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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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ningún creyente arrepentido y humil<strong>de</strong>; tampoco soportará que Satanás arrebate sus ovejas <strong>de</strong> su<br />

mano. No obstante, el Señor hará que su pueblo se recupere <strong>de</strong>l daño en forma tal que marcará el<br />

aborrecimiento <strong>de</strong> sus crímenes, para impedir que los que tienen consi<strong>de</strong>ración por su Pa<strong>la</strong>bra,<br />

abusen <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> <strong>la</strong> gracia.<br />

CAPÍTULO XII<br />

Versículos 1—14. La parábo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Natán—David confiesa su pecado. 15—25. El nacimiento <strong>de</strong><br />

Salomón. 26—31. La severidad <strong>de</strong> David para con los amonitas.<br />

Vv. 1—14. Dios no tolera que su pueblo se que<strong>de</strong> tranquilo en el pecado. Con esta parábo<strong>la</strong>, Natán<br />

le sacó a David una sentencia contra sí mismo. Hay enorme necesidad <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia al repren<strong>de</strong>r. Fue<br />

fiel en su aplicación. Dice con pa<strong>la</strong>bras c<strong>la</strong>ras: Tú eres aquel hombre. Dios muestra cuánto odia el<br />

pecado, aun en su propio pueblo; y que don<strong>de</strong> lo halle, no lo <strong>de</strong>jará sin castigo. David no dice una<br />

pa<strong>la</strong>bra para excusar o alivianar su pecado; lo confiesa libremente. —Cuando David dijo, he pecado,<br />

y Natán se dio cuenta que era un verda<strong>de</strong>ro arrepentido, le aseguró que su pecado había sido<br />

perdonado. No morirás: esto es no morirás eternamente ni estarás por siempre lejos <strong>de</strong> Dios, como<br />

hubieras estado si no hubieras abandonado el pecado. Aunque seas castigado todos los días por el<br />

Señor, no serás con<strong>de</strong>nado con el mundo. Existe un gran mal en los pecados <strong>de</strong> quienes profesan <strong>la</strong><br />

fe y <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción con Dios, a saber, que dan ocasión a los enemigos <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión para<br />

recriminar y b<strong>la</strong>sfemar. Del caso <strong>de</strong> David se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> que, aunque se obtenga perdón, el Señor<br />

visitará con vara <strong>la</strong> transgresión <strong>de</strong> su pueblo y con l<strong>la</strong>gas <strong>la</strong> iniquidad <strong>de</strong> ellos. David tuvo que sufrir<br />

muchos días y años <strong>de</strong> dolor extremo por dar satisfacción momentánea a una lujuria vil.<br />

Vv. 15—25. David escribe ahora el Salmo 51, en el cual ora fervientemente por el perdón y<br />

<strong>la</strong>menta mucho su pecado, a pesar <strong>de</strong> que ya se le había asegurado que su pecado estaba perdonado.<br />

Estaba dispuesto a sufrir <strong>la</strong> vergüenza, tenerlo siempre <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> sí, y ser continuamente reprochado<br />

por ello. Dios nos permite orar honestamente por bendiciones particu<strong>la</strong>res, confiando en su po<strong>de</strong>r y<br />

misericordia general, aunque no haya una promesa específica para apoyarse. —David se sometió<br />

pacientemente a <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> Dios en <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> su hijo, y Dios compensó <strong>la</strong> pérdida para<br />

ventaja suya, con el nacimiento <strong>de</strong> otro. La forma para que continúen o se nos restauren <strong>la</strong>s<br />

conso<strong>la</strong>ciones como criaturas, o que se nos compense <strong>la</strong> pérdida <strong>de</strong> alguna otra manera, es rendirse<br />

<strong>de</strong> buen ánimo a Dios. Por su gracia Dios reconoció y favoreció en particu<strong>la</strong>r a ese hijo y or<strong>de</strong>nó que<br />

fuera l<strong>la</strong>mado Jedidías, ―Amado <strong>de</strong>l Señor‖. —Nuestras oraciones por nuestros hijos son contestadas<br />

por gracia y completamente, cuando algunos mueren en su infancia, pues son bien cuidados, y<br />

cuando los otros viven, ―amados <strong>de</strong>l Señor‖.<br />

Vv. 26—31. Ser tan severo como para esc<strong>la</strong>vizar a los hijos <strong>de</strong> Amón era señal <strong>de</strong> que el corazón<br />

<strong>de</strong> David aún no había sido suavizado por el arrepentimiento, en <strong>la</strong> época en que esto ocurrió. Somos<br />

más compasivos, bondadosos y perdonadores con los <strong>de</strong>más, cuando más sentimos nuestra necesidad<br />

<strong>de</strong>l amor perdonador <strong>de</strong>l Señor y saboreamos su dulzura en nuestra alma.<br />

CAPÍTULO XIII

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