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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Versículos 1—11. Anuncio <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong>ngostas—Faraón, aconsejado por sus siervos, se inclina<br />

a permitir que los israelitas se vayan. 12—20. La p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong>ngostas. 21—29. La p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong><br />

tinieb<strong>la</strong>s.<br />

Vv. 1—11. Las p<strong>la</strong>gas <strong>de</strong> Egipto muestran <strong>la</strong> gravedad <strong>de</strong>l pecado. Advierten a los hijos <strong>de</strong> los<br />

hombres que no <strong>de</strong>ben luchar con su Hacedor. Faraón había pretendido humil<strong>la</strong>rse, pero no se le<br />

tomó en cuenta poque no fue sincero. Se anuncia <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong>ngostas. Esta <strong>de</strong>bía ser mucho peor<br />

que cualquiera <strong>de</strong> esa c<strong>la</strong>se que se hubiera conocido. Los sirvientes <strong>de</strong> Faraón le persuadieron para<br />

que se pusiera <strong>de</strong> acuerdo con Moisés. En ese momento Faraón quiere <strong>de</strong>jar que vayan los varones,<br />

pretendiendo falsamente que esto era todo lo que ellos <strong>de</strong>seaban. Jura que no se llevarán a los<br />

pequeños. Satanás hace todo lo que pue<strong>de</strong> para impedir que quienes sirven a Dios lleven a sus hijos<br />

consigo. Es el enemigo jurado <strong>de</strong> <strong>la</strong> piedad precoz. Tenemos razón para sospechar que Satanás está<br />

metido en todo lo que nos impida comprometer a nuestros hijos en el servicio <strong>de</strong> Dios. Tampoco<br />

<strong>de</strong>be el joven olvidar que el consejo <strong>de</strong>l Señor es: Acuérdate <strong>de</strong> tu Creador en los días <strong>de</strong> tu<br />

juventud; pero el consejo <strong>de</strong> Satanás es que se mantenga a los niños como esc<strong>la</strong>vos <strong>de</strong>l pecado y <strong>de</strong>l<br />

mundo. Fijaos que el gran enemigo <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong>sea retenerlo con los <strong>la</strong>zos <strong>de</strong>l afecto, como Faraón<br />

hubiera tomado rehenes <strong>de</strong> los israelitas para garantizar su retorno, reteniendo en cautiverio a<br />

esposas e hijos. Satanás está dispuesto a compartir nuestro <strong>de</strong>ber y nuestro servicio con el Salvador,<br />

porque el Salvador no aceptará sus condiciones.<br />

Vv. 12—20. Dios hace que Moisés estire su mano; <strong>la</strong>s <strong>la</strong>ngostas vienen al l<strong>la</strong>mado. Hubiera sido<br />

más fácil resistir a un ejército que a esta hueste <strong>de</strong> insectos. ¿Entonces, quién es capaz <strong>de</strong> hacer<br />

frente al gran Dios? Cubrieron <strong>la</strong> faz <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra y se comieron su producto. Las hierbas crecen para<br />

servir al hombre pero, cuando agrada a Dios, los insectos <strong>la</strong> saquean y comen el pan <strong>de</strong> <strong>la</strong> boca <strong>de</strong><br />

ellos. Que nuestro trabajo no sea por <strong>la</strong> habitación y <strong>la</strong> comida que así quedan expuestos sino para lo<br />

que perdura para <strong>la</strong> vida eterna. —Faraón pi<strong>de</strong> a Moisés y Aarón que oren por él. Hay quienes, en su<br />

malestar, buscan <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> <strong>la</strong>s oraciones <strong>de</strong> otras personas, pero no tienen intención <strong>de</strong> orar ellos<br />

mismos. Con eso <strong>de</strong>muestran que no tienen un amor verda<strong>de</strong>ro a Dios ni se <strong>de</strong>leitan en <strong>la</strong> comunión<br />

con Él. Faraón <strong>de</strong>sea so<strong>la</strong>mente que esta muerte sea alejada, no este pecado. Desea librarse <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong>ngostas, no <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> un corazón duro que era más peligroso. Un viento oriental trajo<br />

<strong>la</strong>s <strong>la</strong>ngostas, un viento occi<strong>de</strong>ntal se <strong>la</strong>s lleva. Don<strong>de</strong> quiera que esté el viento, obe<strong>de</strong>ce <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra<br />

<strong>de</strong> Dios y gira por su consejo. El viento sop<strong>la</strong> <strong>de</strong> don<strong>de</strong> quiere, en re<strong>la</strong>ción a nosotros, pero no así en<br />

cuanto a Dios, pues lo respeta. También fue un argumento para el arrepentimiento <strong>de</strong> ellos, porque<br />

por esto parecía que Dios estaba dispuesto a perdonar y es pronto para mostrar misericordia. Si lo<br />

hace ante los signos externos <strong>de</strong> humil<strong>la</strong>ción, ¡qué no hará si somos sinceros! ¡Oh, que esta bondad<br />

<strong>de</strong> Dios pueda llevarnos al arrepentimiento! Faraón regresó nuevamente a su resolución <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar<br />

ir al pueblo. Los que a menudo son <strong>de</strong>tenidos en sus convicciones, es porque están justamente<br />

entregados a <strong>la</strong>s concupiscencias <strong>de</strong> su corazón.<br />

Vv. 21—29. La p<strong>la</strong>ga <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s traída sobre Egipto fue una p<strong>la</strong>ga espantosa. Era oscuridad<br />

que podía palparse, tan espesa era <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong>. Asombraba y aterraba. Continuó por tres días: seis<br />

noches <strong>de</strong> una so<strong>la</strong> vez; hasta los pa<strong>la</strong>cios más iluminados eran como mazmorras. Ahora Faraón tuvo<br />

tiempo para consi<strong>de</strong>rar si él lo hubiera hecho mejor. Las tinieb<strong>la</strong>s espirituales son esc<strong>la</strong>vitud<br />

espiritual; mientras Satanás ciega los ojos <strong>de</strong> los hombres para que no vean, les ata <strong>de</strong> pies y manos<br />

para que no trabajen para Dios ni se muevan hacia el cielo. Ellos se sientan en tinieb<strong>la</strong>s. Era justo<br />

que Dios los castigara así. La ceguera <strong>de</strong> su mente les acarreó <strong>la</strong> oscuridad <strong>de</strong>l aire; nunca estuvo tan<br />

cegada <strong>la</strong> mente como <strong>la</strong> <strong>de</strong> Faraón; nunca el aire estuvo tan entenebrecido como en Egipto. Hay que<br />

temer <strong>la</strong>s consecuencias <strong>de</strong>l pecado; si tres días <strong>de</strong> tinieb<strong>la</strong>s fueron tan espantosos, ¿cómo serán <strong>la</strong>s<br />

tinieb<strong>la</strong>s eternas? —Los hijos <strong>de</strong> Israel tenían, al mismo tiempo, luz en sus viviendas. No <strong>de</strong>bemos<br />

pensar que participamos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s misericordias comunes como algo que se da por sentado y, por tanto,

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