <strong>de</strong>recho a <strong>la</strong> dicha eterna. Las buenas obras<br />

hechas por amor a Dios, por medio <strong>de</strong> Jesucristo, se comentan aquí como marcas <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> los<br />

creyentes hechos santos por el Espíritu <strong>de</strong> Cristo, y como los efectos <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia concedida a los que<br />

<strong>la</strong>s hacen. —El impío en este mundo fue l<strong>la</strong>mado con frecuencia a ir a Cristo en busca <strong>de</strong> vida y<br />

reposo, pero rechazaron sus l<strong>la</strong>mados; y justamente son los que prefirieron alejarse <strong>de</strong> Cristo quienes<br />

no irán a Él. Los pecadores con<strong>de</strong>nados ofrecerán disculpas vanas. El castigo <strong>de</strong>l impío será un<br />

castigo eterno; su estado no pue<strong>de</strong> ser cambiado. Así, <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong> muerte, el bien y el mal, <strong>la</strong><br />

bendición y <strong>la</strong> maldición, están puestas ante nosotros para que podamos escoger nuestro camino, y<br />

como nuestro camino, así será nuestro fin.

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