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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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Vv. 17—25. No hay cárcel tan oscura ni tan segura, que Dios no pueda visitar a su gente en el<strong>la</strong><br />

y, si le p<strong>la</strong>ce, sacarlos <strong>de</strong> ahí. La recuperación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s, <strong>la</strong> liberación <strong>de</strong> los problemas<br />

son concedidas, no para que disfrutemos <strong>la</strong>s conso<strong>la</strong>ciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, sino para que Dios sea<br />

honrado con los servicios <strong>de</strong> nuestra vida. No es propio que los predicadores <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong> Cristo<br />

se escondan en los rincones cuando tienen oportunidad <strong>de</strong> predicar a una gran congregación. Deben<br />

predicar a los más viles, cuyas almas son tan preciosas para Cristo como <strong>la</strong>s almas <strong>de</strong> los más nobles.<br />

Hab<strong>la</strong>dle a todos, porque todos están incluidos. Hab<strong>la</strong>d como los que <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r, vivir y morir<br />

por algo. Decid todas <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> esta vida celestial divina, comparada con <strong>la</strong> cual no merece el<br />

nombre <strong>de</strong> vida esta actual vida terrenal. Las pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> vida que el Espíritu Santo pone en vuestra<br />

boca. Las pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l evangelio son pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> vida; pa<strong>la</strong>bras por <strong>la</strong>s cuales po<strong>de</strong>mos ser salvados.<br />

—¡Qué <strong>de</strong>sdichados son los que se sienten angustiados por el éxito <strong>de</strong>l evangelio! ¡No pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> ver que <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra y el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Señor están contra ellos, y temb<strong>la</strong>ndo por <strong>la</strong>s consecuencias, <strong>de</strong><br />

todos modos, siguen a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte!<br />

Vv. 26—33. Muchos hacen osadamente algo malo, pero, <strong>de</strong>spués no toleran oír <strong>de</strong> eso o que se<br />

les acuse <strong>de</strong> ello. No po<strong>de</strong>mos esperar ser redimidos y sanados por Cristo si no nos entregamos para<br />

ser mandados por Él. La fe acepta al Salvador en todos sus oficios, porque Él vino, no a salvarnos en<br />

nuestros pecados sino a salvarnos <strong>de</strong> nuestros pecados. Si Cristo hubiera sido enaltecido para dar<br />

dominio a Israel, los principales sacerdotes le hubieran dado <strong>la</strong> bienvenida. Sin embargo, el<br />

arrepentimiento y <strong>la</strong> remisión <strong>de</strong> pecados son bendiciones que ellos no valoraron ni vieron que <strong>la</strong>s<br />

necesitaban; por tanto, no reconocieron su doctrina en absoluto. —Don<strong>de</strong> se obra el arrepentimiento,<br />

sin falta se otorga remisión. —Nadie se libra <strong>de</strong> <strong>la</strong> culpa y <strong>de</strong>l castigo <strong>de</strong>l pecado, sino los que son<br />

liberados <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r y dominio <strong>de</strong>l pecado; los que se apartan <strong>de</strong>l pecado y se vuelven en su contra.<br />

Cristo da arrepentimiento por su Espíritu que obra por <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra para <strong>de</strong>spertar <strong>la</strong> conciencia, para<br />

obrar pesadumbre por el pecado y un cambio eficaz <strong>de</strong>l corazón y <strong>la</strong> vida. Dar el Espíritu Santo es<br />

una prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios es que Cristo sea obe<strong>de</strong>cido. Con toda seguridad<br />

<strong>de</strong>struirá a los que no quieren que Él reine sobre ellos.<br />

Vv. 34—42. El Señor aún tiene todos los corazones en su mano y, a veces, dirige <strong>la</strong> pru<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong>l sabio mundano para frenar a los perseguidores. El sentido común nos dice que seamos cautos<br />

puesto que <strong>la</strong> experiencia y <strong>la</strong> observación indican que ha sido muy breve el éxito <strong>de</strong> los frau<strong>de</strong>s en<br />

materia <strong>de</strong> religión. El reproche por Cristo es <strong>la</strong> preferencia verda<strong>de</strong>ra, porque hace que nos<br />

conformemos a su pauta y sirvamos su interés. —Ellos se regocijaron en eso. Si sufrimos el mal por<br />

hacer el bien, siempre y cuando lo suframos bien, como <strong>de</strong>bemos, tenemos que regocijarnos en esa<br />

gracia que nos capacitó para hacerlo así. Los apóstoles no se predicaban a sí mismos, sino a Cristo.<br />

Esta era <strong>la</strong> predicación que más ofendía a los sacerdotes. Predicar a Cristo <strong>de</strong>be ser <strong>la</strong> actividad<br />

constante <strong>de</strong> los ministros <strong>de</strong>l evangelio: a Cristo crucificado; a Cristo glorificado; nada fuera <strong>de</strong><br />

esto, sino lo que se refiera a esto. Cualquiera sea nuestra situación o rango en <strong>la</strong> vida, <strong>de</strong>bemos<br />

procurar haberle conocido y glorificar su nombre.<br />

CAPÍTULO VI<br />

Versículos 1—7. El nombramiento <strong>de</strong> los diáconos. 8—15. Esteban es acusado falsamente <strong>de</strong><br />

b<strong>la</strong>sfemia.<br />

Vv. 1—7. Hasta ahora los discípulos habían sido unánimes; a menudo esto se había notado para<br />

honra <strong>de</strong> ellos, pero ahora que se estaban multiplicando, empezaron los rec<strong>la</strong>mos. La pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios<br />

era suficiente para cautivar todos los pensamientos, los intereses y el tiempo <strong>de</strong> los apóstoles. Las

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