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Comentario de la Biblia Matthew Henry

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predicadores fieles, y <strong>la</strong> venida próxima <strong>de</strong> Cristo encarnado, nos l<strong>la</strong>man a rendir <strong>la</strong> <strong>de</strong>bida a<strong>la</strong>banza<br />

a Dios en nuestra vida. Los pecadores <strong>de</strong>ben cuidarse <strong>de</strong>l espíritu orgulloso y carnal; si injurian o<br />

<strong>de</strong>sprecian a los predicadores <strong>de</strong> Cristo, lo harían así a su Señor si hubieran vivido cuando estuvo en<br />

<strong>la</strong> tierra.<br />

Vv. 13—17. Se pensaría que los enemigos <strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong>searían conocer su <strong>de</strong>ber, cuando<br />

realmente esperaban que, tomara cualquier partido para acusarlo. Nada es más probable para atrapar<br />

a los seguidores <strong>de</strong> Cristo que llevarlos a meterse en los <strong>de</strong>bates <strong>de</strong> <strong>la</strong> política mundanal. Jesús evitó<br />

<strong>la</strong> trampa refiriéndose al sometimiento que ellos ya habían efectuado como nación. Muchos<br />

elogiarán <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> un sermón, pero sin obe<strong>de</strong>cer sus doctrinas.<br />

Vv. 18—27. El recto conocimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> Escritura, como fuente <strong>de</strong> don<strong>de</strong> fluye ahora toda <strong>la</strong><br />

religión reve<strong>la</strong>da, y el fundamento sobre lo cual se construye, es el mejor preservativo contra el<br />

error. Cristo <strong>de</strong>sechó <strong>la</strong> objeción <strong>de</strong> los saduceos, que eran infieles calumniadores <strong>de</strong> <strong>la</strong> religión <strong>de</strong><br />

aquel<strong>la</strong> época, afirmando <strong>la</strong> doctrina <strong>de</strong>l estado futuro bajo <strong>la</strong> luz verda<strong>de</strong>ra. —La re<strong>la</strong>ción entre<br />

marido y mujer, aunque estipu<strong>la</strong>da en el paraíso terrenal, no se conocerá en el celestial. No es <strong>de</strong><br />

maravil<strong>la</strong>rse si nos confundimos con errores necios, cuando nos formamos nuestras i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l mundo<br />

<strong>de</strong> los espíritus por los sucesos en este mundo <strong>de</strong> los sentidos. Absurdo es pensar que el Dios vivo<br />

sea <strong>la</strong> porción y <strong>la</strong> felicidad <strong>de</strong> un hombre si éste está muerto para siempre; por tanto, es seguro que<br />

el alma <strong>de</strong> Abraham existe y actúa aunque separada, temporalmente <strong>de</strong>l cuerpo. Aquellos que niegan<br />

<strong>la</strong> resurrección yerran mucho y se les <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir eso. Procuremos pasar por este mundo moribundo<br />

con <strong>la</strong> esperanza jubilosa <strong>de</strong> <strong>la</strong> dicha eterna, y <strong>de</strong> <strong>la</strong> resurrección gloriosa.<br />

Vv. 28—34. A los que <strong>de</strong>sean sinceramente que se les enseñe su <strong>de</strong>ber, Cristo les guiará en<br />

juicio y les enseñará su camino. Dice al escriba que el mandamiento más gran<strong>de</strong>, que<br />

indudablemente incluye todo, es amar a Dios con todo nuestro corazón. Don<strong>de</strong> este es el principio<br />

rector <strong>de</strong>l alma, allí hay una disposición para todo otro <strong>de</strong>ber. Amar a Dios con todo nuestro corazón<br />

nos compromete con todo lo que le comp<strong>la</strong>zca. Los sacrificios sólo representaban <strong>la</strong> expiación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

transgresiones <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley moral perpetradas por los hombres; no tenían po<strong>de</strong>r excepto al expresar el<br />

arrepentimiento y <strong>la</strong> fe en el prometido Salvador, y en cuanto llevaran a <strong>la</strong> obediencia moral. Como<br />

nosotros no hemos amado así a Dios ni al hombre, sino precisamente a <strong>la</strong> inversa, somos pecadores<br />

con<strong>de</strong>nados; necesitamos arrepentimiento y necesitamos misericordia. Cristo aprobó lo que el<br />

escriba dijo y le animó. Se quedó para ulterior consejo, porque este conocimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley conduce a<br />

<strong>la</strong> convicción <strong>de</strong> pecado, al arrepentimiento, a <strong>de</strong>scubrir nuestra necesidad <strong>de</strong> misericordia, y a<br />

enten<strong>de</strong>r el camino <strong>de</strong> <strong>la</strong> justificación por Cristo.<br />

Vv. 35—40. Cuando aten<strong>de</strong>mos lo que <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ran <strong>la</strong>s Escrituras, en cuanto a <strong>la</strong> persona y los<br />

oficios <strong>de</strong> Cristo, seremos guiados a confesarlo como nuestro Señor y Dios; a obe<strong>de</strong>cerle como<br />

nuestro Re<strong>de</strong>ntor exaltado. Si <strong>la</strong> gente común oye alegremente estas cosas, mientras los educados y<br />

distinguidos se oponen, aquellos son dichosos y estos, <strong>de</strong>ben ser compa<strong>de</strong>cidos. Y como el pecado<br />

disfrazado con apariencia <strong>de</strong> piedad, es doble iniquidad, así su con<strong>de</strong>na será doblemente pesada.<br />

Vv. 41—44. No olvi<strong>de</strong>mos que Jesús todavía observa el arca <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ofrendas. Él sabe cuánto y<br />

por qué motivos dan a su causa los hombres. Él mira el corazón, y cuáles son nuestras opiniones al<br />

dar limosna; y si lo hacemos como para el Señor o sólo para ser vistos por los hombres. Es tan raro<br />

encontrar a alguien que no culpe a esta viuda, que no po<strong>de</strong>mos esperar encontrar a muchos que<br />

hagan como el<strong>la</strong>; no obstante, nuestro Salvador <strong>la</strong> elogia; por tanto, estamos seguros que el<strong>la</strong> hizo<br />

bien y sabiamente. Los débiles esfuerzos <strong>de</strong>l pobre para honrar a su Salvador, serán elogiados en el<br />

día cuando <strong>la</strong>s acciones espléndidas <strong>de</strong> los incrédulos sean expuestas al <strong>de</strong>sprecio.

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