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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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facilitarnos todas <strong>la</strong>s dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l camino. Esta simple <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ración <strong>de</strong> Cristo ha sido <strong>de</strong>scartada<br />

por muchos que se han dado el trabajo <strong>de</strong> hacer<strong>la</strong> <strong>de</strong>sparecer con explicaciones pero, en todas <strong>la</strong><br />

épocas el discípulo verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Cristo ha sido mirado como una personalidad singu<strong>la</strong>r, que no está<br />

<strong>de</strong> moda; y todos los que se pusieron <strong>de</strong>l <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> gran mayoría, se han ido por el camino ancho a<br />

<strong>la</strong> <strong>de</strong>strucción. Si servimos a Dios, <strong>de</strong>bemos ser firmes en nuestra religión. —¿Po<strong>de</strong>mos oír a<br />

menudo sobre <strong>la</strong> puerta estrecha y el camino angosto y que son pocos los que los hal<strong>la</strong>n, sin dolernos<br />

por nosotros mismos o sin consi<strong>de</strong>rar si entramos al camino angosto y cuál es el avance que estamos<br />

haciendo ahí?<br />

Vv. 15—20. Nada impi<strong>de</strong> tanto a los hombres pasar por <strong>la</strong> puerta estrecha y llegar a ser<br />

verda<strong>de</strong>ros seguidores <strong>de</strong> Cristo, como <strong>la</strong>s doctrinas carnales, apaciguadoras y ha<strong>la</strong>gadoras <strong>de</strong><br />

quienes se oponen a <strong>la</strong> verdad. Estos pue<strong>de</strong>n conocerse por el arrastre y los efectos <strong>de</strong> sus doctrinas.<br />

Una parte <strong>de</strong> sus temperamentos y conductas resulta contraria a <strong>la</strong> mente <strong>de</strong> Cristo. Las opiniones<br />

que llevan a pecar no vienen <strong>de</strong> Dios.<br />

Vv. 21—29. Aquí Cristo muestra que no bastará reconocerlos como nuestro Amo sólo <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bra<br />

y lengua. Es necesario para nuestra dicha que creamos en Cristo, que nos arrepintamos <strong>de</strong> pecado,<br />

que vivamos una vida santa, que nos amemos unos a otros. Esta es su voluntad, nuestra santificación.<br />

—Pongamos cuidado <strong>de</strong> no apoyarnos en los privilegios y obras externas, no sea que nos engañemos<br />

y perezcamos eternamente con una mentira a nuestra <strong>de</strong>recha, como lo hacen multitu<strong>de</strong>s. Que cada<br />

uno que invoca el nombre <strong>de</strong> Cristo se aleje <strong>de</strong> todo pecado. Hay otros cuya religión <strong>de</strong>scansa en el<br />

puro oír, sin ir más allá; sus cabezas están llenas <strong>de</strong> nociones vacías. Estas dos c<strong>la</strong>ses <strong>de</strong> oidores<br />

están representados por los dos constructores. Esta parábo<strong>la</strong> nos enseña a oír y hacer los dichos <strong>de</strong>l<br />

Señor Jesús: algunos pue<strong>de</strong>n parecer duros para carne y sangre, pero <strong>de</strong>ben hacerse. Cristo está<br />

puesto como cimiento y toda otra cosa fuera <strong>de</strong> Cristo es arena. Algunos construyen sus esperanzas<br />

en <strong>la</strong> prosperidad mundanal; otros, en una profesión externa <strong>de</strong> religión. Sobre estas se aventuran,<br />

pero esas son todo arena, <strong>de</strong>masiado débiles para soportar una trama como nuestras esperanzas <strong>de</strong>l<br />

cielo. —Hay una tormenta que viene y probará <strong>la</strong> obra <strong>de</strong> todo hombre. Cuando Dios quita el alma,<br />

¿dón<strong>de</strong> está <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong>l hipócrita? La casa se <strong>de</strong>rrumbó en <strong>la</strong> tormenta, cuando más <strong>la</strong><br />

necesitaba el constructor, y esperaba que le fuera un refugio. Se cayó cuando era <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong><br />

para edificar otra. El Señor nos haga constructores sabios para <strong>la</strong> eternidad. Entonces, nada nos<br />

separará <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Cristo Jesús. —Las multitu<strong>de</strong>s se quedaban atónitas ante <strong>la</strong> sabiduría y el po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> doctrina <strong>de</strong> Cristo. Este sermón, tan a menudo leído, siempre es nuevo. Cada pa<strong>la</strong>bra prueba<br />

que su Autor es divino. Seamos cada vez más <strong>de</strong>cididos y fervientes, y hagamos <strong>de</strong> una u otra <strong>de</strong><br />

estas bienaventuranzas y gracias cristianas, el tema principal <strong>de</strong> nuestros pensamientos, por semanas<br />

seguidas. No <strong>de</strong>scansemos en <strong>de</strong>seos generales y confusos al respecto, por los cuales po<strong>de</strong>mos captar<br />

todo, pero sin retener nada.<br />

CAPÍTULO VIII<br />

Versículos 1. Multitu<strong>de</strong>s siguen a Cristo. 2—4. Sana a un leproso. 5—13. Sanidad <strong>de</strong>l siervo <strong>de</strong> un<br />

centurión. 14—17. Sanidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> suegra <strong>de</strong> Pedro. 18—22. La promesa entusiasta <strong>de</strong>l escriba.<br />

23—27. Cristo en una tempestad. 28—34. Sana a dos en<strong>de</strong>moniados.<br />

V. 1. Este versículo se refiere al final <strong>de</strong>l sermón anterior. Aquellos a quienes Cristo se ha dado a<br />

conocer, <strong>de</strong>sean saber más <strong>de</strong> Él.

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